XI

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Las calles de Santo Domingo no eran en nada parecida a Cádiz, Sevilla o otras ciudades de la península ibérica. Los edificios eran altos y en su mayor parte, de piedra, al contrario que en Europa. Las calles no contaban con adosado ni aceras, eran un tumulto de tierra, barro y cosas peores. El grupo de piratas caminaba tranquilamente por la calle ¿Pirata? Era raro, Alan...un pirata, uno de esos babosos cerdos mar de los que su padre le hablaba, bueno su padre tampoco era tan trasparente y parece que ahora Alan era otro baboso cerdo de mar.

-Ya hemos preguntado a dos posaderos y a cuatro tendederos- Resopló Hugo- No sabemos qué ocurre de especial en esta isla, todos dicen lo mismo: No ha pasado nada ¿Tenéis suelto?

-Sí- Concordó una malhumorada Anne- Esta ciudad parece tener la misma felicidad que yo por las mañanas.

-Capitán, deberíamos dividirnos. Yo y Hugo buscaremos provisiones para enviar a la Perla. Usted, Alan y Anne pueden seguir haciendo pesquisas.

-Buena idea, Mary- Sonrió Hugo.

-De acuerdo- Accedió el sobrio capitán- Id a comprar por ahí nosotros...investigaremos.

-Enviadnos a Jack si pasa algo- Le avisó Mary.

Ambos piratas se marcharon por un callejón secundario mientras dejaban a sus cuatro compañeros y a un mono atrás. Jack quedó parado frente al letrero de un puesto de armas, parecía pensar con detenimiento el siguiente paso, la fuerza de su mirada y su capacidad de análisis dejó sorprendido a Alan, tal vez fuese un capitán increíble.

-Vamos a un burdel.

Retiró lo dicho.

Anne miró al capitán.

-Estoy de acuerdo.

-¡¡¿Qué?!!

-¡¡¿No se suponía que buscaríamos información?!!

Anne le miró con una sonrisa.

-Hernández, no hay mejor lugar pare captar información que un burdel, los hombre están borrachos y bobos, no sabes siquiera lo que dicen.

-¡Exacto!- Aprobó Jack- Y en un burdel hay ron.

-Y mujeres- Aportó Anne.

Alan estaba a punto de chapurrear un montón de motivos increíbles por los que debían desistir de la idea del burdel pero cuando estaba hablando se percató de que Anne y Jack ya recorrían el camino hacia el puerto, en busca del burdel más cercano. Alan les tuvo que seguir.

Por supuesto, encontraron rápidamente el edificio, cosa que no era muy difícil. La fachada de madera estaba completamente pintada de rojo y rosado. Por los balcones se escuchaban ruidos obscenos, tiroteos de cañones, canciones de borrachos y golpes de puño contra piel. Pintoresco sería buena palabra.

-¿La marinera traviesa?- Inquirió Alan- Que nombrecito.

Entraron al...establecimiento. El interior era un poco ruinoso y estaba lleno de tapices rojos y las paredes, las mesas, el suelo y el techo eran de distintos todos rosados, el propietario debía ser alguien muy especial para someter al local a aquellas formas.

-Este sitio me suena- Murmuró Jack.

Era un desastre. El centro de la gran estancia era una gigantesca sala de baile llenas de cortesanas, hombres borrachos y muchas otras cosas. Muchos se peleaban entre ellos a puñetazo y espada, las mujeres vestían todas anchos y glamurosos vestidos, corsés y de accesorios llevaba sombrillas, sombreros con plumas...otras mujeres tocaban música con instrumentos de madera, percusión y un piano de cola.

-¡¡Tabernero, un ron!!- Demandó Jack.

No había tabernero. Tras la barra de ron había otra dama de cabellos rubios, labios rojos y ojos azules, con el mayor escote que Alan había visto.

-Oh...¿Qué quieren tres guapos caballero de este modesto establecimiento?- Murmuró la mujer, seductora.

Anne usó su mejor voz masculina.

-Sirve dos botellas de ron

-Yo quiero agua- Argumentó Alan.

-Dos de ron y...agua.

-Enseguida, guapo.

-¡¡Eso!!- Gritó el capitán pirata- ¡¡Ron para el capitán Sparrow y sus amigos.

La música, los gritos y la diversión pararon al instante. Las cortesanas dejaron de entretener a los clientes y al instante, Jack, Alan y Anne se encontraron rodeados de sesenta mujeres armadas hasta los dientes. Los instrumentos de música, las sombrillas eran armas de fuego y otras tantas mujeres sacaron de sus faltas pistolas, fusiles y trabucos. La tabernera dio un golpe  a y un gigantesco trabuco negro salió de debajo de la barra. La mujer les apuntó a los tres con su arma.

-Jack Sparrow...debes una deuda.

-¿Eh?- Preguntó Jack.

-No nos recuerdas.

-La cara me es familiar ¿Os he amenazado alguna vez?

La tabernera cargó el trabuco.

-Ahora nos recordarás ¡¡Chicas, llevadlos al trastero!!

-¡¡No, el trastero no!!- Gritó Jack-...¿El trastero?

Decenas de mujeres con vestidos se abalanzaron sobre Alan y sus compañeros y formaron un gigantesca pelota a su alrededor, impidiéndoles moverse o hacer cualquier cosa. Les desarmaron, el mono cayó del hombro de Jack y la gran masa de mujeres les empujaron por una puerta trasera, dejando boquiabiertos a los clientes hombres.

Les llevaron por un largo y ancho pasillo. Todas gritaban y disparaban en todas direcciones gritando cosas extrañas como: Ahorcamiento, decapitación, desvenestración,  lapidación guillotinar...cosas demasiado pintorescas para el gusto de Alan.

Atravesaron unas grandes puertas y llegaron a lo que parecía un estudio. Las mujeres parados y una cortesana de vestido amarillo les hizo avanzar. La imagen que vieron no tenía precio...en el mal sentido. Un hombre viejo, parecía un doctor, examinaba la pierna derecha de una mujer demasiado bella para que fuese real. Era de piel totalmente blanca, grandes ojos marrones y pelo del color de las llamas. Llevaba un fastuoso gorro carmesí de plumas escarlatas y un faisán muerto colgado...Alan prefería no preguntar. Su vestido era recargado y de distintos tonos de rojo. La mujer tenía los miembros larguiruchos y una muleta maltrecha reposaba sobre su mesa...junto a un trabuco.

La mujer emitió un quejido.

-¡¡Ten más cuidado Luis!!- Dijo golpeando al doctor.

-Disculpadme...madame Bouchard- Gimió el hombre.

-¡¡¿Bouchard?!!- Jack intentó escapar pero se detuvo en seco.

-¿Quién es?- Preguntó Anne.

-¡¡¡SPARROW!!!

La mujer se levantó la falda, apoyó su pierna sobre la mesa, tiro de un gatillo y el tacón de su zapato se abrió, dejando ver un cañón que disparó cubierto de humo y chispas.

Una cortesana, al lado de Jack, cayó muerta por el disparo.

-¡¡Puñeta!!- Bramó la mujer- ¡¡¿VES LUIS?!! ¡¡NO PUEDO MATAR EN CONDICIONES CON MI PISTOLA-PIERNA SI NO ESTÁ ARREGLADA!!

-Oye...

-¡¡¡YO TE MATO SPARROW!!! ¡¡¡CHICAS!!!

Todas las prostitutas, haciendo caso omiso de su compañera muerta, apuntaron con sus armas de fuego al trío de piratas.

-Oh- Dijo Jack- Yo también me alegro de verte, Athénaïs.

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Arriba: Madame Athénaïs Bouchard. 

Piratas del Caribe: El último pirata.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt