One Will Die - Parte 1

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Las campanas habían sonado y para Gold eso significaba dos cosas: debía comenzar con la poción y Belle estaba bien; claro que recién se iniciaba el hechizo y necesitaría las próximas campanadas para asegurarse, pero algo era algo. Vació la poción con cuidado sobre la línea, cuando hubo terminado espero las siguientes campanadas y, sin duda alguna, no esperaba para nada, lo que ocurriría a continuación. 

Greg, que había estado observándolo por un buen rato, se abalanzó sobre él derribándolo. Si bien el no había conseguido los poderes estaba ahí dispuesto a hacer lo que hiciera falta para que el hechizo saliera mal y significara la destrucción de por lo menos gran parte de la ciudad. Gold, nada lento, se lo quito de encima con un bastonazo, se puso en pie tan rápido como pudo y antes de que Greg tuviera tiempo de hacer nada, pego sus pies al suelo con magia.

–¿Y qué es lo que tan idiota hombre, sólo e indefenso, hace aquí?– Pregunto Gold apretando los dientes.

–Lo que haga falta para que no tengan éxito–

–¿Y de veras has sido tan iluso de creer que un simple mortal como tú, podrá detenerme?– Gold dejo salir una de sus típicas y características risitas. –¿A mí? ¿Al ser oscuro?–

–Podré ser un simple mortal, pero no estoy solo– Greg forcejeaba para soltarse los pies para librarse.

–Oh sí... Si, si, si... Su compañera... ¿puedo preguntar en donde se encuentra tan detestable señorita?–

–El iluso has sido tú al dejar desprotegida a tu chica–

–¡Ja! ¿De veras crees que no le he dejado todo tipo de protección? Por supuesto que lo hice... Lo que nos lleva a las siguientes preguntas:– Gold endureció la voz y dijo –¿cómo supieron de nuestros planes? Y ¿dónde está tu amiguita?–

–Debieron haber revisado el lugar, no hacerlo fue un gran error de su parte, porque en nuestro primer paso por el pueblo plantamos toda clase de micrófonos en lugares estratégicos, los suficientes como para conocer cada detalle de su plan y los riesgos del mismo–

–¿Y qué hay de tu amiguita?– Insistió Gold.

–Eso si que no te lo diré... Dime tu, ¿dónde crees que está?–

Las campanadas sonaron otra vez y Gold se apresuró para no llegar tarde a la parte del hechizo. Intentó hacer caso omiso a las provocaciones del hombre que tan idiota había quedado atrapado en medio de algo más grande que él. Sin poder moverse de donde estaba, se limitó a provocarlo con palabras, que en verdad no causaban más que risa en el ser oscuro.

Una luz roja se encendió sobre la línea de su poción al terminar el hechizo, a lo lejos y de forma muy tenue podía divisarse que en la línea de Cora se encendió una luz azul, sobre la de Regina una violeta y sobre la de Emma una luz amarilla. La segunda fase del plan se había completado.

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En el búnker habían escuchado las campanadas, todas las que habían sonado. Mientras siguieran haciéndolo estarían a salvo y, lo más importante, estarían seguros de que en la superficie todo estaba saliendo de acuerdo al plan; pero entre ellos había un integrante ansioso por demás, uno que contaba los minutos y segundos para llegar a oír las campanas.

–¡Quieres calmarte!– Le espetó David, cansado de verle dar la vuelta número 36 en las cuevas.

–¿Cómo quieres que me calme? Tu estas tranquilo porque Snow esta aquí–

–Pero mi hija también está allá arriba y no me ves dando vueltas por doquier.–

–No me gusta estar encerrado, ¿está bien? Mucho menos bajo tierra, sin saber que ocurre arriba. Estoy acostumbrado a estar en medio de la nada, con mi barco ¡por todos los cielos! Además tengo una sensación mala, algo va a pasar, yo lo sé–

Operación AnacondaWhere stories live. Discover now