XV

4 0 0
                                    

Estos últimos días he pensado mucho en mi niñez. Quizás estén ahí las claves que todos buscan para explicarse por qué he actuado así. El mismo José es uno de ellos. De continuo me pregunta cosas de mi pasado. Entonces me sugiere que no me detenga. Que diga lo que tenga que decir.

Tras recuperarme de la bofetada (continué) que me había plantado mi madre, le dije:

––Él me va a castigar, ¿verdad?

––Sin la menor duda.

Me vio preocupado.

––Pero yo te puedo ayudar ––me dijo.

No sé si debía creerle. Pero por lo pronto ella era mi única salida.

La quedé viendo.

––¿Y cómo? ––le pregunté.

––Primero decime algo ––me dijo––: ¿estás preparado para hacer todo lo que yo te diga?

––Sí ––le dije sin pensarla mucho.

––¿Estás seguro que querés ser yunque? ¿A que toda tu vida tu padre te trate a patadas como si fueras un animal?

Con esa última frase comprendí a qué se refería con lo de ser yunque o martillo.

––No quiero eso.

Se puso delante de mí. Me vio a los ojos y levantó con su mano mi mentón para decirme:

––¿Querés ser menos que tu hermano?

Principié a llorar.

––Entonces compórtate como un hombre y dejá de llorar ––me dijo.

Se volteó y quedamos frente al inmenso océano viendo cómo el oleaje golpeaba las rocas del acantilado.

El sol comenzaba a ocultarse. Una gaviota pasó por el cielo con sus enormes alas extendidas emitiendo un graznido enfermizo de buitre cansado.

Mi madre respiró. Escuché la inhalación de su respiración farragosa por esa compulsión enfermiza que tuvo por el cigarrillo.

Apretó dientes y músculos.

Dijo:

––Vamos a decirle que te saqué de ese colegio porque el prefecto quiso propasarse conmigo.

De alguna manera esa mentira, como todas las mentiras del mundo, no acabó bien; no al menos en esa ocasión para el prefecto... Ya se los contaré también.

Por hoy (le digo a José) es suficiente. No quiero seguir hablando más paja. 

MalumbresWhere stories live. Discover now