Capitulo 27.

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Cuando el señor Gold dio la autorización para que todos los obreros entraran a su casa, el espacio se convirtio en un mar de gente que iba de aqui a alla con materiales de decoracion y para construir.

El cambio fuerte lo iba a tener la habitación de Mía a petición del dueño de la casa, no le importaba nada mas que la comodidad de su hija.
Yo estuve un rato supervisando y dando especificaciones de como quería que dejaran el cuarto de mi novia para hacerla feliz y que nada le faltara. Después de unos minutos, cuando su padre me pregunto por ella fue cuando recordé que había quedado por teléfono de recogerla pronto.

Dejé que los obreros hicieran su trabajo y subí rápido a mi auto. Él padre de Mía me dijo que estaba bien dejarlo ahí y que yo fuera a buscarla, él hablaría con ella después.

Conduje hasta el edificio abandonado y cuando estuve dentro la busque con la vista mientras decía su nombre.

Cuando llegue a la planta donde nos sentamos la vez pasada la vi.
Estaba en el pequeño sofá viejo hecha un ovillo.
Me miró y sonrió débilmente. Sus mejillas ya no estaban mojadas, pero sus pestañas largas estaban juntas y caídas.

Para cuando llegué a ella, ya se había puesto de pie.

–Ey, ¿Qué ocurre?.–Dije casi en un susurro.–No necesitas esa ropa para verte linda.

Puse mis manos en su cintura y ella levantó la mirada al fin.

–Jamás te vas a dar por vencido, ¿Verdad?.

–¿De tratar de hacerte sonreír? No veo que me vallan a dar ganas de parar.–Acomode su cabello detrás de su oreja y la bese lentamente.

–Pensé en un buen regalo de cumpleaños para ti, ¿Sabes?.–Dijo cuando nos separamos.

–Oh, ¿De verdad?.–Nos dimos la maño y caminamos a la salida lentamente.

–Si, encontré el regalo perfecto cuando me di cuenta de que no tenía dinero.

–¿De cuantos besos y abrazos estamos hablando...?

Ambos sonreímos.

–No es eso, tonto. Quiero de verdad que te la pases bien en tu fiesta esta noche.

–Ajá...

–Y pues no lo harás si estas preocupado a cada segundo porque yo me divierta.

–Mía...

–Déjame terminar, Ely.–Me puso una mano en el hombro y ambos dejamos de caminar.–Mi regalo es la promesa de que, por una noche no voy a estar triste. Tendré la mejor disposición a divertirme, lo juro.

Definitivamente ella sabia exactamente lo que quería.
Le puse los brazos al rededor de la cintura y la levante en el aire.

–¡Va a ser perfecto, Mía! De verdad.

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–Ya esta oscureciendo.–Le dije cuando llegamos al centro comercial.–Tenemos mas o menos una hora para llegar listos a la mansión o Nina va a matarme. Toma.

Saqué dinero de mi billetera y lo metí en el bolsillo delantero de su pantalón. No le di tiempo para que protestara.

–¿Qué se supone que haga?.

–Es suficiente para que compres un cambio de ropa lindo y te arreglen el pelo si quieres...

Mi celular vibró en mi pantalón y lo saque. Era Connor.

Que seas mi alegría.Where stories live. Discover now