Día 4: Tienes suerte de estár vivo Vongola.

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—Te odio—grito como niño caprichoso al no conseguir lo que quería.

—Reborn, ya te he pedido millones de veces perdón—él mayor intentaba calmar al azabache—, ¿qué más quieres que haga?

—¡Que te mueras maldito León Primo, así tal vez podría coger con quien yo quisiera sin estár atado a un Inútil como tú!—grito él azabache sin caer en cuenta del peso de sus propias palabras.

Tsunayoshi agacho la cara deprimido, no dejaría ver cuanto había roto su corazón.

—Está bien, me ire—susurró con voz de seda, tenía unas enormes ganas de llorar.

—¡Habla bien maldito león!—se acercó decidió a darle una bofetada al capo—, ¿acaso no sabes ni hacer eso?

—Tsunayoshi sujeto la mano del menor cuando lo observo alzarla—. Que me retiro, lamento ser tan patético para no merecer ser tu destinado.

Esa mirada... Esa que brillaba encendida como carbón, esa color caramelo que ahora tomaba un color ambar claro.

—Me retiró a mi oficina.

Aquella simple oración por lo bajo dejo a la pantera con un caos sentimental y emocional. Su animal interior estaba destrozado ante el cambio de actitud tan fría de su Alpha.

Él joven Vongola camino derrotado hasta su oficina. Necesitaba pensar antes de lanzarse encima de alguién y apretar su cuello con fuerza hasta destrozarlo.
Abrió la gran puerta de roble pintada de negro, camino haciendo un pequeño sonido hueco con los zapatos de tacón bajo, los blancos pisos de cerámica reflejaron su tristeza. Las paredes pintadas en tonos claros, se oscurecieron con el gran pesar del corazón del Décimo Capo Vongola. Estaba melancólico, vacío, algo oprimía su corazón y lo hacia trizas.

Los guardianes quedaron en un silencio abrumador al ver a su jefe tan decaído.

—Hayato, tráeme todo el papeleo que puedas.

Aquello aturdio a Gokudera, se suponía que debía huir del papeleo, no buscarlo de manera tan desesperada.

—Como ordené décimo—susurró bajito saliendo de la oficina con rapidez.

Un par de horas firmando, desechando aquellos papeles que le parecían una absurda mierda, como aquellos de “décimo capo, me gustaría pedir la mano de su guardian de la niebla en matrimonio, claro uno arreglado buscando la unión de nuetras familias”, todo era un asco. Arrugó la hoja con el ceño fruncido, estaba realmente enojado por los idiotas capos.

—Gokudera...—llamo a su mano derecha con voz suave.

—Dígame Décimo.

Le tendió una carta de sobre blanco con dibujos de malvaviscos en ella, ya sabía de quién era y que propuesta le podría esperar a su guardián de la niebla.

—Llévale esto a Mukuro, dile que la lea cuidadosamente y cuando tenga la desición pase por mi oficina.

La tormenta hizo una perfecta reverencia tomando la carta con cuidado. Y salió a paso rápido, pero elegante hasta el cuarto del de ojos heterocromaticos.

—¿Qué mierda!—grito enojado golpeando su escritorio.— qué alguién mande a llamar a Reborn—ordenó con los ojos brillando de enojo y llenos de frustración.— ¡ahora mismo!

Las sirvientas que pasaban por el lugar salieron corriendo al escuchar a su jefe gritar de aquella manera tan impropia en él. Fueron por él culpable;  segun ellas, de que su adorado castaño gritará desde la oficina colérico.

Cuando llego a la oficina pudo escuchar la plática de su pareja entre los invitados.

—¿Qué harás Décimo?—cuestionó Hayato con voz algo nerviosa.

—Que él decida—Tsunayoshi se recostó un poco en el respaldo de su silla—, no puedo obligarlo a amarme, yo lo amo. Pero... ¿eso es suficiente?

Reborn sintió el corazón hacersele pedazos, le había causado dolor a su destinado y no sólo eso, lo había hecho dudar de que sentía una fuerte atracción hacia él chico de ojos caramelo.

—¿Y con tú propuesta de matrimonio Tsuna?—cuestionó Yamamoto curioso.

—¿La de la familia Simon?—cuestionó revisando los papeles que estaban regados por el escritorio de madera fina.— No lo sé, los Simon fueron aliados con Vongola desde la época de Primo.

Un ruido estruendoso se escuchó al ser abierta la puerta de la oficina del castaño, sólo una persona entraba de aquella manera.

—¿Qué propuesta de matrimonio?—interrogó caminando con paso arrogante hasta Tsunayoshi.

—Reborn yo no recuerdo haberte dicho que...

Él joven capo no pudo terminar de hablar cuando ya tenía al menor sentado em su regazo con Leon apuntándole.

—Hablá de una vez, antes de que jale el gatillo, así tanto Vogola como yo nos hundiremos al no tenerte—murmuró dejando que sólo su destinado entendiera lo que podrían causarle sus deciciones.

—Los Simon propusieron una unión por poder político—dijo intentando calmar al menor—, estoy evaluando que provocará esto.

—Qué te castre maldito León Vongola.

El animal interior de Tsuna rugió feliz, era un león caprichoso y que su pantera le demuestre lo territorial que era, sólo conseguía excitarlo.
Lo sujeto de la cintura y lo pego a su cuerpo sin miedo a lo que su niño enojado podría causarle.

—No te enojes mi pantera—en un ágil movimiento le quito el arma de las manos—, sólo tengo deseos impuros por ti.

—Eso espero—restrego un poco el trasero contra la entrepierna del capo.

Funcionó, porque todos los demás de la oficina salieron casí corriendo cuando la mirada del jefe se volvió sombría y los amenazo con un dolor infinito.
En un abrir y cerrar de ojos se encontraba sobre el escritorio abierto de piernas, con un muy hábil castaño entre ellas, las lamidas que le deba a su pene le hacían temblar.

—Más Tsuna—le llamo por su apodo enredando sus dedos en su cabello.

La magnífica lengua del castaño se dedicó a subir y bajar por la erección del azabache. Dando leves mordisqueos en el glande, le gustaba jugar con la punta del pene con su lengua, mientras le hacia sentir lo profundo que llegaba en su boca. Para su corta edad su amante estaba bien dotado, y le fascina verlo arquearse cuando le hacia tocar el fondo de su garganta.

Jalo los cabellos con fuerza, sentía las piernas temblarle, eso y los dientes de su destinado jugando con su hombría. Su cuerpo tembló, su piel se erizo y todo en la oficina parecía darle vueltas.
No alcanzo a decir que se correría,, cuando ya tenía la visión más eróticas de todas, Tsunayoshi estaba tratando todo el semen que había dejado salir.

La vida de cabeza (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora