Capítulo 3: Los de arriba y los de abajo

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—Bien, bien... me ganaste por esta vez —dijo sonriendo—. Estamos empates.

—Claro, empatados, sabes bien lo importante que somos ambos departamentos.

—Por supuesto, y eso grábatelo bien, Estelle —le decía Robert—. De nosotros depende que el huésped se lleve una primera buena impresión.

—Y una cosa más —dijo Emily solemnemente—. No hay una segunda oportunidad para cambiar una primera mala impresión.

—Lo tomaré en cuenta —dijo fríamente—. Ahora si me disculpan, iré a tomar algo de agua.

—Anda, pero no demores que está por llegar el grupo.

—Si, claro. —Se dio la media vuelta para irse a refrescar un rato. Lo que más quería era alejarse de Emily, simplemente no la soportaba y no podía entender cómo todos la llevaban tan bien. ¡Si era una estúpida! Estaba segura de que disfrutaba limitándola.

—Es una buena chica —comentó Robert mientras esta se iba.

—A decir verdad no me cae muy bien —contestó Emily.

—¿En serio? ¿Y eso por qué?

—No lo sé, llámalo intuición femenina.

—Por cierto, ¿cómo va todo con el huésped de la suite presidencial?

—Todo bien. Sin quejas, todos los ambientes están limpios. Olivia se está encargando de supervisar la limpieza personalmente. Ya sabes, lo de siempre.

—¿Y el consumo?

—Pues bastante a decir verdad, todos los días trae invitados.

—Excéntrico el tipo, y no parecía, ¿verdad? —Ella asintió—. Esperemos que venga una vez más.

—Eso ni lo dudes, no sería el primero. Por cierto, alista por lo menos cinco bellboys para recibir al grupo, sabes el alboroto que se arma cuando llegan.

—Si, no te preocupes, está todo planificado.

Los minutos pasaban mientras esperaban al grupo, esa iba a ser la actividad más intensa del día. Estelle se había situado justo detrás de Emily, pues se suponía que tenía que verla en acción. Al momento de la llegada del grupo se armó la grande. Los japoneses llegaban muy cansados y solo querían ser atendidos rápidamente. Los conserjes cargaban varias maletas y ya las tenían acomodadas en los carritos.

La recepción se caracterizaba por su rapidez, Emily y unas cuantas chicas más atendían al tour conductor* que les pasaba todos los datos de los recién llegados. Luego llamaban al responsable de cada cuarto para firmar el contrato de hospedaje y los despedía con una sonrisa antes que vayan a sus habitaciones. Emily además había coordinado que mientras esperaban les brinden un cóctel de bienvenida y otros bocadillos a todos los huéspedes, así que quedaron encantados. Estelle se limitaba a observar aburrida el proceso, aunque tuvo que admitir que todas eran bastante eficientes y duro poco tiempo.

—Este es el tiempo máximo que debe durar la estadía del huésped en la recepción. A ellos no les importa tu linda cara, les importa que los mandes a su habitación ya.

—Sí, entendí —dijo sin muchas ganas, eso era algo que en teoría ya sabía. Le chocaba que la trataran como si no supiera absolutamente nada de hoteles, como si no estuviera familiarizada. Y no era solo su caso, sino el de muchos practicantes. En fin, parecía que se iba a tener que aguantar.

—Pero mira quien viene —dijo con una sonrisa al ver bajar del ascensor a Adriano, quien se dirigía a ellas. Estelle lo reconoció por el traje negro de chef. Definitivamente tenía que ser el chef Hartmann, el de The Oak Room. Era un hombre atractivo y joven, además de famoso, y sin duda tenía dinero, un tipo como él debía de estar rodeado de mujeres. Quizá sería buena idea acercarse.

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