Capítulo 12.

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Casi se me salía el corazón del pecho. Dudaba que pudiera dormir después de esto, pero ella estaba cansada entonces después de media hora hablando con ella me dirigí a la puerta.

–Bueno, supongo que querrás descansar.–Le dije.–Ire a mi habitación para dejarte.

–Espera, ¿Tu habitación?.

–Si, aquí al lado.–Abrí la puerta.

–¿Me voy a quedar aquí sóla?.–La miré de nuevo y sonreí.–Digo...¿Qué pasa si alguien entra?.

Ella tenía miedo. Esa era la verdad.

–Es un motel muy seguro, Mía, no te preocupes. Puedes cerrar la puerta con seguro y yo dejaré abrierta la de mi habitación por cualquier cosa.

Ella asintió no muy segura.

–De acuerdo. Buenas noches.–Dijo.

–Que descanses, hay pijamas que regala el lugar en el baño supongo. Vendré a tocar tu puerta temprano.–Salí de la habitación y di unos dos pasos hasta llegar a la mía.

Era exactamente igual a la otra. Entre cerré la puerta solamente como le había dicho a Mía y me acosté a dormir con una de las pijamas del motel que había en los estantes del baño.

Como ya lo había pensado, no podía dormir de la inmensa felicidad que me había provocado todo lo que había pasado en las últimas horas.
Después de una media hora apenas pude comenzar a cerrar los ojos, me estaba quedando al fin dormido cuando escuche que la puerta chirro un poco. Estaba muy cómodo ahora para arruinar mi sueño entonces no le hice caso al ruido.

Retomaba mi sueño y de repente sentí que un peso caía del otro lado de la cama haciendo que me undiera. Alguien picó mi hombro suavemente.

–Ely...–Era Mía.–Ely...

Mmm.

–Perdón por despertarte, no quiero dormir sola.–Me di la vuelta poco a poco y la vi arrodillada frente a mí en la cama con su pijama del motel.–La verdad es...que jamás había dormido fuera de mi casa.

–Está bien.–Le sonreí tiernamente.–Duerme conmigo si quieres.

Yo era quien quería que se quedara ahora.

–Es que ya pagaste por dos habitaciones y...

–Tranquila.–Me acomodé mejor de lado hacia donde estaba ella.–Me regresarán el dinero.

Entonces asintió y cerró la puerta silenciosamente para después acomodarse a un lado de mí en la cama timidamente.

–Gracias.–Susurró.

–Que descanses.–Cerré los ojos y me dispuse a dormir. Mis ojos se cerraban de nuevo cuando ella volvió a llamarme.

–¿Ely?.–Dijo suave como temiendo que me molestara.

–¿Mmmm?.

–¿Puedo...tomar tu mano de nuevo?.

Abrí un poco los ojos y busqué su mano entre las sabanas para después entre lazar nuestros dedos.
Esta vez me aseguré de que ella estuviera tranquila antes de volver a dormir.

–De verdad te da miedo.–Dije bajo.

–Contigo a lado de mi ya no, sólo quería volver a tomar tu mano.

Me sonrió tiernamente y yo le devolví la sonrisa para después quedarme profundamente dormido.

A la mañana siguiente me desperté con la sensación de tener un brazo dormido. Me sorprendí al notar que era porque Mía lo abrazaba con todo su cuerpo mientras dormía.

Que preciosa se miraba así. Casi no me importó que no sintiera el brazo pero desgraviadamente tenía que despertarla.

La desperté poco a poco moviéndola suavemente y diciendo su nombre un par de veces hasta que que pareció reaccionar.

–Un rato más, papá. Hoy no quiero ir a la escuela.–Definitivamente no había reaccionado.

Me reí un poco antes de volver a intentar despertarla.

–¡Mía, despierta!.

Ella dio un salto despertando por completo y al dar un par de miradas a la forma en la que abrazaba mi brazo también lo soltó rápidamente.

–Lo siento. Me dejé llevar.–Se acomodó el cabello.

–¿Qué pasó con la chica que le temía al contacto físico?.

–Di otra cosa como esa y no te vuelvo a tocar en mi vida.–Bromeo saliendo de la cama con una sonrisa en los labios.

Llamé a mi oculista e hice una cita para que preparara unos anteojos de mi graduación y así sólo recogerlos y no tardarnos tanto en eso.
Dentro de media hora yo ya tenía en mi rostro mis tan amados y caracteristicos lentes de hipster.

–Muy bien, ahora a comprarte ropa.–Le dije a Mía cuando salimos.

–No, estoy bien. No es necesario.

Me paré en la esquina de la calle para mirarla a los ojos.

–No te lo había dicho pero se acerca nuestro cumpleaños, de Nina y mío claro y haré una fiesta en la mansión.

–¿Y eso que tiene que ver conmigo?.

–No seas tonta. Tu serás mi invitada de honor y...posiblemente la única. Todos los demás irán de parte de Nina.

–Pero ella es muy popular.–Se puso nerviosa.–Abrá muchísima gente a la que no le agrado.

–En realidad para muchos eres invisible pero...–Me golpeo en el brazo.–Bien, mi punto es que nos la vamos a pasar muy bien los dos.

–No quiero ir.

–Oh, claro que si.–No le hice caso.–Entonces te compraré un poco de ropa para ese día y para uso diario, ¿Te parece?.

–No.

–Perfecto, ¡Al centro comercial!.

Pedí el primer taxi que paso por donde estabamos parados y fuimos al centro comercial donde antes Nina me traía a Connor y a mi a comprarse ropa por el simple hecho de que me gustaba la ropa de ahí para Mía.

–Buenas tardes, jóvenes, ¿Les gustaría que les muestre algo en especial?.–Nos preguntó un elegante trabajador.

Miré a Mía.

–Creo que todo lo que sea de color rojo, gris, negro y verde oscuro.–Sonreí.

Ella me agradeció con la mirada que no la hiciera probarse ropa de colores que ella odia.

El empleado fue por montones y montones de ropa de los colores que yo le había pedido y la puso en un escabel frente a unos sofás y a un lado de otro escabel estaba parada Mía.

–Vamos, pruevate algo.–Le dije sentándome frente a ella. Tomó una blusa del escabel a su lado y leyó la etiqueta.–Si ves la etiqueta de todo lo que te probarás no vas a querer llevar nada.

–Por supuesto que no querré llevar nada. ¿Ya viste el precio de esto?.–Señaló la ropa.

–Me lo imagino. No es la primera vez que vengo aquí.

–¿Entonces? Ya tienes tus anteojos, ya me pagaste el motel y el boleto de avión, ya vámonos.

Suspire, me levanté de mi lugar y la tomé de los hombros.

–Mía, dime quien soy.

–Ely Stobbe.

–Ahora dime cómo soy.

–Tierno, hipster, necio y muy rico.

–Exactamente, así que no me harás cambiar de opinión.

Que seas mi alegría.Where stories live. Discover now