Capítulo 11.

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Subimos al auto y nos escapamos de las ultimas clases para ir a aeropuerto.

-Esto es una locura.-Decía Mía nerviosa apretando la agarradera de seguridad de la puerta del coche.-Sólo a los ricos se les ocurre viajar repentinamente a las 7:00 pm de la tarde.

Me reí de su expresión.

-No sé exactamente si eso fue un cumplido.-Bromeé.

-¿Vas a pasar por ropa?.-Me preguntó.

-No, puedo comprar cuando estemos ahí. ¿Tu quieres pasar por algo a tu casa?.

-No, esta es laejor ropa que tengo...

-¿Qué?.

-¡Nada! Que así estoy cómoda.

Todo iba bien con Mía y parecía que de a poco se había olvidado de lo que pasó esta tarde.
Ya estaba oscureciendo cuando llegamos al aeropuerto y compré los boletos, ahí comenzó a ponerse nerviosa.

-¿Qué tienes?.-Le entregué su boleto.

-Pensé que iríamos en tu auto. Está cerca.

-Me gusta viajar en avión.-Sonreí.-Además se nota que jamás lo habías hecho.

-Por supuesto que no.-Miro al rededor y se asombró con toda la gente y con todas las tiendas dentro de la estructura.-Es muy costoso, mejor ve tu sólo y...

-Nada de eso. No me importa gastar mi dinero en ti. Vamos a comer algo en lo que sale el vuelo.-Quise tomar su manos pero un microsegundo antes de que la tocara, retiró la mano.-Perdón, sé que te molesta el contacto físico.

-No me molesta.-Susurró.-Sólo...me da miedo. Los chicos de la escuela sólo me tocan cuando quieren lastimarme.

Suspire.

-¿Piensas que yo soy como ellos.-Lo dije suave. Ella negó.

-Hay que intentarlo.-Y entonces suavemente y muy lento tomó mi mano y una sonrisa leve apareció en su rostro.

-Sonreiste.-Dije alegre.-Mía, estás sonriendo.

-Eso creo, y a ti te sudan las manos.-Se rió.

-Me pasa cuando estoy contento.

-¿Siempre?.

-Exacto.

Como ya había dicho, la llevé a una de las tiendas de comida del aeropuerto para comer algo ligero antes del vuelo. Cuando estaba ahí mi celular sonó.

-¿Hola?.

-¡Hijo! ¡¿Dónde estás?!.-Gritó mi padre del otro lado de la linea.

-Voy a ir al oculista.-Dije como si nada.-No se preocupen, regreso mañana temprano.

-¿Vas al oculista? ¿A tu oculista? ¿Ahora mismo?.

-Si, papá, ya te dije que vuelvo mañana.

-Mmm..., ¿Y vas sólo?.

-Traje a la vecina conmigo.-Escuché muchas risas del otro lado. Estaban todos juntos.

-Bueno, está bien. Nos vemos, hijo.

Y colgó. No es como que antes no me hubiera escapado a otra ciudad en avión.

-Era tu familia.-Dijo Mía.

-¿Los escuchaste?.

-No, sólo es esa sonrisa que pones cuando hablar con ellos o de ellos.-Recargó su rostro en sus manos sobre la mesa.-Siempre sonríes, pero de distintas maneras. Hay sonrisas más especiales que otras.

-¿Y cómo sonrío cuando estoy contigo?.

Iba a contestarme pero calló porque una voz mucho más alta sonó por todo el lugar.

-Pasajeros del vuelo 12 favor de abordar ahora.

Juntó sus manos y sonrió emocionada.

-No puedo creer que valla a hacer esto.-Dijo antes de levantarse.

Cuando íbamos caminando y comenzamos a subir las escaleras, no sabía bien si era el reflejo de la luna en su piel o el viento que volaba su cabello suelto lo que me hacia sentirla así de perfecta.

Tomamos nuestros lugares y ella abrió emocionada la cortina de su ventana para poder ver el momento en el que la pista encendiera las luces y comenzáramos a despegar.

Un segundo antes de volar, cuando los motores despegaban el avión de la pista, Mía miró al frente y tomó mi mano sin pensarlo.
Entonces descubrí que no era ninguna de esas cosas que podía ver lo que me hacían pensar que era perfecta, sino ese sentimiento de que conmigo su tristeza se transformaba en alegría.

Jamás supe lo que era estar enamorado hasta que sentí eso que te provoca que una persona sonria por ti.

-Ely...-Me llamó mientras yo sólo miraba nuestrasanos entrelazadas y acariciaba la suya con mi pulgar.

-¿Si?.

-Gracias.-Levanté la vista.-Creo que así se siente estar feliz.

Sonreí.

-¿Ya no trataras de alejarte?.-Ella negó.

-Eres...eres increíble, Ely. Jamás había conocido a alguien como tú.

-Que aburrida debió ser tu vida todo este tiempo.-Bromeé y ella me golpeó levemente en el hombro haciéndome reír.

Estaba muy feliz por el simple hecho de que sentía que ella también lo estaba.

Se quedó dormida con la cabeza recargada en la ventana pues todo el tiempo fue viendo lo que había afuera. Cuando me di cuenta me quité la sudadera para hacerla una almohada y despues ponerla bajo su cabeza contra la ventana.
No quería que nada, ni un dolor de cuello, arruinara esto.

No duró mucho el viaje, pero cuando llegamos eran las primeras horas de la madrugada.

-¿Iras a ver a tu oculista a esta hora?.-Me preguntó.

-¿Qué? ¡Claro que no! Buscaremos un lugar donde pasar la noche y mañana por la mañana iremos, así saliendo tomamos el otro vuelo de regreso y llegamos a tiempo para ir a la escuela por la tarde.

Se puso algo nerviosa y comenzó a frotar sus brazos por el frío de la noche.

-Está bien.-Dijo no muy segura.-Vamos que me estoy congelando.

Le di mi sudadera de nuevo y le dije que mañana por la mañana la llevaría por algo más abrigado. Por ahora sólo queríamos un lugar donde pasar la noche.

En el aeropuerto había muchos números de hoteles y moteles, sólo llamé al que ya había ido algunas veces antes con mis amigos en excursiones o con mi familia.
Eran pequeñas habitaciones individuales para los turistas, pedí que prepararan dos: una para Mía y otra para mi.
Pude pagar por una matrimonial pero eso no sería adecuado.

Cuando llegamos al motel, primero llevé a Mía a su habitación. Entré con ella para ver que tan bien estaban.

-Dios mío.-Se cubrió la boca con ambas manos.-Debió costar mucho dinero.

-En realidad es muy económico este lugar.

-No te creo.-Se rió lanzándose a la cama como una niña pequeña.-¡Siente esto! ¡Es mas suave que mi cama mi sofá juntos!.

Me tiré de igual manera a la cama a un lado de ella y efectivamente, era muy suave.

-¿Te gusta?.-Le pregunté.

-Me encanta.-Dijo mirando el techo.-Me siento libre...me siento como si la sensación de el despegue del avión se volviera permanente.-Se puso de lado en la cama y me miró.-¿Sabes una cosa?.

-Dime.

-Jamás me había sentido así. Jamás me había sentido feliz o libre, sólo hasta que tú llegaste.








Que seas mi alegría.Where stories live. Discover now