Capítulo 33

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Parte 1

—¿Tienes ganas de salir?

—Sí, seguro, ¿a dónde vamos? —preguntó sonriente.

—No lo sé —le contestó, admirándola.

—Vamos, Tobías. Hay que salir, últimamente has estado un poco callado. ¿Tenés algo?

—No —respondió, simple y seco.

Ella no lo creía. Y estaba asustándola.

Su seriedad era tan inusual, tan extraña que sentía que la estaba matando. ¿Así actuaba ella con él antes?

—¿Estás molesto conmigo?

Tobías posó sus bonitos ojos sobre la chica. No dijo nada, pero con su cabeza negó y luego le sonrió levemente. Aquél gesto no duró en su rostro ni 2 segundos.

Ámbar realmente comenzaba a sentirse espantada por la actitud de su amigo. Y no podía sentirse cien por ciento feliz con ella misma si veía al italiano de aquél modo.

—¿Alguna vez... —comenzó a decir Tobías antes que ella volviera a preguntarle algo más—, has sentido que tienes que decir algo pero te da demasiado miedo hacerlo?

Ella se sintió confundida por pregunta, pero gracias a ésta Ámbar pudo darse cuenta de que Tobías no se sentía molesto.

Estaba preocupado.

La rubia no conocía la razón, pero quería saberla, así que tomó asiento junto a él.

Sentirla a su lado aumentaba la culpabilidad que ya lo atormentaba. La habitación de Ámbar era enorme, pero en aquellos momentos él la sentía tan pequeña.

El pecho estaba empezando a dolerle cuando sintió que ella le acariciaba la espalda, como un gesto de apoyo y comprensión.

Era tan injusto. Justo cuando había ganado la confianza de aquella maravillosa chica, iba a perderla. ¿En qué momento había accedido a ser parte de aquel engaño? Pero todo había sido por una buena causa. ¡Sólo quería ayudar!

Ámbar lo miraba, expectante, preguntándose a sí misma qué estaba haciéndole tanto daño al ojimiel.

A Tobías se le inundaron los ojos de lágrimas al verla a la cara. Se sentía tan indefenso, y se cubrió el rostro con las manos mientras fuertes sollozos comenzaban a escapar de él. Estaba llorando.

Tobías sonrisas felices Giordano estaba llorando.

Y verlo llorar fue para Ámbar la cosa más sockeante de todas. Realmente estaba asustada; no sabía qué hacer, pues nunca antes había tenido que consolar a alguien de manera sincera, y además nunca creyó encontrarse en esa situación con el muchacho junto a ella.

Era distinto a ver llorar a Simón, porque sabía lo sensible que el mexicano era —además de que ya lo había visto llorar en más ocasiones—. Con Tobías las cosas cambiaban porque él siempre se notaba feliz, optimista, y verlo llorar le provocaba... tristeza e impotencia.

—No llores —casi suplicó.

Qué absurdo sonaba aquello. Como si uno pudiera ordenarle a otra persona dejar de sentir. Recordó lo que el italiano hacía con ella para curarla siempre que estaba sufriendo, y siguiendo sus propias estratégias, lo rodeó firmemente en un abrazo.

Tobías se mantenía sentado al borde de la cama de la fémina, y ésta se paró frente a él para abrazarlo mejor, de modo que la cabeza del chico quedara reposando en su pecho.

Al sentir aquél gesto y por inercia misma, el joven también la abrazó. Le rodeó la cintura y se aferró más a ella, permitiéndose a sí mismo llorar y llorar hasta cansarse.

Ella no se apartó de él en ningún momento y, en cambio, sólo se mantuvo ahí, acariciando con cariño los rizos dorados que poseía el varón.

—Lo siento —se disculpó una vez que estuvo más tranquilo.

—No hay de qué —dijo ella tranquila, y luego le besó la frente con cariño—. ¿Sabés una cosa? Siempre imaginé pasando una escena como esta con un hermano menor; y en vez de eso la pasé con vos que sos mayor que yo.

Ella rió; pero Tobías se mantuvo serio, sintiendo nuevas ganas de llorar.

—Ámbar —la llamó—. Hay algo que tenés que saber.

~♡~

—¡Ámbar! ¡Ámbar! —le gritaba desesperado yendo tras ella.

Sin embargo, la rubia no se detuvo y siguió bajando las escaleras a toda prisa.

—¡Dejame tranquila! —gritó ella entre lágrimas.

Quería que no fuera verdad, que Tobías dijera que todo había sido un mal chiste, porque ¡carajo! Él no podía haberle ocultado algo tan grande como eso; no podía ser verdad.

Recuperar... ¿lo que era mío? || SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora