9. El Vizconde Isley

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Iván miró hacia atrás y apretó las riendas, nervioso

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Iván miró hacia atrás y apretó las riendas, nervioso.

—Nos van a alcanzar —le informó a William.

—Deja que lo hagan.

—¿Al menos tenéis un plan?

—Sí.

—Uno que no implique matarlos —insistió.

—Sí. Pero si fracasa, ten tu espada a mano.

Iván maldijo por lo bajo, pero se cercioró de que su arma colgaba de su cinto.

—Nos están haciendo señas para que nos detengamos.

—Hazlo. Y preséntame como Igor Isley, el hijo vividor del vizconde.

El sirviente tiró de las riendas y los caballos enterraron los cascos en el barro del camino para frenar.

—Así que queréis interpretar ese papel... —murmuró entre dientes.

—Es el más adecuado y, si preguntaron por nosotros en Rëlsa, puede explicar la ausencia de Wendolyn.

—Esperemos que no llegue a eso...

Se interrumpió cuando los jinetes se detuvieron junto a ellos. William los escuchó rodearlos y a Iván intercambiando saludos. Aprovechó los breves segundos de los que disponían para quitarse los guantes y la capa. De entre sus pertenencias sacó una piedra negra y brillante que se guardó en uno de los bolsillos de su gabardina.

—¿Podemos hablar con tu señor? —le preguntó uno de los mirlaj, un hombre.

—Desde luego, aunque tal vez se encuentre algo... indispuesto —contestó Iván—. ¿Puedo preguntar por qué antes de despertarlo? Si no es un buen motivo, me castigará.

—Somos mirlaj y estamos realizando una inspección rutinaria de viajeros en el camino —terció una mujer—. ¿Por qué está tu señor indispuesto?

William oyó a Iván saltar al suelo y también lo hicieron dos mirlaj; el tercero permaneció en su montura.

—Entre vos y yo... Mi señor pasa noches ajetreadas y ello lo deja extenuado durante el día.

William no lo estaba viendo, pero por su tono de voz intuyó que estaba mostrando la justa medida de bochorno para hacerlo creíble.

—Ya sabéis —prosiguió el joven en susurros de confidencialidad—, le gustan demasiado las mujeres.

Uno de los mirlaj resopló.

—Despiértalo y hagamos esto rápido.

El vampiro escuchó la portezuela abrirse. Los rayos de sol lo cegaron momentáneamente, pero Iván se interpuso con la excusa de inclinarse sobre él para despertarlo. Fuera de la mirada de los mirlaj, su rostro se tensó y sus ojos lo miraron nerviosos.

Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora