Capítulo IX

1K 273 77
                                    

El mundo pareció dejar de tener sentido... las estrellas iluminaban esta noche, la luna alumbraba mis secretos, mis pensamientos más profundos. Y ahí estaba aquel hombre de cabello ya canoso y sonrisa amable, aquel hombre por el que tenía mis ojos, aquel hombre que, sin quererlo, nos infundió tantas desgracias. Aquel hombre que era mi abuelo, que compartía mi sangre y que yo nunca había conocido porque el destino nunca nos había dejado. Recuerdo, vagamente, y sin saber muy bien cómo debido a mi condición, aquella vez que nos encontramos en un parque al que me había llevado mi abuela. Su mirada me había atrapado porque, de alguna forma que no podía explicar, sentía que el universo me atraía a su sangre como un imán, y desde ese momento lo supe, era él.

En aquel momento no nos habíamos dicho nada, no habíamos podido. Yo era una inocente niña que iba de la mano del que decía ser mi abuelo y, en un momento tan fugaz como las estrellas, aquel hombre había desaparecido dejándome con más preguntas que respuestas y con una punzada en el corazón porque lo sabía.

Ahí había comenzado todo, aquella terrible noche en que... por mi culpa, había preguntado inocentemente a mi abuela por aquel hombre que ella había mirado con tanta intensidad, con tanto anhelo y... pasión, y ella, siempre tan condescendiente conmigo y leal, me había revelado su más profundo secreto. Y eso nos había costado la mayor de las pesadillas. Su esposo había escuchado todo desde las sombras y nada nunca volvió a ser igual. La oscuridad fue lo único que conocí desde entonces.

—Mi niña... —dijo, y una punzada en el corazón me atravesó cuando pronunció aquellas palabras que, de cierto modo, eran el apodo favorito de mi abuela.

William miraba la escena estupefacto, inmóvil a mi lado, sin entender la gravedad de la situación o la intensidad del momento. En ese instante sentí culpabilidad, ira y dolor... él no había hecho nada y, sin embargo, día y noche me recordaba que había sido su amor lo que nos había destrozado a ambas.

—¿Cómo está? —indagó, y entonces supe que mi mundo iba a desmoronarse. Dios... él aún no lo sabía. El universo había conspirado en su contra, habían vivido atrocidades, obstáculos, habían luchado y perdido, batallaron y sus almas habían muerto en aquella batalla que había sido testigo de aquel amor imposible, de aquella pasión prohibida. Las lágrimas empezaban a aparecer a través de aquellos hermosos ojos y, sin más, su barbilla se tensó igual que todos sus músculos. Mi mirada lo decía todo... y él lo había entendido.

—Fue hace... poco... ella murió —musité y las palabras eran veneno, estacas, solo traían dolor, recuerdos y un montón de imágenes absurdas en donde, en otro universo, ambos habríamos podido convencerla de luchar. En donde la vida les hubiese concedido la oportunidad de ser felices porque se lo merecían, porque merecían ver la luz y conocer el amor luego de tanto daño.

No pudo decir una palabra, bajó su cabeza y las lágrimas salieron a la luz. Se lamentaba, su rostro lo decía, se lamentaba por lo que pudo haber sido y nunca fue, por lo que pudo haber pasado y no pasó. Estaba cabizbajo, inmóvil e impaciente, con los puños cerrados a sus costados y la mandíbula tensa. Suspiraba, inhalaba y exhalaba como si fuesen sus últimos respiros, como si, al fin, la vida ya no tenía más nada que ofrecerle y ya no podía otorgarle su final feliz.

—No pude hacer nada —murmuró para sí mismo, devastado, solo, destrozado, llevado por un destino en donde el amor no había sido suficiente, en donde el dolor y la pena habían llenado su alma para siempre. El destino era cruel, pero era inevitable. Y vaya que ambos lo sabíamos—. Juré protegerla, amarla siempre... y ni siquiera estuve allí para acompañarla, para... decirle todo una última vez —su voz era apenas un susurro, uno lleno de pesar, de cargas que estaba segura que ya era incapaz de cargar, de dolores, de arrepentimientos, de un dolor que, además de destrozarlo, le había partido el alma en dos.

Lazos eternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora