Capítulo 18. Dying

Începe de la început
                                    

- No es nada Jay, si te tatúas mi rostro, te regalaría otro tatuaje con gusto - volvió a negar dándome a entender que volvía a perder toda su paciencia conmigo. - ¿Dónde lo quieres?

- Espalda, definitivamente.

- Ugh ¿te queda espacio?

- No me he tatuado en ella, HaNi.

- Cierto - dije pensativa haciendo memoria de sus otros dos tatuajes de tamaño considerable. - ¿Qué te gustaría?

- Una espada.

- Cliché.

- No es cierto, tonta - gritó prácticamente haciéndome reír.

- Bueno, bueno ¿algo escrito en ella?

- Fear no evil - susurró volviendo a mirar la tarjeta.

- No temas ningún mal - me quedé pensando. Él solo asintió.

Nos quedamos un momento en silencio perdidos cada uno en sus pensamientos, aunque similares posiblemente; viendo como ahora nuestro hermanito menor jugaba con las figuritas de acción de los Vengadores.

La corta vida de Jay, antes de llegar a la familia, desde su niñez hasta los dos años, fue un agujero negro. Padres alcohólicos y violentos que no se preocupaban de sus necesidades en lo más mínimo. Me preguntaba siempre, cómo dos personas no podían amar a un bebé que resultó ser fruto de ambos; un bebé débil y frágil que los necesitaba como al mismísimo oxígeno. Bueno. Esas personas hicieron de esos dos años la peor historia jamás contada de la infancia, quienes, seguramente aún disfrutaban de los millones que nuestros padres les habían pagado para quedarse con la custodia de Jay frente al juicio, apoyados por un hogar de menores que los había acusado de maltrato infantil con lesiones graves e intentos homicidio reiterado.

Luego de eso, Jay luchó contra todas las pesadillas de los que alguna vez se hicieron llamar sus padres biológicos. Años duros y dolorosos. Pero logró salir adelante, porque pasó a ser un Jung.

- Más que nadie sabes lo que he luchado, creciste con eso desde que naciste y muchas veces, cuando tuve miedo, estuviste con tus gorditos brazos enclenques para sujetarme en las noches de terror - a pesar de su semblante nostálgico, sacó una carcajada que yo imité con tristeza a pesar de todo. - Pero, ¿sabes? - Soltó un suspiro y giró a verme - algo bueno sale de lo malo siempre. Esa es la historia de mi vida, y ya no le temo a ningún mal. Mira, luego de esa...pesadilla han construido un hogar para mí durante todos estos años, sin distinciones, como un hijo más.

- Jay...-

- No hay mal que por bien no venga, HaNi. Como una vez te dije, solo son malos tiempos, y no son eternos, si te apoyas en una familia.

Luego de esa conversación y de rechazar la invitación de mi hermanito a jugar con un lo siento, cielo, hoy no puedo, corrí...Corrí a mi refugio miserable de tristeza y de dolor digno de un mendigo sin hogar, y eso era lo que más me pasaba, porque yo ¡tenía un hogar, una familia que me apoyaba y no hacía uso de ello! Me sentí como una estúpida luego de las palabras de Jay, reprochándome a mí misma por no ver de lo que me perdía, los juegos, los chistes, las charlas amenas, todo eso había sido distanciado de mi día a día, mejor dicho, yo me había distanciado de todo lo que amaba. Pero no podía volver, no con el corazón y la mente llenos de dolor odio hacia mí persona. Yo no los merecía, a ninguno de ellos. Ni a mamá con su amor y comprensividad, ni a papá con su alegría y consejos justos, ni a Hyorin ni a Jay con su preocupación constante, ni a Hoseok con sus bailes estúpidos y risas escandalosas, ni a Yoogeun, a ese pequeño niño con su inocencia infinita, carita bonita y alegre, su bondadoso corazón.

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