XXXII

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En el camarote de la Perla imperaba el silencio. Hugo y Mary estaban sentados juntos, en una esquina, conteniendo los sollozos y tratando de animarse mutuamente, Gibbs estaba mirando melancólicamente por al ventana y madame Bouchard estaba echada en un sillón, con su pierna de marfil extendida mientras bebía ron sin parar. Anne y Alan...él estaba más que impactado, no había hablado desde la batalla, en parte porque no sabía de qué hablar. Jack Sparrow...¿Su padre? Alan siempre había tenido muy claro quienes eran sus familiares, hasta que Anne le metió en la piratería pero eso...ser hijo de un pirata, ser el bastardo de Jack Sparrow y para rematar faena, él ya no estaba.

-Bastardo endemoniado- Maldijo madame- ¡Que el diablo lo tenga a su lado!

Gibbs la miró y asintiendo, también brindó.

-Por Jack Sparrow.

Mary se levantó.

-¡El condenado era el peor protector de los siete mares!

-¡Un borracho!- Concordó Anne.

Todos brindaron y bebieron. Llevaba allí horas, honrando la memoria de Jack, del capitán borracho, loco y demente que les había llevado al umbral de la muerte, a ese bastardo que si Alan lo tuviese en frente, le destriparía con el garfio.

-Jack te dio la brújula- Señaló Anne- Ahora tú eres capitán, Alan.

Todos le miraron y Alan no supo que decir, quedó cayado y bajó la cabeza.

-Supongo que ahora das las órdenes, niño- Dijo madame- ¿Órdenes?

Alan suspiró.

-Navegad hacia donde os de la gana. Yo solo quiero descansar.

Anne tomó su mano-

-Abre la brújula y señala un rumbo.

Alan asintió, sin expresión alguna, y abrió la tapa de la brújula. La aguja daba vueltas sin parar, al igual que la cabeza de Alan que en ese momento estaba tan colapsada de ideas que tenía la sensación de que le iba a estallar. Jack: Su padre; Él: Capitán. Miles de pensamientos inconexos le destrozaban y trituraban el coco hasta que el único pensamiento que tenía era el deseo de que Jack estuviese allí, con él.

-¡Alan!- Gritó Anne zarandeando su hombro-¡Mira, la aguja!

Era cierto. La aguja de la brújula se había detenido por completo y no se movía ni un centímetro. Señalaba hacia el...

-Este- Mencionó Athénaïs- Pero si venimos de allí.

-Bueno pues...es lo que señala la brújula ¿no? Y si yo soy el capitán...

Todos se miraron entre sí y acto seguido sus miradas quedaron desviadas al señor Gibbs.

-Eh...daré la orden.

El segundo de abordo salió del camarote.

-¿Dónde crees que nos lleva?- Inquirió Anne.

Alan sonrió.

-Creo que a mi salvación.

El joven tullido también salió del camarote a paso ligero. Sus amigos le siguieron, obviamente con la coja madame Athénaïs como la última del redil, pobre mujer, había perdido su pierna y su barco dos veces...¡Mira, como Alan!

Salieron y ya la tormenta había cesado, el mar estaba en calma y el viento era fuerte. Tardaron horas en virar y llegar hasta la zona en la que la aguja de la brújula comenzó nuevamente a dar vueltas como loca.

-Esto es donde luchamos.

Efectivamente el lugar era el sitio donde hace escasas horas había derramado su sangre. Trozos de los navíos quedaban a flote, maderos, cuerpos, armas, velas y alguna que otra bandera pirata o española.

Piratas del Caribe: El último pirata.Where stories live. Discover now