023.

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El día había amanecido lloviendo, por ende, lo que lo despertó con brusquedad fue la inesperada cascada de lluvia que azotó la ventana de la habitación de Mae. Gruñó por lo bajo llevando sus manos hacia su cara para estrujarla y se estiró con la esperanza de sentir el cuerpo tumbado de la peli-negra.

Pero ella no estaba ahí.

Elevó un poco la cabeza con el ceño fruncido buscándola por la habitación, siendo molestado por la poca luz que había en el lugar, pero aún así pudo distinguir la luz del baño apagada y la puerta cerrada. Se incorporó para sentarse y se rascó la nuca con confusión sin entender por qué, luego de haber dormido apaciblemente en el pecho de la joven, ella no se encontraba ni allí ni en el baño y, enfatizando, ella siempre dejaba la puerta de la habitación abierta si se levantaba para ir a la cocina.

Suspiró y se puso en pie, envolviéndose un poco en sus propios brazos ante el frío que pareció consumirlo. Miró a ambos lados cuando llegó al pasillo y chasqueó la lengua al ver la entrada del apartamento en penumbras, puesto que lo nublado que estaba el día no le hacía ninguna diferencia a como si estuviera atardeciendo.

Caminó con un poco más de seguridad hacia la cocina y ladeó la cabeza al ver que el reloj señalaba las doce y cuarenta y seis del medio día.

Se apoyó contra la meseta volviendo a inspeccionar la sala, sintiéndose un poco extraño ante el silencio que reinaba en el espacio. Sin embargo, cuando bajó la vista ante la pequeña cantina sellada con una nota lila sobre esta, se sintió un poco más tranquilo.

He ido a realizar algunos recados con Bin. Volveré en la tarde. Disfruta del arroz que te hice.
- Mae.

Dejó caer la nota en su lugar prestando atención a su vez a la cantina de plata, la atrajo hacia sí y en cuanto la destapó medio sonrió ante el olor que desprendía de ésta.

Sólo esperaba que ella volviera rápido.










La ansiedad la estaba comiendo viva y sólo empeoró cuando la puerta del apartamento 308 se abrió con lentitud para luego dejar ver el cabello oscuro empapado de Jimin.

Él la observó de arriba-abajo antes de darle un asentimiento para dejarla entrar y ella, aún con la duda carcomiendo su cerebro, lo miró un poco antes de obedecer.

Inspeccionó la sala buscando señales de la compañía del chico, pero, aunque esto podría haberla calmado, no lo hizo, puesto que, de por sí, la presencia del peli-negro aún con muchas personas era intimidante. Ni hablar de tenerlo solo.

Se estrujó un poco las manos cuando empezó a sentir la oscura mirada del mayor en ella acompañado del incómodo silencio que los rodeaba y, cuando no aguantó más decidió subir sus pupilas a las suyas con un innegable miedo y, como lo sospechó, así fue: él se encontraba con los ojos puestos en ella y con la punta de la lengua rozando su labio inferior.

Lo que no sospechó fue que su mano se posara en su cintura y la impulsara a sentarse en el desgastado sofá de la sala. Sintió sus mejillas arder pero no le prestó atención, así como tampoco lo miró cuando él tomó asiento a su lado.

- Aprecio mucho que hayas podido venir. Sé que no es fácil -colocó sus manos en sus rodillas cuando la voz del hombre rompió el silencio por primera vez y las apretó para luego asentir.

- ¿Los demás saben de esto? -preguntó a su vez, un poco más bajo de lo que pensaba, pero él lo escuchó con claridad ya que negó con la cabeza y soltó una pequeña risita.

- Si lo supieran no te tendría que haber llamado -explicó, con una pequeña sonrisa que no alcanzó sus ojos y tampoco hizo que Mae se sintiera cómoda-. De igual manera, no harían nada.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Where stories live. Discover now