Capítulo 60

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'Cause here we are again when I loved you so

Back before you lost the one real thing you've ever known

1988

Victoria llevaba prácticamente quince minutos dentro del coche, con las manos aferrando con tanta fuerza el volante que los nudillos se le habían vuelto blancos y el corazón latiéndole a una velocidad desorbitada.

Sabía que, tarde o temprano, tendría que salir del coche, entrar en aquella habitación de hotel que, después de tantos encuentros en ella, conocía a la perfección, y contarle la verdad a Alex.

Contarle que John estaba más cerca de ellos de lo que en un primer momento ingenuamente habían creído.

Y lo cierto era que no había nada más que desease más en ese momento que estar junto a Alex. En realidad, aquellos encuentros eran lo único que le habían hecho ver una especie de luz al final de ese oscuro e interminable túnel que suponía su vida conyugal con John; sin embargo, al mismo tiempo temía el momento en el que le contase lo que había ocurrido, porque sabía que, en cuanto lo hiciese, aquella fantasía en la que vivían comenzaría a resquebrajarse.

Y solo con pensar aquello un miedo incluso más intenso y agudo se apoderaba de ella, un miedo mucho más peligroso que el que sentía al pensar en lo que John sería capaz de hacer si descubriese realmente lo que escondía Victoria. Y la persona que estaba implicada en dicho secreto.

Pero, después de todo lo que habían vivido y vivían juntos, lo menos que le debía Victoria a Alex era sinceridad. Honestidad era lo único que sentía que era capaz de darle en una vida como la suya, una que directamente parecía no pertenecerle.

Porque al fin y al cabo, sus encuentros con Alex eran la única cosa que ella había podido decidir. Lo único en lo que se sentía lo suficientemente libre, y lo suficientemente dueña de sí misma, como para poder decidir cómo vivir esa pequeña parte de su vida.

Por ello, soltó un suspiro, se recogió el mechón de pelo castaño que se le había soltado y, sin más dilación, salió del coche a la libertad que le proporcionaba aquel pueblo en la que no era "la esposa de John Matthews" o "la mujer que, de joven, dio tanto que hablar entre los vecinos de Hollyville". Allí, era un rostro más en un mar de gente anónima; un mar en el que se podía mover con la tranquilidad de saber que nadie la iba a reconocer. Un mar en el que pasaba completamente desapercibida.

Aun así, como toda precaución era poca, decidió ocultar sus ojos tras unas grandes gafas de sol, temiendo que su mirada pudiese traicionarla, que pudiese desvelar lo que se encontraba realmente en su interior.

Como de costumbre, Victoria entró al hotel y la recepcionista, con una sonrisa cordial pero sin decir ni una palabra, le dio la llave de la habitación 305. Después de todas las veces que Victoria había ido a aquel lugar, no necesitaba decir nada para que la afable recepcionista de mediana edad le tendiese la llave de su habitación habitual; Victoria suponía que, con Alex, pasaba lo mismo.

Así, le devolvió el gesto con una leve sonrisa y, con el sonido de sus zapatos de tacón amortiguado por la maqueta color borgoña, Victoria fue hasta el ascensor y subió hasta la tercera planta, suponiendo que Alex ya se encontraba en la habitación. Con el corazón en un puño pero, al mismo tiempo, lleno de calor al pensar en el encuentro que la esperaba, Victoria fue hasta la habitación y, sin pensarlo dos veces (temía lo que pudiese pasar si, como en su coche, dedicase aunque fuese tan solo un minuto a pensar en todo lo que estaba ocurriendo) entró en la habitación, las piernas temblándole y la respiración atorada en la garganta.

En cuanto cerró la puerta, se giró y se quitó las gafas de sol, todas las preocupaciones, angustias, e incluso esa ansiedad que llevaba ya sintiendo unos días parecieron esfumarse por completo cuando vio a Alex esperándola, sentado al borde de la cama, con la luz de la tarde dibujando sombras en su rostro y haciendo brillar con una luz dorada sus ojos azules. Incluso después de todos los años que habían pasado separados (veintitrés, para ser exactos), Victoria aún sentía como si, cada vez que mirase a Alex, fuese como la primera vez en que, realmente, se había fijado en él, en aquella fiesta de principios de febrero de mil novecientos noventa y cinco. La primera vez que había hablado con él y, de alguna forma, había sabido que las cosas no volverían a ser iguales.

Warrior | l. t. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora