43. A su merced [+18]

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AVISO: este capítulo contiene una escena sexual no consentida

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AVISO: este capítulo contiene una escena sexual no consentida. No se pretende romantizar.

La noche en que llegó el mensajero a La Corona Quebrada, la luna estaba oculta tras un manto de nubes. Entregó una carta con un sello de lacre tan rojo como los labios de Gabriela y cuando Elliot la abrió, se encontró con una caligrafía que ya conocía.

—¿Qué dice? —preguntó Bruma desde el sofá.

—Solo indica hora y lugar.

—¿Esta noche?

—Sí.

—Bien, pues vamos —dijo poniéndose en pie.

—A ti no te menciona.

—¿Qué?

Le arrebató la carta y se puso a leerla.

—Dice que vaya solo.

—Y una mierda. Ese no era el trato, se suponía que nos llamaría a ambos.

—Es su juego, ¿qué se supone que debemos hacer salvo jugarlo? —dijo de mal humor—. Se dará cuenta si me acompañas; la capitana Hurwood se lo dirá.

La licántropa gruñó, pero pareció ver el problema.

—Ve tú, yo iré luego.

—Bruma...

—Sé cómo pasar desapercibida —lo interrumpió—. Ve, se te hará tarde.

El joven se puso las botas y el abrigo; aseguró sus armas y caminó hacia la salida. En al puerta, Bruma lo llamó:

—Elliot... Prométeme que no la matarás hasta que logre hablar con ella.

Él se volvió a mirarla y asintió:

—Te lo prometo. La heriré para que no pueda huir más. Asegúrate de estar cerca para que pueda avisarte.

La licántropa asintió, más tranquila.

—Buena suerte.

Abandonó La Corona Quebrada y se dirigió al Distrito Rojo. La luna se dejó ver cuando llegó a su destino y su sonrisa lo siguió burlona hasta que se detuvo frente a la puerta de La Tentadora. Era el burdel más caro y lujoso de Trebana; la compañía que vendía solo se la podían permitir los Señores pirata y su tripulación.

Antes de llamar, se cercioró de que Radomis colgaba de su cinto y palpó el puñal oculto en su bota. Ambos filos estaban embadurnados con resina mirlaj, se había asegurado de ello, pero no había podido evitar comprobarlo una y otra vez en su camino hasta allí.

Al fin, llamó tres veces a la puerta pintada de un rojo brillante y esperó, tenso como la cuerda de un arco. Abrió una joven de ojos grandes que sonrió nada más verlo.

—Debéis de ser Elliot —murmuró—. Mi señora os espera. Cuarto piso, primera puerta.

Sin una palabra, el vampiro cruzó el umbral y caminó hasta las escaleras. Los escalones de madera crujieron bajo sus pies; en medio del silencio absoluto, sus pasos y el latido de su corazón resultaban atronadores.

Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora