Capítulo 18

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—¡Ámbar, Ámbar! Esperá por favor —pedía a gritos Tobías, aún siguiendo a la rubia que no se detenía—. ¡Ámbar!

—¿¡Qué!? —preguntó enojada, frenando en seco.

—¿Qué pasa con vos? Vengo siguiéndote desde que salimos del local.

—No te pedí que lo hicieras.

—No necesitabas pedirlo.

—¡Dejame sola, nene!

—Pará, pará, no sé qué te pasa, pero no entiendo porqué te la agarrás conmigo —se quejó.

Ella bufó, sabiendo que lo que el italiano decía era verdad, estaba siendo injusta; pero es que el recuerdo de Luna, parada ahí, en el que algún día había sido su lugar de triunfo, saliéndose con la suya con tal de hacerla sentir mal o inferior estaba carcomiéndola viva. Podía sentir con claridad la furia recorriendo su cuerpo. Maldita, maldita y mil veces maldita.

—Lo siento —se disculpó.

—Como si no fuese a perdonarte.

Inconscientemente sonrió; aunque la sonrisa no le duró demasiado.

《Ojalá ellos me hubieren dicho lo mismo. Ojalá me hubieran perdonado.》

—Te notó mal, Ámbar.

—Lo estoy —confesó.

Tobías asintió sereno, y con la mirada buscó una banca cerca de ellos para poder tomar asiento y conversar más tranquilos. La notó decaída y sin muchos ánimos, así que tomó sus manos con cuidado y cariño y la guió hasta el asiento que había localizado. Ella lo miró, y le sonrió con tristeza; se dejó guiar y al sentarse se sintió un poco más relajada, como si la vida le estuviera dando un respiro.

—Veamos —escuchó que le dijo el italiano—. ¿Qué te aflije, bella?

—No es nada.

—Oh, vamos, Ámbar. Mirá, yo sé que puede llegar a ser difícil confiar en alguien nuevo, pero creo que te he demostrado que podés confiar en mí. Mirame, estoy acá con vos por una razón; esta salida ha sido algo extraña, pero la he disfrutado.

—¿Por qué? Tobías, yo no soy lo que vos pensás, soy una farsa, una mentira.

—Ámbar, vos sos lo más real que he tenido —le dijo claro, mirándola.

—No es así.

—¿Cómo estás tan segura? ¿Qué te hace pensarlo? Pensalo bien, decime si realmente creés que vos y yo no hemos conocido lo suficiente de nosotros mismos.

—Soy mala —confesó.

—¿Mala? ¿Por qué?

—¡Porque es la verdad! Tobías, yo soy mala, todo el mundo lo sabe y todo el mundo lo dice.

—¿Entonces sos mala porque el mundo lo piensa? ¿O lo sos porque vos misma pensás eso de ti? —no obtuvo respuesta—. Nena, ¿qué pasa? Siento que estás débil, y yo deseo ver tu fortaleza más que nada.

—Tobías... ellos apagaron mi luz.

—¿Qué? ¿Quiénes?

Ámbar no respondió, y cuando él vio sus ojos llenos de agua, supo que no era lo que él quería para ella. Él no deseaba verla llorar jamás; la abrazó fuertemente, esperando sanar un pedazo de su dolor.

—¿Viste ese lugar al que acabamos de entrar?

—¿Qué hay con él?

—Ese era mi reino —le contó—. Ese era mi hogar...

Recuperar... ¿lo que era mío? || SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora