Capítulo 25

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Se sentía... ligera.

Sí, esa era la palabra.

La describía por completo. Por primera vez en mucho tiempo se sentía... tranquila. Como el agua clara e inerte del lago que había comenzado a visitar con Tobías.

Él tenía razón; el peso del silencio que la torturaba día a día había desaparecido. Al fin había sacado todo lo que tanto lastimaba su corazón.

Cómo me apena el verte llorar —cantó con suavidad Simón—. Toma mi mano, siéntela —con mucho cariño entrelazó sus dedos con los de ella—. Yo te protejo de cualquier cosa. No llores más, aquí estoy.

Ámbar, escuchándolo cantar aquello, sonrió entre las pocas lágrimas que aún corrían por sus mejillas.

En mi corazón... —cantó ella también, muy despacio—. Tú vivirás. Desde hoy será, y para siempre, amor.

Se había prometido no hacerlo de nuevo; se había prometido no caer ante su voz, ni su sonrisa; y había fallado. Había jurado venganza, había prometido hacer infelices a todas aquellas personas que la lastimaron. Pero sobretodo, estaba su promesa de recuperar todo lo que un día le perteneció, y que injustamente había perdido.

Sin embargo, en los tiempos pasados, ¿había estado actuando de la manera correcta? Tal vez era momento de cambiar sus métodos estratégicos y quizás debería probar con una nueva manera.

Bueno, de alguna forma, sus nuevas elecciones habían tenido fruto. Había hecho lo correcto por primera vez en mucho tiempo; se había disculpado de forma sincera con su ex novio y este la había perdonado.

Había recuperado a Matteo.

No sabía cómo serían las cosas con él a partir de ese momento, pero esperaba que todo marchara bien.

Con Simón... bueno, eso era un poco más complicado. Por una parte, aún le quedaban ganas de hacerlo pasar unos cuantos malos ratos; pero no podía debido a que la otra parte le decía que el mexicano era lo que ella necesitaba. Y aunque le doliera el orgullo al admitirlo, le quería.

Ámbar todavía quería a Simón.

No podía recuperarlo, porque en realidad él nunca le había pertenecido. Pero podía y existía esa mínima posibilidad de olvidar el rencor que tanto daño les hacía daño, y perdonarlo.

—Te quiero, bonita —le dijo él, temeroso de la reacción o respuesta de la rubia.

Ella se quedó un par de segundos en blanco. No, aún era demasiado rápido.

—Lo sé. Siempre lo he sabido.

—¿Tú me quieres a mí? —insistió.

—Simón, no puedo hacer esto.

—¿Por qué no?

—Es demasiado rápido; yo no te he perdonado y...

—Lo siento, tienes razón —interrumpió ligeramente decepcionado—. Pero quiero que sepas que yo estoy realmente arrepentido; y que te quiero con todo mi corazón. Te juro que me importas muchísimo, y que aunque me comportado como un idiota, quiero reparar mis errores. Quiero recuperarte —dijo seguro.

Qué difícil era odiarlo así; la rubia maldijo en voz baja por su poca firmeza y por el latido veloz de su corazón al escuchar sus palabras.

—Simón...

—Aguarda. Necesito que te quede claro lo mucho que deseo hacer bien las cosas contigo; quiero que me perdones por haberte dejado antes. Pero si confías en mí, si realmente me quieres, por favor dame una nueva oportunidad para demostrar que ni volveré a hacerlo. Estaré para ti de ahora en adelante, y voy a curar todo el daño que te han hecho antes. Voy a protegerte, lo juro.

—Creo que está demás recordarte lo poco que me fío de las palabras, de la misma forma en que los demás no se fían de la mía.

—Déjame demostrártelo —pidió emocionado.

Era muy difícil definir una emoción para Simón. Él estaba experimentando varias sensaciones juntas, pero más que nada se sentía feliz y emocionado por las nuevas oportunidades que se le estaban presentando. La vida le había dado un nuevo chance de hacer las cosas bien, y él quería aprovecharla al máximo.

Ella lo miró inexpresiva. Pero pronto una sonrisita se dibujó en su rostro; a él le pareció tan tierna, tan dulce, y por ello no pudo evitar sonreír junto con ella.

—Está bien —accedió—. Te daré una nueva oportunidad; pero esto no quiere decir que te estoy perdonando, es más bien una prueba.

—¿Yo debería ponerte a prueba también?

—Tranquilo, Simón. No voy a hacer nada malo. Creo que es momento de retirarme de todo esto de las venganzas; es tan agotador tener que estar planeando cada segundo del día diferentes formas de destrucción —comentó, medio en broma y medio en serio.

—No sabes lo feliz que me haces —comentó.

—Te alegrás demasiado con tan poco —dijo ella, parándose—. Sólo quiero que sepas, que voy a vigilar cada una de tus acciones. Y si fallás una sola vez, tendrás que olvidarte de mí de inmediato y para siempre —advirtió demasiado tranquila a decir verdad.

—¿A dónde vas? —preguntó curioso mientras también se ponía de pie—. Yo te acompaño

—A la mansión Benson —dijo obvia—. Y me gustaría ir sola.

—Es raro que la llames así, es tu casa.

—No —respondió dura—. Esa no es mi casa.

Simón meditó mejor sus palabras y supuso que la reacción de Ámbar se debía a todo el tema de la herencia que aún le afectaba; porque básicamente era cierto, ese lugar en realidad le pertenecía a Luna.

—Te llevo.

—Voy sola —rechazó—. Chau, Simón. Y muchas gracias por no matarme y esconder mi cadáver en este lugar. Es demasiado solitario incluso para mí.

Y sin darle tiempo a quejarse, la rubia salió rápidamente del lugar, dejando a un mexicano demasiado confundido, pero feliz.

Este era su nuevo comienzo. No podía arruinarlo.

Recuperar... ¿lo que era mío? || SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora