Capítulo 25- Amores De Juventud y West Side

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-Harry, de verdad que insisto en que Norah y tú os quedéis con nosotros. Hay muchas habitaciones. Y sólo será una noche. -Suplicó su madre, girándose ligeramente desde el asiento del conductor y fijando los ojos en él para demostrarle lo en serio que iba.

-Mamá, ya he reservado el hotel. -Suspiró.

-No uses ese tono conmigo, Harry.

-Tengo 24 años. -Respondió en seguida. Su voz se fue debilitando conforme llegaba al final de la frase y pude ver como su determinación disminuía conforme discutía con su madre, incluso sus ojos se suavizaron cuando ella hablaba y relajó los hombros.

-Sigo siendo tu madre. Y te estoy pidiendo que te quedes con nosotros. ¿Nunca podemos verte y ahora que estas aquí no te vas a quedar bajo mi techo? No lo permito. De ninguna manera lo voy a permitir. -Resopló.

Tuve que aguantarme la risa cuando vi que el ojo derecho de Harry prácticamente temblaba de frustración. Sólo cuando Gemma empezó a reír me uní a ella, reclinándome contra el hombro de Harry para camuflar el sonido que salía de mi boca. De todas las cosas que podría ser Harry, lo último por lo que habría apostado era por un hombre familiar, y mucho menos un niño de mamá.

Pero eso era exactamente lo que era, y el hecho de que no quisiera quedarse bajo el mismo techo que ella, solo ayudaba a reforzar mi teoría. Adoraba a su madre aunque le pusiera de los nervios. Bajo su mandíbula tensa y su expresión fría había un toque de cariño y casi veneración por la mujer que le había criado.

-Para de reírte. -Me dijo de repente al oído. Pegué los labios en un patético intento de enmascarar mis risas. Agarró mi mano más fuerte para advertirme de nuevo, y esta vez, conseguí callarme.

-Bueno, ¿entonces te quedas con nosotros, no? -Preguntó Gemma que se giró ligeramente para mirarnos con una ceja levantada. Harry apoyó la cabeza en el asiento de piel.

-¿Tengo que hacerlo? -En su cara se dibujó una sonrisa sospechosamente parecida a la de Harry.

-Sí, sí que tienes que hacerlo

-Bien. Aunque sólo esta noche.

Su madre chilló contenta desde la parte delantera del coche. Gemma sonrió ampliamente y fijó la atención de nuevo en la ventana. Harry, por otro lado, se masajeó el puente de la nariz y respiró profundamente, murmurando algo parecido a "¿qué coño he hecho?".

El resto del viaje fue silencioso. Harry miró por la ventana todo el tiempo, con los ojos entrecerrados y la mandíbula tensada. Charlé un poco con Gemma y Anne, que eran dos de las personas más adorables que había conocido. Las dos eran cariñosas y acogedoras y era incluso difícil imaginarse que Harry estuviera emparentado con ellas.

Aparcamos en la puerta de una encantadora casa de ladrillo a las afueras de la ciudad un par de minutos después. Tras subir las maletas arriba hasta la habitación donde nos íbamos a quedar hubo un pequeño desacuerdo que incluyó un "Ni de coña, mamá. Norah se queda conmigo", un "¡esas palabras, Harry!" y un "por mi todo está bien" por mi parte. Al final acabé en la habitación en la que Harry había crecido.

Las paredes estaban pintadas de un simple tono de azul y habían varios posters colgados que incluían (pero no se limitaban) a: chicas, coches y fútbol. No era muy propio de Harry. Había una cama de tamaño medio en la mitad de la habitación, cubierta con una cubierta que parecía muy calentita, confortable y cosida a mano.

Puse mi maleta en un rincón y de repente me vi contra la pared por Harry en el momento en el que me giré. Sus manos estaban en todas partes, sus labios besaban cada centímetro que encontraban. No tuve tiempo de reaccionar y su lengua ya estaba masajeando la mía, llena de necesidad y desesperación.

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