Calma

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Los guardias se acercaron lentamente hacia ellos, sin tener idea cómo se vieron envueltos en medio de una lucha, los atacaban de todas partes y, cuando quisieron darse cuenta, los guardias se encontraban en el suelo, inconscientes. Los enanitos, que se habían quedado rezagados, habían llegado al momento justo para ver como los rodeaban y, ni lentos ni perezosos, se lanzaron a la lucha hasta acabar con ellos.

Una vez pasada la primera amenaza fueron contra Tamara y Greg. Hook corrió junto a Henry y Cora hasta donde se encontraba la máquina, con Regina dentro, para sacarla de ese lugar.

–¿¡Cómo funciona esta cosa?!– exclamó Hook desesperado.

–Es un código numérico, hay que... hay que encontrar la clave correcta– pudo llegar a decir Henry en su desesperación.

–Tranquila... Te sacaremos de ahí– dijo Hook en un tono suave y apoyó su mano sobre el cristal, mirándola directo a los ojos. Cora se lo quedó mirando sorprendida de verlo de ese modo.

Regina lo miró con los ojos llenos de lágrimas por el dolor que estaba experimentando, sentía como si su vida se le estuviera escapando por sus manos, precisamente por los electrodos que tenía colocados en ellas. Sentía realmente como algo le estaban sacando, aunque no hubiera podido decir con exactitud qué.

–¡Anda mocoso! ¿Qué esperas?– lo apuró Cora, al igual que Hook no toleraba ver ni por un segundo más de ese modo a su hija y si no la sacaban pronto, abriría un hueco en el cristal a como fuera con tal de sacarla.

–No me apures, ya voy...–

Probaba números al azar pero ninguno servía. Hook corrió hacia Greg y lo amenazó con el garfio –¡Dímelo!– Bramó –¿Cuál es el código? ¿Cómo se para?–

–No se puede– contestó él esbozando una sonrisa siniestra.

–Una vez que se inicia no se puede parar– añadió Tamara orgullosa de su creación.

–Ya verás como encuentras un modo de frenarlo cuando acabe contigo– dijo Cora avanzando con grandes y rápidos pasos amenazantes a Tamara, pero Gold se metió en el medio para detenerla.

–Alto ahí dearie, que aún la necesitamos con vida–

–Puede que a ustedes les parezca eso, pero yo...–

–¡Una manera tiene que haber!–

–Que no la hay– insistió Tamara sin temor alguno. Realmente, o era muy tonta o era totalmente inconsciente, cegada por alguna especie de delirio de grandeza.

–Pues entonces... la crearé yo–

Dicho esto Hook corrió hacia la máquina y con la mano y el garfio fue golpeando el grueso cristal hasta que logró romperlo, primero una pequeña grieta y luego un gran agujero. Su mano sangraba y los gritos de Regina eran ahora audibles. Con toda la adrenalina, el coraje y desesperación, Hook trató de cortar, romper o arrancar las esposas que la mantenían prisionera. Cada intento era inútil, no había manera de cortar ese metal.

–¿¡Dónde están las llaves?!– gritaba mientras seguía golpeando las cadenas.

Henry, Emma y Ruby se pusieron a buscar por toda la cabina. David y Mary Margaret vigilaban a Tamara y Greg, Gold sujetaba a Cora para que no asesinara a ninguno todavía, mientras que los enanitos se ocupaban de los guardias que seguían inconscientes.

Ni Greg ni Tamara decían una sola palabra, solo se dedicaban a mirarlos con una sonrisa en sus rostros sabiendo que no podrían parar el proceso de la máquina, al menos no sin dañar a Regina.

Operación AnacondaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora