Capítulo 36

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Últimos capítulos.

El día de la fiesta de Sol Benson llegó.

Desde el incidente en su cuarto, cuando rompió todo y tachó el espejo, había evitado volver a mirar su reflejo en cualquier lugar por mínimo que fuera. Sentía pavor por la imagen que cualquier vidrio pudiese mostrarle de sí misma.

Sin embargo, esa noche, al entrar a su armario y mirarse en su espejo, por primera vez en mucho tiempo se sintió... como una reina.

Su abuelo le había insistido tanto en que se pusiera un vestido de pricesa, pero al final su terquedad había ganado. Y ahí estaba, vestida de negro y en pantalones, lista para ir a una fiesta que no era suya, para celebrar a una chica que no le agradaba, pero con quien había hecho una tregua.

Se peinó y perfumó, sintiendo que no podía hacer más que afrontar aquella celebración que definitivamente no llamaba su atención. Pensó en ese instante, en Simón.

No había podido hablar con él el día en que salió de su habitación como una tormenta para buscarlo. No había estado ni en el departamento que Tobías les había rentado, y tampoco lo encontró en el Roller —porque en su desesperación ella había entrado al lugar, preguntando por él. Todos la vieron, sorprendidos; y quisieron discutir, pero ella no había llegado para eso, así que sólo se fue—.

En tanto a Tobías, ella igual quiso buscarlo para hablar con él. Pero tampoco lo encontró; no asistió a los entrenamientos cuando ella sí lo hizo, y Emilia le había contado sus razones.

"—Por lo que sé, a él le dolió que no aparecieras —le había dicho. Emilia también sabía toda la situación al igual que Matteo, pues a ambos se los había explicado—. No entendí mucho, pero creo que está pensando abandonar el equipo.

—¿Va a irse? —preguntó temerosa.

Emilia sólo se encogió de hombros, indicando no estar segura sobre ello."

¿Cómo debía sentirse? Lo único en lo que pensaba era que... esta vez ella se había equivocado. Por no saber ser comprensiva.

Pero es que la gente le había hecho tanto daño, que su primer instinto era el de protección. El de querer esconder su fragilidad en una rudeza que no la ayudaba.

De cualquier forma, esperaba que Simón llegara a la fiesta para poder hablar con él. Sólo por ello había accedido a asistir.

Su puerta sonó, y al abrirse Emilia asomó su cabeza.

—¿Ya vienes?

—Ya voy —afirmó.

Y luego, cerciorándose de que todo en ella estaba listo, salió de su habitación y bajó las escaleras a paso neutro junto a su mejor amiga.

No imaginaba que literalmente todos los del Roller estarían ahí. Y que lo único que ellos iban a hacer sería... juzgarla.

—¿Y ese milagro? —dijo burlón Ramiro—. ¿Quién te invitó?

—Creéme, no estoy acá por gusto.

—Pensé que las fiestas eran tu fuerte.

—Sí, pero me habría gustado evitarme la molestia de ver tanta mie--

—Ok, ok —intervino Matteo, sin querer escuchar los insultos que seguro soltaría la chica tomando a Ámbar por un costado de su cintura-. Vamos a buscar ponche.

Estaban por avanzar cuando Jazmín habló.

—¿Que acaso ustedes no sabían que esto era una fiesta y no un funeral? —su risa burlona taladró los oídos de Matteo.

Ah, no. Eso sí que no.

Con sus dos chicas nadie se metía.

—¿Y qué acaso vos no sabés que para no verte más idiota de lo que ya sos tenés que quedarte callada?

Luego de eso todo se mantuvo en silencio. Jazmín, avergonzada por el hecho de que un chico la insultara sólo pudo hacerse para atrás.

—¿No te da vergüenza? —preguntó Delfi abrazando a su amiga.

—No —dijo él, sonriente—. Vergüenza debería darle a tu amiga ser tan ignorante y estúpida, además no voy a permitir que--

—Oye, oye —dijo Emilia tomando su brazo y después su rostro—. Ya, tranquilo, no pasó nada.

Ámbar observó aquella escena. ¿En qué momento los ojos de Matteo habían comenzado a brillar al ver los de Emilia? Enternecida y confundida, comenzó a buscar a Simón también.

Desde que había bajado había estado buscándolo con la mirada, pero no lo encontraba. De pronto Emilia llegó a su lado, con rostro serio.

—¿Y Matteo?

—Hablando con Luna.

—Nada está saliendo bien para nosotras, ¿cierto?

—Sí.

—Vámonos —propuso entre dientes viendo a todos reírse y murmurar entre ellos al verla.

Podía sentir el coraje nublarle la vista y taparle los oídos. Quería salir, irse de ahí.

—Pero a dónde, ¿a tu habitación?

—No, salgamos de la mansión.

—Ay Ámbar, pero esta es tu casa, no hay otro lugar al que podamos ir. Y menos saliendo de plena fiesta.

—Esta ya no es mi casa, y esto no es una fiesta, es una farsa.

—¿Realmente te irás? —preguntó extrañada la otra rubia.

—Sí, obvio, ¿para qué me voy a quedar?

Sintió como unas manos de posaron en su cintura, abrazándola por detrás. El corazón le latió fuerte.

—Pues para bailar conmigo —escuchó que le decía Simón, con amor.

Ámbar se giró para verlo, y el lucía tan apuesto en aquél traje formal. Lucía hermoso, tanto que sin querer una sonrisa gigante se dibujó en su rostro.

Lo quería tanto.

Simón no esperó respuesta, y tomándola del brazo la llevó hasta el centro de la pista para bailar con ella. Tomó su cintura, y la rubia colocó sus brazos en los hombros de él.

—¿Dónde habías estado? —preguntó.

—Bueno, sólo quise tomarme unos días libres para pensar.

—¿Y qué pensaste?

—A veces pensaba en la vida que llevo, pero casi siempre pensaba en ti.

—¿Y qué conclusión sacaste?

—Que te amo —sentenció firme—. Y que hagas lo que hagas yo siempre voy a quererte.

A ella se le cristalizaron los ojos por la emoción.

—Eres todo lo que yo necesito —siguió al ver que ella no planeabla decir nada—. Luna me contó porqué estabas así conmigo, lo siento, ni siquiera debí planear tanto algo que al final siempre iba a ser lo mismo: tú y yo juntos. Pero estaba tan emocionado, yo sentía que merecías las palabras más bonitas, y así es, pero ahora sé que las palabras, si de amor se trata, es mejor dejarlas fluir, dejar que nazcan del corazón.

Ámbar sólo lo miraba con una enorme sonrisa. ¿Podría quererlo más de lo que ya lo hacía? Le parecía difícil.

—Eres la cosa mas hermosa que pudo pasarme, y--

Ella no lo dejó seguir hablando, y a cambio de eso lo besó profundamente, sintiendo todos sus sentidos nublarse por la textura de sus labios.

—A veces las palabras están demás -le dijo separándose un poco, antes de volver a besarle.

Él amaba sus besos. La amaba a ella.

—Ámbar, ¿quieres ser mi novia?

Hasta la pregunta le parecía ofensiva.

—Sí —respondió.

Ocultó su rostro en el cuello de él, abrazándolo mientras seguían bailando en medio de aquella pista. Amándose.

Recuperar... ¿lo que era mío? || SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora