Capítulo 7. Transiciones

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- Por...Dios, mi cabeza, como duele.

La próxima vez que decida ponerme a jugar una tercera partida de la pirámide maldita, lo pensare dos, no, tres veces a lo menos. Siempre he sido buena para tolerar el alcohol, pienso que es algo de familia, pero luego de unos cuantos tragos bien fuertes y macanudos en alta cantidad, y calidad, es normal que la gente caiga a una presunta resaca el día siguiente, ¿verdad?

Estuve todo el día y toda la tarde del día sábado, quieta como una momia en su tumba eterna para evitar que mi cerebro se sacudiera dentro de mi cráneo. Bebiendo agua como si fuera condenada a vivir en el desierto, había tomado por lo menos unos tres litros de líquido durante todo el día. Nunca más bebo tanto... ¿Cuántos tragos bebí?... ¿unos siete?... quizás nueve... No, no, esperen, ¿diez?

- Hermanita, ¿cómo sigues? - tengo enfermera personal. Sí. Mi linda hermana mayor me ha cuidado todo el día, trayéndome agua y algo de comida liviana, para no vomitarla. Estoy segura de que hacía todo ese lindo trabajo para sacarme el rollo de lo que hice, o pasó, la noche anterior... es más inteligente de lo que esperé.

- Espera, espera... No te sientes tan fuerte. – exclamé de dolor cuando Hyorin se sentó en mi cama. No había sido tan brusco el movimiento, pero en esas condiciones se hacen más sensibles los sentidos.

- Aish, supongo que la pasaron muy bien anoche, ¿no? – acarició con suma delicadeza mi cabello casi violeta mientras dejaba otro vaso gigante lleno de agua sobre mi velador. No respondí a su supuesta pregunta retórica. – Mamá quiere que Hoseok y tú vayan al supermercado a comprar algunas cosas para la cena.

- ¿Qué? ¿No estás viendo cómo estoy? Si me levanto de aquí me caeré muerta. – exageré levantando un poco mi cabeza, sintiendo un gran pinchazo en mi cerebelo. Mamá tenía una manía de hacerme recordar las cosas dolorosamente. En este caso, recordarme que debo tomar medidamente.

- Ya sabes cómo es, se sale con la suya al momento de educar a sus hijos mediante sus ensayos y errores. – se rió levemente al momento en que se levantó de mi cama. – Entre más rápido vayan, más rápido volverán, hermanita. – salió de mi habitación.

Por favor, ¿es que nadie tenía piedad de mí?, una adolescente con una vida de aventuras por delante, que debe aprender a superar su dolor, pero ésta, ciertamente, no era la mejor manera de ejemplificar ese tema de la aventura y sus consecuencias.

- Ay, HaNi~. – se quejó mi trasnochado primo entrando por la puerta vestido con una polera azul gigante y unos shorts negros. – Me voy a morir. – se lanzó a mi cama cayendo a mi lado panza abajo.

- Ah, Hoseok, no te muevas. – ahora yo me quejé, el grandísimo infeliz de primo hizo mover toda la cama, y según mi percepción, todo el segundo piso con su aterrizaje bestial.

- ¿Escuchaste que tu madre quiere que nos movamos? – dijo enterrando la cabeza en mi almohada.

- Si fuera eso, ya no tendríamos que salir al supermercado, Hoseok. – me senté a duras penas apoyándome en el respaldo de la cama. - No puedo creer que sean tan insensibles con nosotros.

- ¡HaNi! ¡Hoseok! Más vale que se muevan si no quieren que yo lo haga. – escuchamos el grito de mi mamá desde el pie de la escalera.

- Mamá, no grites. – susurré tocándome la sien.


Diez minutos después ya estábamos en el Cadillac azul de Hoseok, ambos con un rostro de: por favor, péguenme un tiro ahora ya. ¿Nuestro destino?: ¡El supermercado! Habría sido un mini viaje ameno si no sintiera que alguien estaba martillando dentro de mi cabeza.

Honda DN-01Where stories live. Discover now