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La sensación de limbo en la cual se encontraba no le hizo darse cuenta qué hora era cuando se subió en el autobús que la dejaba directamente en la entrada del barrio; por lógica, podía deducir que eran más de las siete y por lo oscuro que estaba el cielo, podía acercarse a ser las nueve.

De todos modos, aunque debió de ser algo que tenía que confirmar, ignoró el hecho y se apretó los auriculares en ambos oídos, intentando evitar el contacto masculino de los hombres con quienes compartía el metro esa noche.

Como si no fuera suficiente, su mente aún seguía en trance, cuestionando todo lo que había ocurrido en ni siquiera veinticuatro horas; la sensación de estar comprimida se iba volviendo algo familiar, pero lo que más le incomodaba era el dibujo que había hecho de aquél joven, sin siquiera darse cuenta.

Había leído sobre aquello alguna vez... tenía el nombre de dibujo automático. Era tan extraña la manera en que su conciencia gritaba por dejar salir el tormento de ese rostro. Pero, como si no fuera obvio, no había funcionado en lo absoluto: el desconocido seguía pellizcándole cada uno de los sentidos.

Asesino, se susurró mentalmente, al pensar en la muchacha. ¿Por qué me dejaste ir?

Sujetó con más fuerza el metal de la barra sobre ella y apretó los labios, el martilleo de esa pregunta empezaba a hacerle creer que algo dentro de ella deseaba que la hubiese retenido.

Se sintió estremecer ante la posibilidad y de inmediato acarició el dije de costumbre, negando con la cabeza y maldiciéndose a sí misma por ser tan malagradecida.

- Señor, perdóname -susurró para sí mientras cerraba los ojos cortamente.

Alcanzó el botón del volumen de su celular cuando el vehículo se detuvo e intentó ver hacia afuera con confusión, hasta que se acordó que había una parada en la trayectoria.

Se mantuvo firme en su lugar cuando más personas terminaron de llenar el transporte y se hizo a un lado para dejar espacio a los que intentaban pasar detrás de ella.

Le inclinó la cabeza a una señora suavemente, la cual le devolvió una dulce sonrisa pidiéndole así que le cediera su puesto. Sin negarse, corrió un poco la mano realizando la obra de caridad, hasta que su espalda chocó contra un brusco cuerpo detrás de ella.

Se giró de inmediato.
- Lo sien...

El chico colocó la mano sobre la suya, haciendo de su poca habla aún peor, convirtiendo el ambiente en una pequeña película de suspenso. Pero sin miedo.

Los cabellos, a penas visibles por la sombra de su capucha le llegaba hasta encima de los ojos. Sin embargo, aquello no evitaba que sintiera como su mirada se encontraba clavada en ella como dagas y algo más perverso que eso.

El olor a cigarrillo era más prominente, los labios resecos del muchacho daban a entender que había fumado hace poco y lo caliente que su palma se encontraba daba a entender que no había estado mucho tiempo afuera. Había estado allí, todo el tiempo.

No obstante, solo le tomó un par de segundos antes de caer en cuenta de que no eran los detalles que importaban, era el hecho de que el asesino estaba a centímetros de ella. Y por la forma en que el muchacho medio sonrió le hizo saber que él se había dado cuenta de lo mismo.

- Estás temblando -susurró.

El aire se contrajo dentro de sus pulmones ante la suave voz del hombre y por un segundo lo vio como un chico cualquiera. Aunque no lo fuera.

- ¿No tienes miedo? -volvió a hablar y ella intentó soltar el aire de a poco para intentar responderle. Pero cuando sus labios se entreabrieron, él apretó su mano impidiéndole continuar. Su roce no era brusco, ni amenazador, era dulce y eso, sólo lo hacía peor-. Deberías tenerlo.

- Aléjate -espetó en un susurro, logrando por fin contestar, y por un segundo pareció lograr intimidarlo cuando su sonrisa desapareció-. Sé lo que eres -continuó, aprovechando su suerte en la valentía y sintiéndose de alguna forma poderosa.

Hasta que la sonrisa volvió a dibujarse en el aparente estructurado rostro del chico, y sintió como si le hubiesen empujado desde el piso más alto. Volvió a sentirse pequeña. Y, sí, estaba temblando. Pero estaba consciente de que no era miedo.

La sensación que la recorrió cuando los ojos del rubio bajaron hacia su cuello, era algo familiar, pero algo de lo cual no conocía el nombre. Sin embargo, supo, en cuanto se mordió el labio inferior, qué había cautivado su mirada y, en seguida, su respiración pesó.

- Me imagino que sabes, santita -ronroneó y por la juguetona forma en la que lo había hecho, Mae entendió que le parecía divertido.

Se estaba burlando de ella.

El pitido de su parada sonó junto al brusco detenimiento del autobús como la señal de que debía salir de ahí con rapidez. Así que, obligándose a sí misma a dejar de observarlo, empujó su mano fuera del agarre del chico y este no se negó. Sin embargo, lo más extraño ocurrió cuando el chico se hizo a un lado, dándole la libertad de retirarse; su subconsciente la empujaba hacia la salida, pero la parte más oscura de ella le decía que se quedara allí, inmóvil. Y esta última parte, bajo los ojos de aquel rubio era la parte que más le llamaba la atención.

Él meneó su cabeza lado a lado y la sonrisa que se formó en su rostro, a comparación de las demás, hicieron que los vellos de su nuca se erizaran. Un cosquilleo le recorrió el vientre y, a pesar de que las puertas aún seguía abiertas hacia la fría noche, su piel se calentó en aquel preciso momento.

¿Qué estaba pasándole? Debía haber estado fuera del autobús hace cinco segundos. Pero eran los ojos del misterio humano frente a ella que halaba su cuerpo hacia él; ni cerca ni lejos, sin moverlo, pero tampoco dejándolo quieto.

Era extraño. Muy extraño.

Necesitaba bajarse enseguida.

El movimiento del vehículo se reanudó arrastrándola a la realidad y, de inmediato, el pánico creció en ella. La sonrisa del muchacho seguía plasmada en su rostro pero lo que la estaba inquietando aún más era el hecho de que no podía dejar de mirarlo. No estaba en sus sentidos.

- Tick tock... -musitó.

La gran mano varonil subió hacia su propio bolsillo y, en ese momento, se odio a sí misma por haber esperado tanto tiempo.

- ¡Chofer, por favor, deténgase! -vociferó, consiguiendo que el señor, con un suspiro molesto le hiciera caso.

lo pensó dos veces antes de saltar fuera del autobús; la mezcla de nuevas emociones estaban a punto de dominarla, pero las detuvo. Y decidió no mirar atrás ni una sola vez en su rápida carrera por alcanzar su hogar.

Vaya error.

Porque en la distancia, mientras se balanceaba los guantes oscuros en la mano, el muchacho pisó el asfalto por el cual Mae había partido en desespero, decidiendo con aquel morbo suyo:

No la iba a dejar escapar otra vez.













ya, basta de vainas blandas
que venga el salseo

YA MAÑANA SALGO DE TODO
pero quería darles este adelanto para que sepan que luego de este capítulo empieza a formarse la verdadera historia.

espero que les guste,
un beso.

- ema.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora