00. Prólogo; ❝Primera noche❞

13.5K 1.1K 383
                                    

La primera vez que lo vi, sólo me sorprendí ligeramente. En dirección habían dicho que me tocaría compartir pieza con un alfa. Pero, ¿realmente esa cosita con patas era un alfa? Su piel era demasiado blanquecina y podría jurar que no existían imperfecciones en su rostro. Era envidiable; y casi me sentí ofendido de ser considerado omega cuando, él, lo era aún más a simple vista.

Nos miramos fijamente, demasiado callados para mi propio gusto. Le sonreí con un ápice de amabilidad y él volteó bruscamente la cabeza. Hice una mueca, el tronar de su cuello había sonado muy desagradable. A los segundos mis fosas nasales podían apreciar el aura maquiavélica que este duende había lanzado en mi dirección. Sus feromonas eran jodidamente fuertes. Se sentían imponentes y hacían que la parte débil que había en mí, se arrodillara como si en frente de ella hubiera un verdadero monstruo.

—Buenas —balbuceé, sin perder mi tono educado. Él me respondió con un gruñido, siguiendo en lo que sea que estuviera haciendo. Jugaba con un lápiz entre sus labios, a medida que observaba el cuaderno de notas en frente de él. Quise preguntar qué era lo que tan ensimismado lo tenía, pero pensé que eso sería muy descortés de mi parte considerando que recién había entrado al cuarto. Era la primera vez en mi vida que veía a un alfa tan peculiar. Su carita de niño pequeño se veía distorsionada por lo maleducado y lo gruñón que lucía -y pude comprobar efectivamente más tarde, era-.

Intenté animar las cosas y que el ambiente no se viera tan inmerso en frialdad por todas partes. Me ponía nervioso tanta indiferencia. Yo vivía de las conversaciones, las risas y el compañerismo. Este tipo no me había brindado ninguna de las tres en cuanto había cruzado el umbral de la puerta. Además, estar en Estados Unidos había tenido sus ventajas. Los americanos eran excesivamente afectuosos, ¡quizá podría tmostrar esa parte reflejada en mí!

Entonces ordené prolijamente mis utensilios, prometiéndome a mi mismo que luego de nuestra pequeña charla de conocimientos el uno respecto del otro, terminaría de ordenar todas mis prendas.

—Entonces... YoonGi, ¿verdad? Espero podamos llevarnos bien —dije entonces, mirándolo con una sonrisa cálida. Él ni siquiera me observó. Sólo pude ver cómo detenía el movimiento de sus dedos. Al parecer había dejado de escribir, pero ni siquiera de esa forma había volteado a ver mi rostro. Me levanté y me encaminé hacia su litera. Ahora sí me inspeccionó, una ceja enarcada haciendo acto de presencia en su lijado rostro. Me ruboricé un poco. Era la segunda vez que lo apreciaba y me sorprendía su nivel de suavidad.

—¿SeokJin, no es así? —asentí, sorprendido de lo arrastrada que sonaba su voz. Más aún, ¿la pronunciación de mi nombre era tan marcada?— De acuerdo, me alegro de que estés tan malditamente emocionado por todo este ajetreo, pero agradecería si cerraras la puta boca e hicieras de cuenta que no estoy aquí. No soy amante de los omegas chillones. No, me he equivocado; para ser honestos, no me van los omegas maricas y afeminados. Así que ahórrate tu intento de chico agradable —vociferó bruscamente. Casi pude sentir el tono enrabiado en su voz, como si fuera un maldito perro histérico.

Lo observé shockeado. Nos quedamos varios segundos en silencio antes de que mi omega pudiera apoderarse por completo de mí y así dejar salir la faceta tan contestadora propia de nosotros.

—¿Con esa boca besas a tu madre, pedazo de excremento? —rechiné breve, apenas modulando y procurando mantener mi compostura— No sé cómo rayos funcionarán las cosas aquí, imbécil, y no tengo intenciones de saberlo; pero escúchame bien y espero que te entre todo en esa pequeña cabecita que te cargas —él frunció el ceño irremediablemente—. Estoy siendo malditamente amable, no por necesidad; sino por educación. Agradecería recibir el mismo jodido trato, porque quieras o no compartiremos este santuario hasta final de año. Entonces compórtate como el adulto que sé que puedes ser y aprende a sostener una honorable sumisión respecto a tus superiores.

Y podía aseverar que mi mente era -en ese preciso instante- un revoltijo de emociones. El chico había sido tan cruel conmigo que mis ganas de agarrarlo a palmetazos no habían sido menores. Pude sentir a mi omega, encogiéndose asustado dentro de mí mismo. Nunca me había gustado ser grosero con nadie, pero tampoco me permitiría caer tan bajo como para acatar a sus tontas asignaciones. Merecía respeto, ¡yo era el hyung entre ambos!

Él me miró fieramente, levantándose de la cama de un solo tirón. Dio obvios indicios de venir hacia mí, seguramente con la intención de hacer que mi omega se disculpase; sin embargo aquello sólo permaneció en su mente como una fantasía, puesto que a los segundos luego de nuestra pequeña riña, habían dos personas entrando animadamente por la puerta que hace sólo unos cuantos minutos atrás estaba atravesando.

YoonGi detuvo su andar bruscamente, mirando a ambos con una mirada más fría que el hielo. Dirigió su vista hacia mí, inexpresivo. ¿Quizá eran sus compañeros?

—¿Hyung? Oh, no sabía que tenías visita —dijo quien parecía ser alguno de sus amigos. Me sonrió forzosamente y le correspondí, confundido. ¿Por qué el ambiente se sentía más tenso de lo que ya estaba?

—No es visita, sólo un estúpido compañero de intercambio. —Deseé protestar, pero callé cuando sentí sus ojos clavarse en mí. Mal empiezo de año—. En seguida bajo con ustedes —ambos chicos asintieron brevemente y me observaron una vez más antes de abandonar la habitación—. Creo que los humos se te subieron a la cabeza, nuevo. Sé consecuente con lo que hagas o digas. No me detendré sólo porque seas una joyita para la institución y menos si eres el caprichoso niñito que acabas de darme a mostrar —sonrió hipócritamente luego de afirmar aquello. Agarró una chaqueta que había a la orilla de su cama, aproximándose con total calma hacia mí. Con superioridad, arrogante; se inclinó hacia mí—. Sé un buen perro y conoce tu lugar. La edad es sólo eso, números. En cambio, tu necesidad de un pene nadie la cambiará. Resígnate y mámame la puta polla o cierra el jodido hocico lo que ''resta del año'' —finalizó con sarcasmo, obviamente haciendo burla a mi contestación.

Y eso fue todo.

A los cinco minutos él ya había dejado atrás nuestro cuarto.

Y a los cinco minutos me tenía demasiado ensimismado en sus palabras como para molestarme en devolverle la putada de su vida.

En su lugar me quedé gritando internamente. Ni siquiera quería ordenar mis preciadas prendas traídas de París. Quería matar a ese gilipollas, en serio quería matarlo.

❛White Night❜ 🠔 {YoonJin}ܟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora