Capítulo 6

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Un par de ojos azules, miraban alegremente el techo de su habitación. Alec había amanecido temprano, como todos los días. Pero hoy había sido de un muy buen humor. Y todo se debía a la mudanza de su amiga al Instituto. Ahora podía verla todos los días y dormía a solo un pasillo de distancia. Estaba seguro que no había nada mejor que eso.
Hoy comenzaba el entrenamiento de la rubia. Él sería el encargado de entranarla en el manejo del arco y combate cuerpo a cuerpo. Izzy con el latigo, Hodge con los chakras y Jace con los cuchillos, hasta que encontraran su arma ideal para luchar.
El moreno se levantó de la comodidad de su cama, vistiendose rápidamente para el entrenamiento. Caminó por los pasillos hasta llegar a la puerta de su amigo y golpear suavemente. Nadie abría asi que no le quedó otra que entrar en ella, encontrándose con su rubia amiga totalmente dormida. Se veía tan hermosa y frágil en ese momento que por la mente de Alec pasó como sería despertar junto a ella todos los días.
Se dio un golpe en la mejilla al darse cuenta del rumbo que habían tomado sus pensamientos. Se sentó a su lado, moviendo suavemente su hombro para despertarla, recibiendo a cambio un gruñido.

-Despierta, Hadita. Es hora de entrenar- susurró bajito.

-Shhh, callate Gid- gruño otra vez al escuchar la voz de su amigo.

-¿Si te traigo tu cafe de Starbucks, extra dulce y de colores, te levantas?- preguntó el moreno ya sabiendo la respuesta.

-Claro. Pero hasta entonces me quedaré aquí- contestó la chica dándose vuelta para seguir durmiendo.

Magnus ya le había advertido que su hija tenía un serio problema para levantarse temprano y que si no le llevabas su amado café colorido no había forma de sacarla de la cama. Pero Alec no pensó que fuera tan literal. La chica ni siquiera había abierto los ojos para mirarlo.
Sacó su celular y le envió un mensaje rápido a Magnus, pidiéndole por favor que haga aparecer un frapuccino de unicornio. Ya mañana saldría a comprarlo, pero hoy no le alcanzaba el tiempo si quería aprovechar la mañana.
A los pocos segundos, el vaso de frapuccino apareció sobre el mueble de Rebekah, mientras Alec agradecía enormemente al brujo por haberle ahorrado mucho tiempo.

Se acercó a su amiga para moverla suavemente otra vez, haciendo que ésta entreabiera los ojos con pereza. Se ganó fuerte gruñido que se convirtió en un suspiro emocionado al ver el gran vaso rosa entre sus manos.

-¿Cómo lo supiste?- preguntó ella aún adormilada.

-Mags- contestó con simpleza el morocho.

La chica sonrió, mientras comenzaba a beber el sabroso líquido rosado. Sin notar la mirada de su amigo sobre ella, quien pensaba que se veía sumamente hermosa cuando recién despertaba.

-Debemos entrenar, Hadita- comentó Alec cuando ella terminó su vaso.

-5 minutos y salgo- contestó Bekah saltando de la cama y buscando ropa para poder cambiarse.

Cuando encontró lo que buscaba, se encerró en el baño. Pasados los cinco minutos, salió cambiada y ahora si Alec no podía alejar sus ojos de ella. Traía puesto un pequeño y ajustado short gris, acompañado de un corpiño deportivo color negro que dejaba al descubierto su plano abdomen.
El ojiazul sacudió la cabeza, intentando alejar esos pensamientos sobre su mejor amiga. Últimamente le pasaba demasiado seguido. Pero tenía que admitir que ninguna mujer había tenido el efecto que Rebekah tenía en él y viniendo de ella lo confundía. Volvió a la realidad, cuando la mano de la rubia lo jaló fuera de la habitación. Podía notar el entusiasmo que tenía por empezar a entrenar.

Pequeña de ojos azules- Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora