Capítulo 11

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Capítulo 11


<< Hoy desperté con un sueño... ¡Qué podía volar! Y tal vez me mentía a mí misma. No puedo retroceder el tiempo. No puedo cambiar lo que hice... Sé que soy culpable... Más que culpable. Le oculté una verdad, mintiéndole y mintiéndome a mí misma. No le juzgare si no quiere perdonarme después... Aun así, intentare ser sincera, antes de que sea tarde. >>



    Las lágrimas bañaron su rostro, después de haber escrito esas palabras en su diario. En su diario íntimo. Aquel que guardaba oculto todos sus secretos.




   Respiró profundo, tan profundamente, que su corazón se estremeció de miedo, al saber lo que ella se disponía a hacer. Aquella mañana rompería con su silencio. Saldría a enfrentarse con el futuro... tal vez sabiendo que sería posiblemente su única esperanza, ante de la llegada de ese día inevitable.



— ¿Esta noche qué piensas hacer, Ethan?— le preguntó Gilbert Hattersley, sabiendo de que él era de nuevo un hombre soltero—. Después que le ganemos a New York Giants, debemos ir a celebrar a lo grande. Buscar un par de rubias atractivas para divertirnos y beber sin detenernos.

— Primero, hemos de ganarle a New York Giants. ¿No te parece?— dijo secamente. Su humor siempre era él mismo cuando se encontraba en aquella ciudad que le hacía recordar aún el pasado.

— Sabes que ganaremos... Tenemos al mejor mariscal de campo. A nada más y nada menos que al famoso Ethan Greene, es decir, tú...

— Gilbert, ¿acaso no ves que Ethan no se encuentra de humor? Siempre cambia de humor cuando llegamos a New York, por lo que a veces me pregunto si es algo bueno, y a nuestro favor que sea así. Es cuando jugamos mejor...—dijo riéndose Patrick Maxwell. Otro de los jugadores que estaban en el camerino, escuchando aquella conversación.

— Lo importante es que tenga la cabeza donde debe estar... ¿No les parece?— les espetó con cierta arrogancia fría—. Por lo que dejen de molestarme y ocúpense de ustedes mismo. O seré yo quien al terminar el partido que tendremos con New York Giants, les hará tragarse todas sus palabras, por no estar pendiente de lo que deberían.




   Ethan se alejó un poco. New York. New York, que tantos recuerdos le traía de regreso a sus pensamientos.



¿Qué cantabas?

Me asustaste, Ethan...

Lo siento... Lo siento... Es que te estaba buscando y tu madre me ha dicho que te encontrabas aquí mirando el cielo estrellado.

¿No te parece una noche preciosa?

Realmente... Aunque tú luces aún más hermosa... ¿No me dirás que cantabas?

"Dreaming Of You" de Selena. sonrió, sin hacerle saber que aquella canción le hacía recordarlo cada vez que miraba las estrellas. Era la canción que le recordaba a él, desde que lo había conocido tiempo atrás.

Es preciosa... ¿Te habían dicho que tienes una hermosa voz?

Eres el primero... ¿Y eso que has venido?

Quería verte...

Me ves todos los días en clase...

No importa... Quería verte. Además, me prometiste que me permitirías escucharte tocar el violín.

No se vale... Debiste avisarme que vendrías.

¿Tocaras para mí? Dime que sí... No me dejaras esperar hasta que seas una gran estrella. Y sea imposible tenerte en exclusiva.

Está bien... Tú ganas. Te llevaré a mi habitación... No te hagas muchas ilusiones. dijo al ver aquel gesto de pícaro en sus ojos.

Imagino que si tu madre no confiara en ti, no tendría acceso a tu habitación.

Exactamente...

¿Aun cuando quisiera seducirte?

Aun cuando quisieras hacerlo... ¡Pórtate bien!




   Ethan cerró su mano derecha en forma de un puño. Odiaba esos recuerdos. Los odiaba tanto, que odiaba aún con mayor intensidad, no haber podido deshacerse de ellos, como aquel sentimiento que había sentido por Daphne.



— A veces me pregunto qué o quién será o fue la causante de que siempre que tiene que venir a New York, cambie repentinamente su cambio de humor. Estudió la preparatoria aquí... Fue aquí donde consiguió una beca en UCLA, donde el entrenador de Oakland Raiders lo descubrió tres años atrás, mientras jugábamos en Tampa._ dijo John Simpson.

— Ambos estudiaron en la misma universidad y pertenecieron al mismo equipo. ¿Jamás te ha dicho más de lo que todos los presentes sabemos?— le preguntó con curiosidad Gilbert.

— Jamás... Creo que una piedra habla de su vida personal, que él mismo. Siempre ha sido así, desde que le conozco. Un hombre solitario, que ama su carrera deportiva, más que a cualquier mujer hermosa que haya conseguido desde que le conozco. Es frío como el témpano. Por lo que a veces me preguntó, si aquí es dónde se encuentra todas esas respuestas que todos nos hacemos.



    En ese instante el entrenador les interrumpió. Era momento de reunirse, antes de salir al campo.




   A lo lejos, Daphne se encontraba en una de las gradas, con una de sus compañeras de trabajo. Su incondicional amiga Sabrina Wallace, una maestra de música, al igual que ella, que daban clases de música en un colegio para niños, en aquella ciudad.




—Me deberás una el resto de tu vida... Ni siquiera me gusta el fútbol americano, y heme aquí.

— Sabrina, no sabía a quién más pedirle que me acompañara. Había comprado hace días estas entradas para traer a Nathan. Pero... Entiendes a la perfección las razones de por qué no lo he hecho. Y ninguno de mis padres estaría de acuerdo conmigo. Sé que no es el mejor momento para decir una verdad... Una verdad la que tendré que decirle a sabes quién.

— Daphne... No me hagas caso, sólo bromeaba. Estoy aquí porque estoy de acuerdo contigo. Es momento de qué seas sincera con él, de una vez por toda. ¿Has visto en que se ha convertido su vida?

— Lo sé... Suelo leer la prensa todos los días. Y preguntarme, si soy la causante de que se haya convertido en un hombre distinto al que conocía.

— Han pasado cinco años... Las personas cambian.

— Tal vez... Pero siempre me sentiré culpable de haberle mentido. Al menos, debí ser honesta con él, antes de desaparecer.

— ¿No te has preguntado si fue lo mejor que hiciste? Mira, él ha cumplido su sueño.

— Pero, ¿con qué precio?

— ¿Le sigues amando?

— Sabes que sí.

— Entonces, deja de lamentarte del precio que debieron pagar ambos estos cinco años. Has tomado la decisión correcta. Has venido a darle la cara.

— Estoy aterrada, Sabrina. Temo que no quiera escucharme o no me crea. Y eso me rompería el corazón... ¿Qué le diría después a Nathan?

— No nos precipitemos... Todo saldrá bien. Ahora, háblame algo sobre este deporte. He leído algo que encontré por google.


Su única esperanza (Editada)Where stories live. Discover now