XXVI

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Desde la bodega, Alan escuchó impotente como la batalla se desarrollaba sobre él, con gran fulgor. Escuchó el sonido de los cañones, del acero y de los gritos. Por el hueco del enrejado contemplaba como los soldados españoles ganaban con gran facilidad a los avezados piratas del Ranger.

Tras el fin de la batalla los hombres del Carmen se adentraron en la bodega. Hugo no aguardó junto a Alan sino que se lanzó contra los españoles y estos rápidamente lo redujeron. El Hernández dudó ¿Qué hacer? Si se lanzaba contra los españoles lo más probable es que muriese...solo le quedaba una opción, solo una.

Se escabulló entre las sombras y se introdujo dentro de la peor celda que encontró. Allí se revolcó con polvo y usando su espada rasgó sus ropas y luego ocultó el arma dentro de unos sacos, en el interior de la celda, a su pesar también tuvo que deshacerse de la mano de plata que Anne le había regalado, sería demasiado contraproducente para su plan.

Los españoles llegaron.

-¡Hay un prisionero!- Anunció uno de los soldados, Alan veía su casaca blanca manchada de sangre relucir en la oscuridad de la bodega.

Otros hombres se acercaron, iban dirigidos por un teniente. El joven pirata reconocía bien la indumentaria de cada soldado de su majestad, su padre lo había obligado a estudiarlas con profusión.

El teniente abrió la puerta de la celda y se acercó con sumo cuidado a Alan.

-Tranquilizaos, señor- Dijo con delicadeza- Ahora estáis bajo el amparo de la real armada española ¿Podéis comunicarme vuestro nombre?

Alan fingió temblar y se arrinconó un poco más en la esquina de la celda.

-Alan...Hernández, de Cádiz.

El teniente abrió los ojos.

-¿Sois el hijo de don Fernando?

Alan asintió lentamente.

-¿Podéis corroborarlo?- Inquirió el teniente.

Alan negó.

-Es mi palabra.

El soldado se puso en pie y acomodó su casaca blanca.

-Entiendo...lo llevaré ante mi capitán- Dijo sujetando a Alan para que se pusiese en pie- Él conoció a don Fernando, os reconocerá a vos.

Alan siguió a los soldados españoles a cubierta ¿Hugo...que le habría pasado? Alan presenció como se lo llevaban, estaría bien, eran hombres del rey, no podía eliminar a alguien a sangre fría, al menos era lo que Alan deseaba creer.

Al llegar arriba el español presenció una completa carnicería. Decenas de piratas muertos en cubierta, muchos más caídos del bando de Alan que españoles, a los que él contaba solo trece o veinte bajas. Soldados recogían a los caídos del Carmen y los subían a bordo mientras un sacerdote dispensaba unos sacramentos a los piratas que no conocería tumba alguna.

Al lado del Ranger, se encontraba el Carmen, cuya altura eclipsaba completamente al barco pirata. Alan contempló como las dos dos andanadas debajo de cubierta mostraban sus canciones, desafiantes.

El teniente le guió hasta la popa del Ranger.

-Señor- Dijo mientras se enderezaba y se llevaba la mano al tricornio negro, haciendo un saludo militar.

El capitán era un hombre regordete, la casaca le quedaba bastante ajustada al igual que las medias y las botas negras. El tricornio le cabía a penas en la cabeza y sus mejillas estaban tan rojas como la sangre. El hombre ocultaba su rostro tras un pañuelo, tratando de no oler el hedor a cadáver.

Piratas del Caribe: El último pirata.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin