El viaje

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–No, no me volverán a dejar aquí con el chico–

–A mí tampoco me dejarán aquí, es mi madre y tengo derecho a ir a buscarla–

–Henry es demasiado peligroso, Hook alguien tiene que quedarse cuidando de él– Dijo Emma.

–¿Y a mi qué? No es mi hijo y tampoco soy niñera... Además la mujer del cocodrilo no vendrá, ¿Por qué no se queda ella cuidándolo?–

En efecto, cuando Belle vio como se dibujaba el mapa en el globo, enseguida comprendió todo. Toda una sensación de frustración, impotencia, enojo y traición la embargargó. No tenía suficiente ya con el fantasma de Milah, de la cual Rumpel jamás se olvidaría estando siempre presente en Baelfire, sino que ahora también tenía a Cora que si bien era una mujer con la cual él ya no tenía ningún interés y la prefería muerta, era algo de lo que él nunca le había contado: jamás le había dicho que hubo otra mujer a parte de Milah y, de todas las mujeres posibles en el mundo, ¿tenía que ser Cora? ¿Por qué no pudo ser alguien más? Y lo peor de todo es que ¡habían tenido una hija! Y no cualquier hija, no era nada más ni nada menos que Regina, la reina malvada, la mujer que la había tenido prisionera durante 28 años en Storybrooke y otros tantos en el bosque encantado. ¿Sabía Regina la verdad? ¿Era esta la razón por la que no quería que Rumpel volviera a estar junto a ella? ¿O no sabría nada de todo esto al igual que ella? Eran demasiadas preguntas y necesitaba respuestas, pero de momento no quería ver a Rumpel, por eso había decidido que no iría a esta nueva aventura.

–Bueno está bien– dijo Emma por fin –vendrán los dos pero ya no hablen. Busquen sus cosas que nos vamos–

–¿En dónde se encuentra?– Preguntó Hook.

–En uno de los lugares más fríos de este país, nos vamos para Alaska–

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–¡Tamara!– La llamó Greg desde la puerta de la habitación sin ventanas.

–¿Qué ocurre?– dijo ella algo molesta por la interrupción cuando salió del cuarto.

–Basta, has terminado–

–Pero aún no nos dice nada–

–No podemos arriesgarnos a debilitarla más y que luego no nos sirva–

Tamara se cruzó de brazos y soltó un resoplido. Estaba frustrada, se sentía embaucada. Todo ese tiempo había estado esperando poder poner sus manos sobre aquella mujer, poder emplear sus propios métodos para que contara todo. Sin embargo ya estaba, Greg estaba a cargo y había ordenado que se detuviera. Dirigió su mirada a través de la ventana unilateral, y centró su atención en Regina.

–Entonces ¿Qué haremos?–

–Pasaremos a la siguiente etapa, prepara la máquina–

Greg se fue por el pasillo y Tamara quedó inmóvil en el lugar mirando a su prisionera. Apenas se movía, era notorio que ya estaba exhausta, podría seguir, podría intentar quebrarla, no faltaba mucho podía notarse la miraran por donde la miraran, pero el jefe había sido muy claro y debía prepararla a ella y a la máquina.

Luego de un instante se decidió a volver a entrar. Obedecería a las órdenes de Greg, pero también disfrutaría al máximo la posición superior en la que se encontraba en ese momento. Caminó lento hasta llegar a los pies de la camilla donde Regina estaba acostada y atada. Continuó a su lado, muy lento, acariciando con sus dedos la pierna de la morena, subiendo lentamente. Regina, en cuanto sintió su mano, se sacudió tratando en vano de quitársela de encima. Tamara, con una sonrisa cínica en sus labios, continuó con su mano subiendo, luego por su brazo hasta quedarse en su hombro.

Operación AnacondaWhere stories live. Discover now