—Mmm, no lo sé —habló dubitativo.

—Dale, Matteo. A Emilia no va a importarle que vayas, hasta podrían volverse amigos.

—Es del bando enemigo.

—Al igual que yo, pero miranos ahora, siendo amigos de nuevo.

—Bien, bien. Mañana nos vemos en tu casa; ojalá sea una chica agradable.

—No te preocupes por eso.

~♡~

Ese mismo día, más tarde, Tobías llegó a la mansión Benson para pasar el día con Ámbar. Quería saber qué era lo que la rubia planeaba contarle, y también aprovechar para saludar al señor Alfredo, y tal como había asegurado, apenas terminó el entrenamiento ambos volvieron a la casa juntos.

—Hoy lo sentí más pesado.

—Igual yo; pero me la nueva coreografía me gusta más.

—Eso lo decís vos, que sos mucho mejor que yo patinando. Hasta lucís como una diosa al hacerlo.

—Gracias, me halagás.

—Por nada —dijo él sonriente—. ¿Tu abuelo está preparado para perder ante mi?

—Está preparado para robarte los trucos. Por cierto, si está a punto de perder fingirá un desmayo para no lastimar más su ego. Yo sólo te lo digo porque si Mónica se entera, lo llevará al hospital arrastrando.

—Vaya, tu abuelo es tan mañoso.

—Lo sé.

Ámbar planeaba llegar a la mansión, entrar y dirigirse con el italiano a su habitación para ver otra película y conversar con él. Aún no estaba segura de hablar sobre Simón, pero esperaba que las cosas fluyeran por sí solas.

Sin embargo, su plan fue interrumpido porque, apenas intentó subir las escaleras, vio a Luna bajar tranquila de éstas. La castaña miró a la pareja al pie de las escaleras, inspeccionando cada detalle de ellos; posó su mirada en Tobías, pero él no en ella. El italiano miraba a Ámbar, esperando que comenzara a subir a su habitación.

—Lindo —dijo Luna sin querer.

—Callate —ordenó la rubia, molesta.

—Sólo decía. ¿A dónde vas?

—Iría a cualquier otro jodido lugar con tal de no ver tu irritable rostro.

La mexicana rodó sus ojos, y siguió bajando de donde estaba, acercándose al peligro. Pasó a su lado sin despegar sus ojos verdes de los azules, y luego miró al ojimiel regalándole una sonrisa. El chico intentó devolvérsela, pero su gesto salió más como una mueca; qué incómodo se sentía.

—¿Cómo estuvo tu cita con Simón? —le cuestionó la menor.

Ámbar miró el bonito rostro de Tobías tornarse confundido; y maldijo a aquella mocosa por meterse en sus asuntos.

—No te incumbe —bramó fiera.

—¿Ámbar? —se unió otra voz—. ¿Qué hace él acá?

—Yo me preguntó lo mismo —se mofó Tobías, intentando aligerar su propia incomodidad al seguir presenciando ese tipo de escenas.

—Yo lo invité. ¿Qué hay con eso? —respondió comenzando a cansarse.

—Pues que yo vine porque quería pasar un rato contigo.

—Debiste avisarme antes, y así sabrías que hoy no iba a poder pasar tiempo con vos porque lo pasaré con él.

—Pero... —quiso quejarse, celoso.

—¿Qué? Simón, él es mi amigo.

—A él le gustas.

—¿Me gusta? —intervino aún más confundido el italiano.

—No seas paranoico.

—¿Ahora soy paranoico?

—Lo sos.

—¿Por qué piensas que me gusta? —preguntó interviniendo de nuevo.

—¿Sabes algo? Bien, perfecto. Ve con él.

—Es lo que estaba por hacer —dijo jalando el brazo de su amigo—. Compermiso; y me hablás cuando te des cuenta de lo ridículo que estás siendo —sentenció.

Y sin querer oír una queja más, se apresuró a subir hasta su cuarto.

Hola, hola genteee.

Lamento la demora; tuve problemas con mi cuenta los últimos días y estuve ocupada solucionándolos. Además tengo un concurso cercano y debo estudiar muchooo.

Los ami.

Recuperar... ¿lo que era mío? || SimbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora