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Lunes por la mañana. Min Yoongi formó una fila con sus pequeños alumnos, y los sacó hasta la puerta en el horario de salida. Uno por uno, los chicos eran entregados a sus padres. Cuando sólo quedaba la última niña, suspiró. Sun Hee siempre quedaba hasta el final. Varias veces la había visto lloriquear por haber estado sola, y creyó que aquel día podía ser uno de ellos. Sin embargo, esto cambió en cuanto vio a Park Jimin acercándose con una sonrisa. La niña, al haberlo visto, chilló de alegría y corrió hacia él, abrazándolo. Su papá revolvió con cariño sus cabellos, despeinándola un poco. Se agachó, besó sonoramente su mejilla y la tomó en brazos.



—¡Señor Park! ¡Qué sorpresa!

—Buenas tardes.

—Creí que hoy vendría su esposa, como todos los días.

—¿Esposa? Oh, no, ella no es-- —carraspeó, dejó a su hija en el piso nuevamente— no tengo esposa. Ya no —sus ojos se volvieron tristes.

—Lo siento, no quise--

—Está bien, no pasa nada. La chica que venía a buscar a Sun Hee es una vecina. Ahora vendré yo en su lugar... como debía de haber sido desde un principio.



Una pizca de culpa se coló entre sus palabras.



—Ey, lo importante es que ahora puede estar aquí —sonrió— ¿Logró hablar con su jefe?

—De hecho, renuncié.



Min Yoongi abrió grandes sus ojos ante lo que había acabado de escuchar.



—Puedo conseguir otro empleo, cuyos horarios me permitan estar con mi pequeña. Me puse a pensar seriamente el otro día al respecto: ¿Realmente valía más mi trabajo, que los momentos que podía pasar junto a ella? Definitivamente, no es así.

—Creo que es algo obvio, ya que hablamos de un padre y su hija, pero se nota que realmente la amas —mencionó, dejando de lado la formalidad.

—Más que a nadie.

—Hablando de todo esto... sé que Sun Hee va a estar más que feliz al pasar más tiempo contigo. En cada evento, en cada acto, cada vez que llegaba el horario de salida, ella se veía triste. Sin embargo, el viernes, antes del acto, la vi sonreír. Ella siempre lloraba cuando tenía que hacer estas cosas. Y aunque me encontraba más que encantado de haberla visto feliz, también sentí curiosidad. Le pregunté el porqué de su actitud, y dijo que le habías prometido que la verías.



Jimin sonrió y miró al suelo, sintiendo cómo se nublaba su visión debido a algunas lágrimas que se acumulaban en sus ojos, pero que él no quería dejar salir.



—Sé que puede ser un problema en cuanto a lo laboral, pero realmente admiro tu manera de pensar y que hayas tomado esta decisión. Lamentablemente, no todos los padres se preocupan tanto por el bienestar de sus hijos. Algunos creen que lo hacen, pero, al querer brindarles algunas cosas, no les dan otras que son igual o más esenciales —asintió con la cabeza—. Creo que eres un muy buen padre.

—Gracias. En serio, muchas gracias —lo miró— ¿Nos vemos mañana?

—Por supuesto —se agachó a la altura de la niña—. Adiós, Sun Hee. Que tengas un buen día.

—Gracias, señor Min —sonrió.



Después de que la chiquilla haya tomado la mano de su padre, ambos caminaron hasta el final de la vereda, se subieron al auto y se dirigieron hasta su casa, listos para comenzar a pasar más tiempo juntos.

Min Yoongi, luego de haberse despedido de su alumna y su padre, cerró la puerta del jardín y entró a su salón. Se sentó en su silla frente a su escritorio, y acunó su propio rostro entre sus manos, aplastando sus mejillas suavemente. No podía dejar de pensar en Jimin y en su enorme corazón, el cual estaba lleno de amor por su hija.

Siendo él un maestro de jardín de infantes, y siendo su vocación cuidar y educar a los niños, se había sentido más que conmovido por las palabras y las acciones que aquel padre había mostrado ante sus ojos. Desde su lugar, él había visto diferentes cosas. Algunos que eran sobreprotectores y asfixiaban a sus niños, sin permitirles hacer cosas por su cuenta; otros que no se preocupaban en lo más mínimo, e incluso estaban esos que le daban más prioridad a otras cosas, dejando a sus hijos en segundo plano. Pero ese no era el caso de Jimin. Ese hombre trabajaba para mantener a su hija, y también se preocupaba por estar presente en su vida. Había tomado decisiones arriesgadas, pero sabía que valía la pena si podía, gracias a eso, ver feliz a Sun Hee.

A pesar de que el enorme corazón de aquel joven opacara cualquier otra cosa de su persona, su atractivo físico no había pasado desapercibido para el docente, quien había quedado hipnotizado con sus ojos cafés, sus rubios cabellos y sus sonrojadas mejillas. Su cuerpo era también muy bello y su voz, al igual que su personalidad, era increíblemente dulce y suave.

Un suspiro se escapó de entre sus labios, y se halló de un momento a otro encendiendo la computadora que estaba sobre su escritorio para buscar posibles empleos para Jimin. Sabía que no iba a ser fácil acercarse, pero quería hacerlo, no sólo para brindarle la ayuda que necesitaba, sino también porque Park Jimin era para él de esas personas que, ni bien las conoces, te hacen pensar que realmente valen la pena y que siempre estarás agradecido de tenerlas en tu vida.

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Iba a escribir más, pero me estoy durmiendo, gente. Mañana sigo, y seguramente mañana la termino. Que duerman bien y que sueñen con los angelitos

With all of my heart [Yoonmin] ©Where stories live. Discover now