Capítulo 18

2.4K 273 3
                                    

Capítulo 18

— Esto, no me puede estar ocurriendo a mí...— se dijo en un tono suave, al recordar lo que su médico le había dicho—. ¡Dios, esto no me puede pasar a mí!— colocó su manos en su cara.



   Una lágrima producto de la impotencia bañó su rostro. Su madre se encontraba con ella, sintiendo el dolor que sentía su hija. Habían esperado que el padre de Daphne se llevara un momento a Nathan, al McDonald más cercano, para que ellas pudieran hablar. Y Daphne pudiera desahogarse.



    Esperaron al que él niño saliera con su abuelo y se cerrara la puerta.



— Mi niña...—dijo al abrazarla—. Vamos a secar tus lágrimas... Vamos a luchar juntas en contras las adversidades... En contra de tu enfermedad... En contra de todo lo que quiera lastimarte a ti o a Nathan...— rozó la mejilla derecha de su hija.

— ¡Mamá!



    El diagnóstico que le había dado su médico ese día, era que necesitaba operarse. Uno de sus ovarios sería extirpado. Haciéndola sentir desvanecida en aquella noticia.



    Ethan, pronto se encontraba de regreso en su amado hogar. Acompañado de su amada soledad, que a veces abandonaba, por una nueva conquista. Pero aquella, la que recientemente tenía, no había llegado a nada. Simplemente se había cansado de buscar a alguien distinto a lo que Daphne había representado en su vida. Buscaba a mujeres que en nada pudiese comparársele. Quizás, para que en absoluto se la recordaran.



    Pero ya se sentía asqueado de ello. Tanta frivolidad y superficialidad, no le había llenado ni un poco.



— ¿A dónde vamos mamá?

— Iremos a caminar al Central Park... ¿Qué te parece ir a comer un par de perros calientes con mucha mostaza y salsa de tomate?

—¿En serio? — expresó, mirándola con asombro y curiosidad infantil

— Sí... Hace días que no salimos.

— Es que algo te tenía triste...— dijo, mirándola pensativo, ya que ella no le había dicho nunca que la tenía así.

— Sí, pero ya no más. Déjame abrigarte. Afuera hace mucho frío. No quiero que te me enfermes. — fingió que aquella tristeza había desaparecido. Cuando la verdad, era que seguía clavada en su corazón. Dentro de dos días viajaría a Los Ángeles. Iría en busca de Ethan y se enfrentaría de nuevo a él. Y no se daría por vencida hasta que él la escuchase y ella le mostrase una fotografía de Nathan.



   Ethan podía odiarla todo lo que quisiera. Jamás volverla a amar, pero no descansaría hasta que él le creyera, una vez más. Se lo debía a Nathan.



   Esa tarde, Zöe se encontraba en las cercanías del Central Park, en una sección fotográfica, para una revista importante de USA. Su asombro quedó perplejo cuando, ante sus ojos, vio a Daphne con aquel pequeño niño. No necesitó sacar una suma para saber quién era el padre. Era tan obvio. Era un niño rubio, que de pronto, sintió que veía a Ethan Greene de niño. ¿Cómo era posible que nadie se hubiese dado cuenta de ello?



— Un momento... Denme un momento.— le dijo al fotógrafo y al resto del equipo que le acompañaba—. Necesito retirarme un momento. Regreso pronto.



    Daphne no se había percatado de que ella, su antigua compañera de clases, se encontraba allí presente. Sus ojos se encontraban en su pequeño hijo. Y en aquellos perros calientes que ambos habían pedido, mientras se disponían a seguir caminando.



— Espera... Espera, Daphne...



   Daphne se detuvo. Aquella voz le era tan familiar. ¿Cómo olvidarla? Era de quien le había dicho una vez, tiempo atrás, que ella jamás estaría a la altura de Ethan.



    Y aquello había sido una verdad innegable.



— ¿Zöe?_ expresó con asombro.

— Veo que aún me recuerdas. ¡Que sorpresa es verte de nuevo!

— Sí, digo lo mismo. — dijo secamente.

— ¿Y ese niño? ¿Es tu hijo?

— Sí, es mi hijo... ¿Qué quieres, Zöe? Que recuerde, tú ni yo fuimos las grandes amigas.

— Sólo me acerqué para saludarte. ¿Acaso no puedo hacerlo? Además, nuestra rivalidad quedó en el pasado. Ninguna de las dos, logró, estar junto a Ethan para celebrar sus sueños cumplidos.— miró al niño—. ¿Es su hijo, verdad?

— Zöe... Por favor...

— Bien... Tranquila. Te entiendo. Sé sumar. Dos más dos son cuatro... Justamente la edad que debe tener aproximadamente el niño, ¿verdad?... Y si calculamos el tiempo en que desapareciste de aquí... ¿Justamente cinco años? No es necesaria más respuesta... ¿Y él lo sabe?

— No voy a responderte... Con tu permiso, mi hijo y yo estábamos caminando antes de que interrumpieras nuestro paseo.— y se alejó de allí, dejando a Zöe, con todas aquellas preguntas que llegaban a su cabeza.



    Los vio alejarse, mientras ella regresaba al set de fotografía. Sonrió con cierta arrogancia. Ethan debía saberlo. Sino aún no lo sabía. Ese niño y él eran dos gotas de agua, tan idénticas, que no era necesario decir más.



— Sí que supiste hacerme caso... De seguro por eso desapareciste de su vida. No quisiste estropear sus sueños, al no estar a su altura.— sonrió, mientras se preparaba para una nueva pose. El trabajo continuaba.

Su única esperanza (Editada)Where stories live. Discover now