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Aún seguía observando la ventana que daba al amplio callejón, sintiendo el corazón en la boca como si aún fueran las diez de la noche. No había dormido bien en lo absoluto; sentía el olor, veía esa sonrisa y escuchaba esa voz como si estuvieran estancadas en su cabeza.

Sin embargo, la misma pregunta seguía rondando en su mente y por más que intentará buscarle la lógica, no podía. Volvió a rasgar con la uña la porcelana de la taza en la que se había servido el té y el rosario en su mano tintinó contra el objeto.

Cerró los ojos con fuerza y dejó salir un profundo gruñido. Se persignó una vez y tomó un largo sorbo justo al mismo tiempo en que Bin entró a la sala, estirándose.

- Buen día -bostezó.

Mae le medio sonrió luego de haber tragado y su amiga se sentó en el comedor, dispuesta a prepararse una tostada.

- ¿No irás a la universidad hoy? -le preguntó untando la mermelada, pero su compañera a penas la estaba escuchando.

- Tengo clases a las seis -contestó en un vago murmuro, del cual la castaña no se dio cuenta hasta que elevó la vista hacia la joven y se dio cuenta de que se encontraba acariciando las piedras del collar.

Se puso de pie con cautela, dando una suave mordida a su desayuno, masticándolo hasta llegar hacia la ventana y apoyarse en el marco de esta, tratando de descifrar la perdida mirada de Mae, algo que seguro no era por los rezos que se encontraba haciendo en su cabeza.

Frunció el ceño y siguió las pupilas de la chica hasta localizar las escaleras del edificio, pero no logró ver nada más que el movimiento de las personas corriendo con preocupación hacia el inicio del callejón.

- Mae...

Y ninguna se dio cuenta de que había pasado algo hasta que la sirena de los policías empezó a hacerse presente.

Bin tomó el brazo de la peli-negra de inmediato, sin siquiera darse el tiempo de mirarse una vez a la cara; con el corazón en la boca del estómago, se dirigieron con rapidez al tumulto de personas que murmuraban cosas poco entendible para ambas.

Pero Mae lo podía sentir, en la distancia, ese sentimiento de que había algo allí que podría apuñalarle el corazón cuando lo viera. Y, confirmando aquella sensación, cuando se hicieron paso a la fuerza entre las personas y encontraron el ensangrentado cuerpo de una joven en el piso, sus piernas de inmediato temblaron.

La castaña tomó con precisión la mano de la menor, en cuanto ésta cerró los ojos queriendo evitar la tormentosa escena. Y, cuando escuchó los sollozos provenientes del terror de su amiga, la abrazó a sí empezando a alejarla de la zona.

La mayor siempre había admirado la humildad y pureza de la joven, era algo que, comparándola con las chicas de su generación, no podía entender: sólo se encontraba allí, esa manera de ver todo lo bueno y la sensibilidad por lo poco. Pero, cuando su llanto paró de repente y, con extrañeza, también ella se detuvo bruscamente, la miró y le tomó un poco reconocer a la persona que estaba allí con ella; se encontraba paralizada, con la mirada fija en un punto que Bin no pudo alcanzar. Las personas intentaba observar a través del cuerpo de la joven, susurrándole que se moviera, pero ella no parecía escuchar.

Su amiga, sin comprender en frustración, la arrastró aún más en dirección contraria de las personas. Sin embargo, aquello no impidió que su mirada se despegara de la cabellera rubia, resaltando entre la multitud. Y mucho menos impidió que la mirada de aquél hombre, le colara los huesos y la hiciera perder la razón.

Ignoró las exclamaciones de Bin a sus espaldas cuando se liberó de su agarre y, como si hubiese sido encerrada en una burbuja, un espíritu desconocido dominándola, empezó a hacerse paso entre la petrificada masa de gente a su alrededor, tratando de no romper el contacto visual con aquel misterioso hombre.

Y mientras más lo observaba, menos podía percibir los movimientos que estaba realizando: el trance en que se encontraba la había hecho olvidar que habían personas observándola. Y, finalmente se dio cuenta de ello cuando fue detenida y sus ojos se encontraron con los duras pupilas del oficial cuidando la escena del crimen.

- Necesito que se retire, señorita -pidió con tono autoritario haciéndola tragar gordo. Pero, aunque en su interior deseaba que aquella sensación terminara, en cuanto miró sobre el hombro del señor, volvió a encontrarse con esos ojos acechadores.

Pero, estos pertenecían a otro... Otro par de ojos que le habían causado el mismo sentimiento que había causado el hombre de la noche pasada.

La única diferencia, es que la forma en que el alto castaño le sonrió sí la hizo querer correr.

- Mae, no me asustes de esa manera -tembló un poco bajo el inesperado toque de su preocupada amiga y, aunque sus manos se posicionaron en su cuello, tratando de que la peli-negra la mirada, ésta no podía dejar de observar a la misteriosa figura masculina.

Los oscuros ojos del hombre bajaron a su escote y se sintió extrañamente desnuda, tal y como si él pudiera ver a través de ella. Pero no fue hasta que llevó la mano hacia la cruz de su cuello y el muchacho volvió a subir su mirada que se dio cuenta que era al objeto al cual observaba.

Sonrió. Ella exhaló.

El olor a sangre inundó sus fosas nasales cuando cubrieron el cuerpo de la joven muerta en el suelo y, el único segundo en que dejó de mirarlo fue cuando los desgarradores gritos de una mujer se escucharon en dirección al cuerpo.

Esa vez no sintió las ganas de llorar. Y cuando quiso volver a mirarlo, el muchacho no estaba.

Bin la volvió a tomar por el brazo y esa vez se dejó llevar. Su mente retumbando con la misma pregunta, una y otra vez, mientras reproducía los episodios de la noche pasada.

Hasta que se dio cuenta.

La chica en el suelo, muerta, había podido ser ella. Pero no lo era...

Aquél hombre la había dejado ir.

¿Por qué?











sé que está empezando de una manera confusa pero tengan paciencia

lo siento por el poco contenido, aún estoy intentando obtener más inspiración

espero les esté gustando hasta ahora

¿quienes serán esos dos chicos? 🤔

un beso,
- ema.

CHÈRIE | JUNG HO SEOK.Where stories live. Discover now