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Sun Hee iba por la vereda, saltando de una baldosa a otra, divertida. Yoongi la observaba con una sonrisa y, a la vez, cuidándola para que nada le pasara. Acababan de salir del jardín de infantes.



—¿Sabe, señor Min? Papá me contó un cuento, anoche.

—¿En serio? ¿Cuál?

—El de Ricitos de Oro y los tres osos.

—¡Eso es genial! ¡Adoro esa historia!

—Ella tenía una mamá, un papá y un hermanito, y volvió con ellos después de haberse escapado de los osos. Había comido... —detuvo sus pasos— la... la avena... y... rompió...



Yoongi frunció sus cejas. La niña no era alguien que callaba tan fácilmente. Al contrario, siempre hablaba demasiado, y él lo adoraba, pero ahora se encontraba parada frente a un local, mirando hacia adentro. El mayor se acercó a ella y siguió su mirada.

Dentro, del otro lado del cristal, al menos una docena de niños de, aproximadamente, la misma edad que ella, practicaban ballet. Sun Hee sonrió, y sus ojitos brillaron con alegría. Yoongi se agachó hasta quedar de su altura y puso una mano sobre su hombro.



—¿Te gusta esto?

—Sí, me encanta... ¿Puedo ir?

—Ah, no sé, tendría que consultarlo con tu papá, primero.

—¿Por qué?

—Porque es tu papá. Tiene que saber en dónde estás y qué estás haciendo.

—¿Y si lo llamamos?

—Él está trabajando, cariño. No podemos, a menos que sea una emergencia.

—¿Esto no lo es?

—No —rió suavemente.



La chiquilla hizo un puchero, y Yoongi se paró, tomando de nuevo su diminuta mano, aunque un ruido hizo que volteara. La puerta del lugar se había abierto. Una mujer de no más de treinta años, con el cabello recogido y un atuendo adecuado para el baile, se acercó a ellos.



—Disculpe, creí haber visto a su pequeñita mirar hacia adentro ¿Están interesados en tomar clases?

—Aún n--

—¡Sí! —exclamó, feliz, haciendo reír a los más grandes.

—Nos quedan diez minutos para terminar. Puede venir y probar, si quiere. Se ve muy entusiasmada.



Y ahí estaba... Sun Hee y su carita de cachorro mojado. El corazón de Min Yoongi se derritió ante la imagen y, tras un corto y casi imperceptible suspiro, la acompañó hacia el interior del estudio de baile.

La mayor preocupación de Min Yoongi no era una molestia generada por el hecho de tener que acompañarla, sino lo que Jimin pudiera llegar a decir de ello. El menor era bastante sobreprotector cuando de su hija se trataba, y no quería tener problemas con él.

Obviamente, la clase no tardó en terminar. Cuando salieron, emprendieron nuevamente su camino hacia la casa del maestro, quien miraba, feliz, a la niña en sus brazos. Estaba trepada a él como un koala bebé, y reía por lo bajo, debido a la felicidad que le había causado el haber asistido a la lección.

With all of my heart [Yoonmin] ©Where stories live. Discover now