Sin moverme, fijo la vista en mi dibujo y trato de encontrar en él aquella atracción que me trajo a Shibuya. Está listo, en él puedo contemplar el gran cruce peatonal atestado de siluetas de personas y el embriagador destello de los parafernálicos edificios colapsados de publicidad luminosa. En su primer plano hay alguien saltando con piernas y brazos extendidos, alguien, otro turista rebelde que se niega a olvidar.
Regreso al real Shibuya, efectivamente sigo observando el fantástico y explosivo cruce Hachiko Crossing. Cientos de japoneses y expectantes turistas, posando y grabando, dejando huella. Aferrándose a los escasos momentos que tendrían con esta portada de Tokio. Y los comprendo. Pese a todo este tiempo aún me siento como una niña viendo magia en todos lados, descubriendo Tokio como si fuese una primera vez.
Cambio de lápiz, me acerco a mi dibujo en blanco y negro, le escribo la fecha sobre el borde de un edificio y en el extremo inferior derecho sello mi recuerdo con mi tradicional A.
-Disculpa... -oigo una aguda voz femenina a mis espaldas.
Me giro hacia mi derecha, quedando frente a dos japonesas súper maquilladas, de peinados perfectos y tenidas provocativas. ¡Quién viene a un café vestida de esa manera! Obviamente yo no. Con suerte tuve tiempo para un jeans, una camiseta blanca y mis Vans favoritas.
-¿Sucede algo? -utilizo el japonés más amigable que tengo.
-¡¿Eh?! -gritan unísonamente.
-Habla japonés -murmura la más bajita.
Asiento y sonrío con cortesía.
-Disculpa, la verdad es que te queríamos pedir un favor -pregunta la valiente-. ¿Podríamos sacarnos una foto con tu novio?
-¡¿Qué?!
¡Me están tomando el pelo! Miro a mi alrededor confusa. A un lado tengo un tipo que no supera los veinte años metido en sus estudios ¿Él? Ni hablar. Me giro con una sensación perdida y quedo cara a cara a un extranjero que me mira fijamente. La respiración se me corta y abro los ojos como plato. ¿Me está sonriendo? No sé qué cara le habré puesto pero ríe. Guapo, muy guapo.
-¿Puedo? -arquea una de sus cejas.
Impresionante, habla japonés.
Su rostro emana masculinidad. De forma angulosa, pálido, pómulos marcados y barba de pocos días. Su intensa mirada azulina me deja boquiabierta. Es tan singular, una combinación armoniosa en forma y color junto a su alborotado cabello castaño.
-¿Puedo? -insiste y recuerdo dónde estoy.
-Sólo si tu quieres.
¿Qué estoy haciendo?
-¡OK! -contesta entusiasmado al par de fans que ya se encuentran arreglando sus peinados.
La valiente me mira con cara de disculpa y acto seguido me pasa su cámara dorada con piedras brillantes. ¿También debo fotografiarlos? ¿Qué tipo de novia hace eso? Al menos por unos segundos yo lo sería.
Me paro y me ubico a unos metros de distancia. Mientras se organizan logro contemplar algo más de este tipo que me mira descaradamente de pies a cabeza. Recorro su cuerpo con discreción, alto y esbelto. ¿Sería sólo un cuerpo bonito? Río para mis adentros, probablemente lo sería. En eso mi curiosidad choca con la suya y veo en cámara lenta como sus labios esbozan una sonrisa maliciosa.
-¿Lista?
Mierda.
-¡Sí!
Enfoco. Ellas saben perfectamente cómo posar. Inclinan sus rostros y alzan sus manos formando aquel símbolo de la paz tan japonés. «Hai cheese». Apreto y listo.
ESTÁS LEYENDO
Y te encontré en Tokio
RomanceHace tres años que Alicia decidió iniciar una nueva vida en Japón. A pesar de ser un país con una cultura completamente distinta a la suya, logró adaptarse, terminó su maestría y encontró el trabajo de sus sueños en una prestigiosa firma de arquitec...