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Kyungsoo no responde.

En verdad, no sabe que decir. ¿Qué sí? ¿Qué lo entiende? ¿Qué llegó al final de su libro y lloró? ¿Pero qué pasa si no está seguro de lo que quiere aún? Sabía que todo lo que el otro le decía era real, desde sus ofrecimientos románticos o enfermos hasta las suposiciones que tenía de él. Era verdad que Kyungsoo no tenía mucho por lo que volver; sus padres nunca le prestaron demasiada atención desde que se enteraron que su preferencia no iba exactamente con las féminas, llamándolo una etapa y que pronto encontraría el camino correcto de nuevo. El único amigo que conservaba en la universidad se había alejado de él y estaba cegado por su novia que, en verdad, era una puta que no lo quería. Sus denuncias a la dirección respecto al profesor que le daba agarrones y le ponía calificaciones insuficientes si no aceptaba a acostarse con él fueron todas tiradas a la basura, sin contar que la insistencia del hombre que lo acosaba por internet se hacía cada vez peor. Kyungsoo no tenía realmente razones de peso para retornar.

No quería regresar.

Pero no querer regresar no es lo mismo a entregarse a Jongin. No es tan fácil aceptar que es la obsesión más grande de un secuestrador, un asesino, mucho menos de uno como KAI, a quién creía conocer bien, mucho más que a Jongin. No es tan fácil aceptar a alguien que sabes que podría acabar con tu vida de la peor de las maneras imaginables; que ya ha terminado con cientos de otras.

—Buenas tardes, K. Veo que has traído un invitado a esta reunión. —Saluda un hombre que debía estar en medio de sus treintas, pero es de esas personas que se nota que han vivido mucho y logran verse como si fuese muy poco.

Cualquiera hubiese dicho que ese hombre apenas iba a la mitad de sus veinte, pero Kyungsoo sabía mejor, lo había visto en la televisión, era una figura conocida, un doctor reconocido que aparecía en esos típicos programas que vería una señora llegando a la edad senil y quería el consuelo de un doctor guapo y amigable que daba consejos para cuidar de su salud a las horas de la tarde, después de almuerzo, cuando ya están solas sin nada que hacer. También lo había visto en noticieros, dando el control de alguna autopsia o las razones de muerte de algún caso que se olvidaba a la semana siguiente. No recordaba su nombre, pero definitivamente lo conocía, y en ese mismo instante en que trataba de recordarlo, el doctor le dirigió una mirada con una sonrisa leve, que dejaba ver sus famosos y encantadores hoyuelos. Vestía completamente de negro, muy similar a Jongin, solo que el primero llevaba una camisa oscura bajo el bléiser en lugar de un chaleco de cuello subido.

—Buenas tardes, Y. Así es, este es mi ídolo, señor. Tengo el agrado de presentarlo frente a la logia el día de hoy—responde Jongin, tomándolo de los hombros, sin soltar su "correa". La idea lo perturba un poco.

—No dejas de sorprender, Kim. Así de joven y extrayendo a tu ídolo de inmediato. No pierdes el tiempo.

—Verá, señor, no me pude resistir a tal belleza suelta entre los vulgares. —La sonrisa que porta Jongin es escalofriadamente... perfecta, y su voz y gestos parecen aún más refinados en ese lugar—¿Cómo ha estado su hijo?

—Mejor. Mucho mejor, gracias por preguntar. A propósito, ya nos encargamos de cazar los zorros negros de la última vez.

La mirada plácida y amigable del otro hombre hace parecer que toda esa situación es como si se discutiese un simple día de campo. Se pregunta cortamente quienes son esos zorros negros, qué le habrá pasado al supuesto hijo del doctor, que públicamente no existía. Si sus ojos oscuros eran realmente tan siniestros como los de Jongin. Probablemente sí.

—Si me disculpas, debo ir a arreglar unos asuntos con Junmyeon.

—Claro, padre estaba en su oficina hace menos de cinco minutos. Estoy a sus servicios.

ABECELOSO; KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora