Capítulo 9

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Capítulo 9:

Música ahogada resonaba por la casa. Un montón de coches aparcados enfrente de esta. Y de vez en cuando, personas siniestras y chicas aparentemente sacadas de una esquina entraban en mi campo de visión desde la puerta principal hasta perderse en un lugar de la casa, llamado, según John, "lugar donde bajo ningún concepto pueda poner un pie."

Mis ojos caían en un pequeño reloj situado en la parte superior de la chimenea, contaba cada segundo, cada tic seguido de su tac.

A lo largo del día pude apreciar cada detalle de aquel pequeño objeto; su intenso color dorado, las minúsculas figuras que marcaban su relieve junto o las delicadas manillas en movimiento, tan automático y tan seco.  

Mi día había consistido en sentarme y observar cada más mínimo detalle que pudiera, no había visto a John, sin embargo, alguien siempre estaba dispuesto a sentarse a mi lado bajo la farsa de hacerme compañía, pero yo sabía que era para vigilarme de no husmear en "las estancias prohibidas".

Algunos, eran los compañeros de John, esos que conocí el primer día que estuve aquí, pero otros, a diferencia de estos, iban con traje y tenían un tamaño tres veces más grande que la media de la población humana. Los bautice como "los matones de John" ya que si estaban aquí, conmigo, era por orden expresa de John. No creo que se junten muy a menudo con una chica como yo para debatir si son mejores los gatos o los perros.

A pesar de mi aburrimiento máximo, recuperé las horas de sueño perdidas de semanas y me entretuve haciendo bromas a los matones con Max y Nick, mientras Jackson nos hacia muecas de desaprobación.

Jack no había aparecido, y yo obviamente hablé con Darcy, quien me aseguró que hoy no lo había visto.

A partir de ese momento todos mis músculos se relajaron.

Cansada de memorizar cada parte de aquel inusual reloj, deslicé mi mirada por toda la estancia hasta caer en los ojos de Nick, los cuales no se habían apartado de mí ni un segundo desde que llegó. Sonreí. Es hora de actuar.

Su cuerpo relajado contra la pared, sus manos medio escondidas en los pequeños bolsillos de su pantalón, tenía una sonrisa adorable, un comportamiento algo infantil, me recordaba a mi hermano, pero cuando observabas su mirada oscura podías entender porque estaba en aquella casa, en aquel negocio.

"Shana, se que estoy bueno pero no hace falta que me mires tanto." Su típica sonrisa traviesa salió y no pude contenerme a no hacerlo también.

"Vete a la mierda Nick." Soltó una carcajada y se acercó a mí.

"¿Qué quieres hacer ahora pequeño diablillo?" Preguntó enarcando una ceja.

"Bailar." Sonreí y él aún más.

"No te dejaré ir allí." Aclaró con un movimiento de cabeza hacia la zona prohibida.

"¿Quién ha hablado de ir hasta allí? Para bailar solo se necesita música y una buena compañía." Me acerqué a él y pasé mis brazos por sus hombros. "Y ahora... Ahora lo tenemos todo." Susurré en su oído.

Lentamente sus brazos rodearon mi cintura. Sonreí, todos los hombres son iguales. Empecé a mover mis caderas al ritmo de la música ahogada y él, automáticamente, me acercó más hacia su cuerpo.

Vamos Shana, puedes hacerlo.

El plan era seducirle y sacarle aprovecho. Pero a medida que notaba más su calor corporal sobre el mío, mi seguridad se desvanecía junto a mis intenciones.

Sus manos bajaron todavía más, cerca de un lugar prohibido para cualquier hombre, estaba por separarme cuando una voz fuerte y dura resonó por toda la casa.

AléjateWhere stories live. Discover now