II

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—¡¿Y le dijiste que si?!— Exclamó alto el pelirrojo, mientras golpeaba la mesa con las palmas de las manos, dándole así mayor énfasis a su pregunta.

—Pues sí— Y el más alto le dio otro sorbo a su leche, con total indiferencia.

—¿Estás enamorado de ella?— Shoyo preguntaba con entusiasmo, pero el interrogado seguía igual de serio que siempre.

—No. Ni siquiera la conozco, ¿cómo podría estarlo?

—Duh, no sé. ¿Cómo puedes salir con ella si ni la conoces?

Dio otro sorbo. Un sorbo muy largo. Estaba pensando...¿Por qué había dicho que sí?

No tenía ni idea.
Tampoco era la primera vez que aceptaba algo así.

—...Es linda.

—Es otra rubia, ¿no?— El más bajo le miró fijo a los ojos un buen rato, hasta que vio algo de tensión en ellos.

Luego, llevó los índices de ambas manos a cada una de sus sienes, simulando leer su mente —Hmm...Y apuesto: Gafas.

El moreno casi escupió un poco de su leche, pero carraspeó y trató de  mantenerse sereno.

Hinata simplemente rió un poco al ver su reacción, y esperó la excusa de siempre.

—Quiero conocerla, se ve como una buena chica— Para variar, se excusaba.

No, no, aún peor. Mentía.

No tenía ganas de conocer gente nueva, en absoluto.

—Además, ¡no tengo por qué darte explicaciones!

Siendo sincero consigo mismo, ni siquiera sabe qué espera de ella. No se ve interesante, ni misteriosa, ni divertida.

Sólo era bonita.

Pero a todos les gustan las chicas bonitas, ¿no?

Luego de un rato, su amigo volvió a romper el silencio.

—¿Puedo conocerla?

—Supongo. Dijo que vendría a verme hoy al entrenamiento.

Hinata simplemente suspiró. Y esperó, con una peligrosa ansiedad, que ocurriera lo de siempre:

Una chica linda se le confesaría.

Por alguna razón, la definición de linda de Kageyama sólo incluye chicas de cabello claro o con gafas. O ambas.

O tal vez sólo era una gran coincidencia que todas hayan entrado al menos en una de las categorías.

En fin:

Él saldría con la chica.

La chica estaría feliz e ilusionada los primeros días.

Kageyama seguiría siendo...Kageyama.

Ella no lograría captar su atención después de un par de días.

La chica se aburriría de su indiferencia.

Y finalmente, le diría que estarían mejor como amigos.

Siempre era así.

Pero Kageyama no era un mal chico.

En realidad, él solo quería darles una oportunidad. No tenía intenciones de ilusionar ni dañar a nadie. Y generalmente, eso no pasaba.

Ellas descubrían por su cuenta que realmente no lo conocían, y no eran capaces de amarlo una vez que lo hacían. Incluso él, tratando de ser amable, no era suficiente para ellas.

O al menos, así lo veía él.

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Pero cuando sus ojos castaños se encontraron con los de la rubia, el pequeño gigante sintió algo importante oprimirse en la profundidad de su pecho.

Y su corazón le dijo que esta chica no sería como las demás.

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Flor DoradaWhere stories live. Discover now