Capítulo 24.

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Veía toda la escena desde dentro de su closed. A través de las tablas ligeramente separadas podía ver a la chica de mi sueños llorar arrastrándose en el piso hasta llegar a donde se encontraba la tela de toda su ropa nueva rasgada sobre los pies de su papá.

–Perdoname, hija.–Dijo él.–Es por tu bien, mi amor.

Y sin decir más, se dio media vuelta y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él.

Mía tomó entre sus manos lo que antes había sido su primer vestido y lo abrazó contra su pecho con cariño mientras lloraba.
Salí de su armario y caminé en silencio hacia ella, no quería asustarla. Sólo llegué por detrás y suavemente puse mi mano en su hombro.
Ella giró su cabeza y me vio con sus ojos acuosos.

–Ely.–Susurró mi nombre, yo me arrodillé junto a ella.–Creí que te habías ido.

Limpió un poco sus lágrimas, pero al darse cuenta de que no dejaban de brotarle de los ojos paró de hacerlo.
Aún tenía en sus manos su vestido roto y lo miraba entristecida.

–Sólo te dije que me iría para poder subir por el árbol de tu vecina a tu ventana.–Expliqué en tono bajo.–Pensé que me necesitarías.

Ella asintió.

–Quedó irreparable.–Susurró.–Este lo escogimos juntos. Iba a usarlo para verme a tu altura, como una chica normal que sale a la fiesta de cumpleaños de su novio.

Pasé lentamente mi mano por sus hombros hasta rodearla. Ella terminó acortando la distancia y me abrazó para seguir llorando sobre mi hombro.

–Quizá puedes usarlo para disfrazarte de chica zombie, ¿No crees?.–Mi chiste no la había reconfortado para nada.–Mi chica no necesita un vestido para verse a mi altura, tu eres mejor que cualquier chica que se me cruce por enfrente. Eres inigualable, Amelía Gold, tu apellido dice de que estás hecha.

Me alejé un poco de ella para tomarla de la barbilla y levantar su rostro. La besé muchas veces hasta que sentí que sonrió.

–Basta.–Susurró.–Si me besas voy a pensar que todo está bien y no es así.

–Pero si justo para eso son los besos, bonita.–Volví a besarla suavemente.

Después de unos segundos, me levanté del suelo tomándola de las manos para que me siguiera.
Caminé de espaldas hasta su cama y me senté en ella con la espalda en la pared invitándola a sentarse conmigo.

–Anda, ven.–Estiré los bazos y ella subió a la cama conmigo para abrazarse de mi pecho.

Mientras la tenía acostada sobre mi, con la cabeza en donde se escuchaba mi corazón y yo acariciaba su mejilla suavemente podía sentir sus suspiros silenciosos. Aún estaba llorando, pero tenía que dejarla hacerlo, después de todo es lo único que ella conoce para sentirse mejor.
Una vez que llore toda la tristeza voy a poder llenarla de alegría de nuevo.

–Es muy tarde.–Susurró después de un rato.–Tus padres seguro están preocupados por ti.

–Lo sé.–La besé en la coronilla.–Pero no más que yo por ti, Mía. No pienses en mis padres.

Se movió un poco pero sólo para acomodarse y abrazarme mejor.

–Por favor no te vallas hasta que me quede dormida, ¿Si?.

–Te lo prometo.

Entonces tuve el momento más tranquilo y hermoso de mi vida.
Su calor corporal combinado con el mío nos hacía inmunes al frío que se comenzaba a sentir.
Mi mano acariciaba delicadamente su mejilla derecha mientras su cabeza subía y bajaba con los movimientos de mi pecho a causa de mi respiración tranquila mientras que la suya era de vez en cuando interrumpida por un suspiro cortado de esos que da después de llorar por un rato.

Era tan hermosa y tan frágil.

En la mayor parte de mi vida siempre me pusieron como el chico débil. El temeroso, eso quizá debido a que me crié junto a Connor, deportista atlético. Mi padre quería sobre todas las cosas que fuera siempre un atleta al igual que Connor, Nina ya era el cerebro de la familia siempre con sus buenas notas, pero se les olvidó que eramos mellizos, salí más nerd y hipster que valiente y atlético.
Después de unos años, cuando pasé la pubertad él se dio cuenta de que no había forma de hacerme cambiar ni de que superara algunos miedos y aspectos en mi persona con los que a veces si era muy delicado.
Ahora es normal para ellos y no esperan que me comporte como nadie además de mi mismo.
Con ella puedo ser un héroe y ser yo  al mismo tiempo.
Con ella tengo la posibilidad de reconfortar en vez de necesitar que me reconforten.
Por primera vez me siento necesario realmente en la vida de alguien.
Estoy enamorado de esa sensación, estoy enamorado de ella.

Cuando su abrazo perdió fuerza entendí ya se había quedado dormida entonces era momento de marcharme. Mañana regresaría temprano para asegurarme de que todo estaba bien.

Puse su almohada en mi espalda cuidadosamente para que después, cuando me hiciera a un lado, su cabeza quedara sobre ella.
Me levanté y busqué con la vista algo con que cubrirla, cuando lo encontré se lo puse encima y salí como entré: Por la ventana.

Debería pedirle que ponga una escalera o algo aquí, ¿No creen? Mi espalda está pagando esto de ser buen novio.

Caí en el arbusto bajo la ventana de Mía y traté de que mi gritó sonara lo más bajo posible pero aún así no pide evitar soltar un par de malas palabras referiendome al dolor en mi tracero.

Me levanté del cuelo y sacudí las hojas secas del jardín que se habían quedado en mi ropa y cabello. Si cuidaran de su césped quizá no me hubiera solido tanto la caída.
Estaba por irme cuando escuché como alhp se rompía dentro de la casa. Lo sé, quizá debería dejar de entrometerme pero es que en verdad me preocupa Mía.

El ruido venía de la sala entonces me asomé por una ventana abierta silenciosamente y pude verlo. El padre de Mía estaba sentado en su sofá con una mano en la frente y otra sosteniendo un portaretratos con el cristal roto. Estaba llorando, quizá llevaba horas haciéndolo en silencio y no me di cuenta.
Su mano estaba sangrando por los vidrios rotos pero no creo que llorara por el dolor que eso le causaba, era por lo que acababa de pasar con su hija.

No sabía de que era la foto hasta que lo escuché hablar.

–Si tu estuvieras aquí, aún sin llenarla de lujos, juntos podríamos llenarla de amor.

Que seas mi alegría.Where stories live. Discover now