III

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Pasaron una, dos, y tres semanas.

Ella aún no se aburría de él.

Y él, de a poco, comenzaba a acostumbrarse a estar con ella.

Seguía sin estar interesado románticamente en la chica, pero pensaba en ella como una grata compañía.

Los días se convirtieron en una agradable rutina.

Ella iría a su salón en el recreo a saludarlo, y por la tarde almorzarían juntos, con una pequeña charla de por medio. Luego de clases, ella iría a verle entrenar, sin hacer más que estar sentada y sonreírle si él volteaba a la banca. Una vez acabado aquello, caminarían a casa hasta que sus caminos se separasen.

"Es una linda rutina" pensó.

Quizá sería diferente esta vez, después de todo.

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Flor DoradaWhere stories live. Discover now