VII

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En su mente, a Tsukishima no le interesaba Kageyama para algo que no fuera burlarse de él (y de su amigo Hinata, claro).

Y creía que para Yamaguchi era igual, ya que siempre se reía de las bromas que les hacía al par de idiotas.

Y más allá de esas casuales y sarcásticas conversaciones, no tenían mucha interacción con ellos, hasta donde llegaba su saber.

Al menos así era hasta hace algún tiempo.

Pero ahora, parecía que a su fiel y pecoso amigo le dañaba el simple hecho de sentir la presencia del armador desde hace...Un par de semanas.

Está comenzando a sospechar que el Rey pudo haberle hecho daño de algún modo, y eso no es algo que él vaya a dejar sin resolver.

Trató de preguntarle a Yamaguchi sobre el tema, pero simplemente lo evadió.

Decepcionado y resignado, volvió a la incertidumbre.

No podía comenzar a atacarlo con preguntas, porque sabía que esto le estaba afectando, y ya no quería arriesgarse a hacerle más daño del que ya le había hecho.

En ese entonces, estuvo asustado. Realmente asustado de perder a su amigo.

«Yamaguchi, yo realmente lo siento... Pero no...No me siento así contigo.»

Y entonces, él simplemente sonrió, sin forzar las comisuras de sus labios, y un par de lágrimas cayeron por sus sonrosadas mejillas pecosas.

Él se asustó aún más.

«Está bien. Sabía que era así. No te preocupes.»

Habló con una tranquilidad extraña en su persona, y Tsukishima se sintió terriblemente culpable.

«En serio lo lamento.»

Había apenas susurrado, sin embargo, enseguida cayeron otro par de gotas por el rostro de su amigo.

Y otro par, y otro...

Kei se encontró totalmente paralizado, con sus músculos contraídos, los hombros rígidos, y sin la más mínima idea de qué se suponía que debía hacer en esta situación.

Sentía el sudor frío recorrer su espalda, su mente dejaba de procesar información paulatinamente, y de repente, su bloqueo mental y respiración acelerada le impidieron siquiera pensar en articular una frase.

Su estado de shock le impedía actuar, ya fuera estúpida e impulsivamente, o empática y racionalmente. Aunque, probablemente, el tratar de seguir por el lado empático y consolarlo también hubiese resultado en algo estúpido saliendo de sus labios.

Para bien o para mal, estaba ausente.

Ahora sólo podía sentir tres cosas: Un sabor muy amargo en la boca, un nudo en la garganta, y una punzada en el pecho.

Él también quería llorar.

Pero debido a sus capacidades motoras y comunicativas reducidas al mínimo, sólo fue capaz de agachar la cabeza, y dejar que el reflejo de sus gafas ocultara sus ojos, rebosantes de lágrimas.

La escena comienza a volverse borrosa en sus recuerdos una vez que Yamaguchi corre a los baños, con la frente en alto, sin secar una sola lágrima de su cara.

Sólo recuerda quedarse ahí, de pie, inmóvil, por aproximadamente diez minutos, hasta que Hinata le vio llorando y, preocupado, comenzó a decirle cosas que no entendió, o simplemente eligió no recordar al día siguiente.

Nunca volvieron a tocar el tema.


Finalmente, se había decidido a hablar con Kageyama, o al menos intentarlo.

Pero en cuanto sus ojos le encontraron entre la masa de estudiantes, el armador ya estaba abandonando la escuela, acompañado por el pequeño pelirrojo, y una hermosa chica de cabellos dorados.

Chasqueó la lengua, maldijo su suerte, y calendarizó mentalmente su conversación pendiente, para el Lunes más cercano.

Esto no se iba a quedar así.

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Flor DoradaKde žijí příběhy. Začni objevovat