Camino erguida por el pasillo, evitando la mirada de todos los que se atreven a evaluarme de arriba abajo. Me siento sola, me siento mal. Incapaz de hacer frente a toda esta gente, pero aun así me armo de valor y alzo levemente la barbilla,, con aires de una superioridad que no tengo. Recorro la alfombra roja y observo las enormes lámparas de cristal que se alzan sobre nuestras cabezas. Cuatro guardias me escoltan hacia el salón central: dos delante y otros dos a mi espalda. Sinceramente, nunca me había parado a pensar que quizá corriese peligro en mi propio palacio.
-La Srta. Pye ha llegado. -anuncia uno de los guardias que tiene pinta de no haber sonreído en su vida. Estoy en lo alto de una escalera que parece interminable y comienzo a bajar escalón por escalón. No miro a nadie en especial asique mantengo mi mirada clavada en la mujer que está sentada sobre un trono repleto de plumas: como un ángel.
Llego al centro del salón y me paro un segundo a contemplarla: tiene una piel tan blanca que parece de porcelana. Sus cabellos totalmente negros, hacen contraste con el tono de su piel y sus excesivo color de ojos amarillo. Lleva una especie de túnica negra con escote en forma de v que le tapa los pies, aunque me he dado cuenta de que casi todos los ángeles van descalzos, al menos en el palacio. Me mira y sonríe de lado y siento que no soy exactamente lo que ella esperaba. No sé si eso es bueno o malo.
-Bienvenida, hija mía. -todos los presentes se yerguen sobre sí mismos en forma de reverencia, pero yo no. No pienso mostrar lealtad, al menos de momento. -Pye, ¿no es así?
-Vaya, veo que al menos recuerdas el nombre de la hija a la que abandonaste. -escucho un murmullo a mi alrededor y de pronto me entra un miedo cegador: no sé o que es capaz de hacer esta mujer. En cambio, ella se ríe y todos los presentes con ella.
-Tengo muchos hijos e hijas, bonita. -se levanta y durante unos segundos siento como su trono tiembla ligeramente.- Aunque tu eres mucho más especia. que cualquiera de ellos.
Detrás mía, escucho un gruñido y una especie de tos. La mujer frunce el ceño y luego suspira, entre cansada y divertida.
-Ah claro, perdona Lucius. -un chico de mi edad (o eso parece) se arrodilla ante ella. Tiene el cabello totalmente blanco y los ojos de un profundo negro. Parecen pozos sin fondo. - mi chico preferido. No es exactamente mi hijo, pero como si lo fuese.
-¿Qué quieres decir?- pregunto intrigada.
-Dejémoslo para otro momento. -me agarra fuerte de la barbilla y e examina más de cerca. Yo, mientras tanto, no puedo dejar de mirar su piel; es increíblemente lisa. -Me sorprende que me hayas citado cuando en realidad debería ser al revés, ya que yo soy tu reina. Y tu madre-añade-, claro.
-No podía estar más tiempo encerrada en esa horrible habitación. -me zafo de su agarre y me enfrento a ella. Estoy harta de sus jueguecitos. -Quiero saber donde está Belcebú y cuál es mi papel en todo esto.
-Ah, ¿aún no lo sabes? Pensaba que ya habías ojeado un rato los antiguos libros de la Biblioteca. Supongo que habrás conocido a la Guardiana de las Reliquias. Un encanto, por cierto, ¿verdad Lucius?
-Claro, mi reina.
-¿Cómo se supone que debo llamarte yo?-pregunto exasperada.
-Con Darkaida me basta. -sonríe ella desde su trono.
-Pues bien, Darkaida: quiero que me digas dónde está Belcebú.
-No estás en derecho de exigirme nada.
-Me abandonaste, él me salvó la vida. Creo que ahora mismo puedo exigirte cualquier cosa.
-¿No tienes más interés en saber cuál es tu finalidad en todo esto? ¿Por qué naciste? Te lo podría enseñar todo, Pye.
-Corta el rollo.-me cruzo de brazos.-Dime dónde está Belcebú y terminemos con esto.
-Ay, mi pobre Belcebú.-se mira las uñas afiladas y hace una mueca.-La verdad es que se ha portado muy mal, asique digamos que está "castigado".
-Quiero que lo liberes.
-Imposible.-gruñe ella mientras me enseña los dientes. No me da miedo.-Además, tu no me das órdenes niñata.
-No puedo ordenarte nada pero, ¿y si te reto en combate?-escucho un murmullo por detrás y varios insultos entre ellos "niñata" y "desagradecida". Esos son los más flojos. -Sé que no pte puedes negar.
-Eso es imposible, nadie en 300 años ha consegu...
-Calla Lucio.-ordena Darkaida. La observo pensativa durante unos minutos. -¿Cómo sabías que no me puedo negar?
-Como tu misma has dicho, he estado un buen rato mirando los antiguos libros de la biblioteca. Un aburrimiento por cierto, excepto por la parte del combate.
-¿Sabes cuáles son las reglas?
-Tres meses de entrenamiento intensivo y, después, un combate en la arena. Está permitido usar los poderes que tengamos y las alas, si tenemos. Pero, como yo te he retado, yo elijo mi arma.
-Eres lista, querida. ¿Estarías dispuesta a retar a tu propia madre?
-Yo no tengo madre.-gruño.
-Está bien. Si yo gano, harás todo lo que te ordene sin excepciones. -asiento y trago con fuerza. -Si tú ganas, liberaré a Belcebú.
-Y nos dejarás libres.-añado.
-Y seréis libres.-me enseña los dientes de nuevo y me estremezco.- Acepto el reto.
-Acepto el reto.-repito.
-Tienes 3 meses para procesar que serás mi esclava durante toda tu vida cuando pierdas.
-Espera, nunca hemos dicho que fuese a ser toda la vid...
-Exacto. No lo has dicho. -da dos palmadas y aparecen dos soldados. Darkaida se levanta y de pronto dos alas enormes negras se alzan detrás de su espalda: son tan terroríficas como bellas.-Lleváosla de aquí y comenzad desde hoy a entrenarla. Quiero que al menos dure 3 minutos sobre la arena.
Me agarran de los hombros con fuerza y me sacan arrastras de allí mientras pienso: ¿qué he hecho?
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Foto de Lucio, el siervo especial de Darkaida.
ESTÀS LLEGINT
Belcebú.
Literatura romànticaMe llamo Pye y en ocasiones veo angeles. Algunos me dicen que haga cosas buenas. Otros simplemente me ignoran. Ha aparecido un nuevo ángel: se llama Belcebú. Es un auténtico borde. Pero de alguna manera, ha despertado algo en mi interior, ya sea...