"Cambios de una noche"

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La casa más cercana era la de Donghae. Ir a la suya implicaría un largo camino para alguien que lleva un fuerte peso en los pantalones y no estaba dispuesto a sobrellevarlo. Cualquier lugar estaba bien, mientras fuera sobre un sitio acolchonado y caliente, después de todo no había porque ser demasiado exigentes con el sexo simple.

La casa estaba a oscuras, el silencio solo podía significar que no había nadie ahí.

Se estaban dirigiendo a la habitación de Donghae, por lo que HyukJae le detuvo antes de que siquiera abriera la puerta. El zorro rojo le dio una mirada confusa.

—Es demasiado íntimo hacerlo ahí. En lo personal jamás me he atrevido a llevar a alguien a follar en mi cama.

—Oh por favor, ¿eso importa?

Su expresión seria le dijo que sí. HyukJae encontraba importante no permitir que sus conquistas se enredaran en sus limpias y suaves sabanas. ¡Vaya jodido problema! porque a Donghae le venía igual.

—¿Dónde se supone que lo hagamos entonces? ¿En la alfombra?

—¿No tienes una habitación desocupada? ¿Algo con una cama o sofá y una puerta con pestillo?

Donghae puso los ojos en blanco y pensó. —Quizás... Mierda, lo único que hay es el armario. Si no te importa hacerlo sobre una pila de ropa vieja, polvo y cientos de cosas inútiles.

HyukJae entrecerró los ojos, e hizo que Donghae quedara boquiabierto cuando asintió. —Jamás he tenido una experiencia en un armario.

Aquello no fue fácil, el espacio reducido –como era de esperarse- dificultaba la movilidad de ambos. Estaban de rodillas uno frente al otro, cinco centímetros entre sus cuerpos, una bombilla encendida sobre sus cabezas, y los sacos en las perchas aglomerados en el costado izquierdo. Sus respiraciones encerraban más calor por lo que pronto sus mejillas estaban rojas.

HyukJae le sacó la camisa y permitió que Donghae hiciera lo mismo. Bajaron la cremallera de sus pantalones y juntaron sus bocas ansiosamente. HyukJae enrolló su lengua y penetró  su cavidad obligándolo a someterse, y sin embargo sus manos permanecían firmes en las caderas ajenas.

En un segundo HyukJae se encontraba sentado con las piernas estiradas y Donghae sonrió lascivamente girándose y colocándose encima de ellas. Su trasero a su erección, y su espalda en su pecho. Dio un salto y la sensación maravilló al zorro blanco.

-—Me da gusto saber que recibes.

—No soy pasivo —confesó, tirando de los mechones de HyukJae para obligarlo a besar su hombro desnudo. La agresividad le dejo claro a su compañero que estaba hablando en serio. —Espero que no seas de esos que quieren la sumisión de una princesa.

—No me molestan las princesas— susurró —Tampoco los ogros como tú.

Se dejó caer de nuevo y casi sentía que estaba al borde. Aquello era lo que hacía especial a la temporada de apareamiento, todo el tiempo daba la ilusión de llegar al clímax, y el verdadero final apenas se comparaba con lo asombroso.

Sus manos con largos dedos fueron directamente a la dureza del centro, la estrujó cuidadosamente y acarició de arriba abajo por encima. Llevó la derecha a sus testículos, masajeándolos, y la izquierda recorrió con el dedo medio desde la cabeza hasta la base.

Donghae gimoteo y se retorció. HyukJae continuó porque su placer era el suyo también. Apartó los pantalones, la esponjosa cola rozaba uno de sus costados causándole escalofríos. Atacó de nuevo su hombro, succionando y lamiendo, disfrutando del contacto directo.

El zorro rojo movió en círculos su trasero, dio un par de saltos que traían como consecuencia dolor y goce al pene debajo de él. Cada segundo más duro y empapado como el suyo.

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