XII

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—¿A-a Yamaguchi?— Había pensado en las posibles razones que podía tener Tsukishima para hablar con él (que, en realidad, se limitaban a errores que pudo haber cometido en la cancha o esa vez que pateó su bolso luego de que Tsukishima pateara su bicicleta). Nunca, ni fruto de su imaginación más activa, hubiese imaginado que esta conversación iba a tratarse de Yamaguchi. Realmente nunca había tenido problemas con él, probablemente es la única persona en la escuela con la que nunca tendrá un problema en toda su vida.

—No te hagas el loco, sé que le hiciste algo, y él no quiere decirme, así que tú vas a hablar— Se cruzó de brazos, serio y escéptico.

—¡Pues te equivocas! Ni siquiera he hablado con Yamaguchi en mucho tiempo, ¿qué se supone que le hice?

—¡No te creo nada!

El moreno acomodó la mochila en uno de sus hombros, y comenzó a alejarse a paso lento, tratando de parecer tranquilo y dándole la espalda.

—Bien, no me creas, pero no es mi problema. No puedo creer que haya huido de un examen para esto, yo me largo— Afortunadamente, no tartamudeó al decir esto último. «Eso hubiera arruinado la frase» pensó. De todas formas, no es como si quedarse más tiempo haciendo el examen hubiese ayudado.

Aún así, había sonado bastante cool, como diálogo de película.

«Creo»

—¡Espera!

Aún sin voltear, se detuvo en seco, algo desconcertado. ¿Qué era ese tono de voz? ¿En el mismísimo Kei Tsukishima? Si no lo conociera diría que sonaba a una súplica.

—¿Q-qué?...— Finalmente tuvo que voltear, y no se equivocaba. El rostro de Tsukishima tenía una expresión que nunca había visto en él, algo entre tristeza y preocupación. Aunque claro, aún así se veía un poco enojado.

—Bien, te creo. No hiciste nada. Pero entonces, ¿por qué te mira como...?— Se detuvo a la mitad de la frase, y pudo leer el arrepentimiento en su rostro inmediatamente. Claro, antes de que se pasara la mano por la cara y se acomodara los lentes.

—Como...— Había repetido Tobio, después de esperar inútilmente en silencio que completara su frase. Le miró a los ojos, tratando de acostumbrarse a esta nueva faceta de Tsukishima, donde demostraba un poco más de...¿Sentimientos? En su rostro, en su voz, incluso en sus gestos. Casi parecía un humano con corazón. El rubio había comenzado a murmurar palabras inaudibles, que fueron subiendo de volumen hasta que finalmente pudo oír lo que decía.

—Como... Es que... ¡Agh!— Tsukishima se rascó la nuca, frustrado— El cómo te mira es igual a como me miró a mí ese día...

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Flor DoradaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum