CAPITULO 1

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LA NUEVA

Otra vez se repetía la misma historia. Me encontraba de nuevo, como muchas otras veces, en medio de un pasillo, desorientada. Buscaba mi taquilla entre la multitud, y de pronto vi acercarse hacia mi a unos chicos vestidos con beisboleras, los cuales llevaban un granizado en la mano, y al parecer pertenecían al equipo de fútbol del instituto. Me esperaba lo peor, osea, una bienvenida un tanto fría. Aunque no fue eso lo que pasó, los granizados de colores rosa y azul acabaron en un grupo de chicos que estaban detrás de mí.

A juzgar por sus expresiones, estaban acostumbrados, aunque seguía sin hacerles ninguna gracia. Pensé en pararme a ayudarles, pero era mejor que no hiciera nada, era la nueva, no cojería buena fama. Esas personas debían de ser las que estaban un puesto por encima del club de frikis, y, aunque parecían majos, antes de eso debía coger buena fama, por lo menos eso me hubiera gustado.

Hacer amigos nunca se me ha dado bien. Después de todas las veces que me he cambiado de instituto debería de haberle cogido cayo, pero no era así.

La primera hora de clase era la mas dura. Los profesores se empeñaban en que me presentase, aunque yo no quisiera, y que los "guays" comentasen entre ellos no era novedad. Eso me sacaba de quicio, pero no podía hacer nada si no quería tener mala fama durante el resto del curso.

Todo era sobre apariencias y sobre el estatus social. Siempre ha sido asi, aunque a la mayoría de la gente eso le ponga de los nervios. A mi también, y admito que esa fue la primera vez en la que intente ascender, y ahora me arrepiento.

Todo eran risas y alguna que otra pregunta burlona como: "¿Esos pantalones son de tu madre?" o "Por las mañanas yo me peino, te lo recomiendo". Sé que ellos sabían que no era verdad, que algo de razón tenían, porque el pelo rizado no se peina, pero solo querían quedar como "los putos amos" delante de su pandilla. Al darme cuenta de eso me dije a mi misma que yo no quería ser así y que tenía que haber ayudado a esos chicos del pasillo. Pero ya era tarde.

Después de estar unas cuantas clases pasando de los cuchicheos y teniéndome que sentar al lado de quien me decía el profesor, me gustase o no, llegó la hora del recreo.

Mucha gente se pasa horas mirando al reloj esperando ese sonido. Pero el primer día de clase es el peor de todos. El que te empujaba a salir de la clase y a sumergirte entre gente que no conocías. El que te forzaba a hacer amigos sólo por no quedarte sola.

Lo peor de todo es que si me hacía la perdida me criticaban. Si vagaba sola también. Y si me hacia amiga de los únicos que me podían hablar, es decir, de los menos populares, también me criticaban, aunque eso era lo que en realidad quería, pero nunca he soportado las criticas. No había salida.

La única manera de que las populares me hablasen era ser guapa, cosa que yo no era, y sigo sin ser. Dejé mis libros con mucha calma mientras por detrás de mi pasaban las animadoras con los del equipo de fútbol, cuchicheando y riéndose. Parecía que no sabían hacer nada mas. Decidí ir al baño un rato para lavarme la cara y meditar un poco sobre lo que debía hacer. Me contradecía a mí misma en mi cabeza, estaba perdida dentro de mí.

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