Capítulo 1: La chica nueva

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—¡Por favor, Adriano! No seas ridículo, cualquiera tiene errores, son practicantes. Están aquí para aprender, no son perfectos.

—En mi cocina lo tienen que ser.

—¿Entonces qué? ¿Te vas a ir sin más?

—Ya te dije, estás a cargo, y eso incluye las entrevistas.

—No, debes estar bromeando. Tú tienes que elegir.

—Te daré las características que quiero. Buen currículo, prácticas anteriores. ¡Ah! Y sobre todo que ame la cocina, sabes cómo identificar eso.

—Si claro, como si fuera tan fácil.

—Vamos, tú puedes hacerlo, suerte con eso —se acercó sonriente, haciéndole sonreír a ella también, le dio un beso en la mejilla y se fue. Pero antes que cierre la puerta ella recordó algo.

—¿Cuántos practicantes?

—Solo uno —contestó y se fue.

—¿Uno? Pero que... ¡Adriano! —salió detrás de él. Iban a ir más diez postulantes, según las políticas del Plaza había que dar oportunidad al menos a dos, ¿y le decía que solo uno?— ¡Espera! —Adriano se detuvo en seco—. ¿Estás bromeando?

—Solo uno y eso es todo lo que tengo que decir. —Se fue, Kate tenía claro que iba a ser una difícil decisión. Todos los postulantes iban con ilusión, si habían pasado las pruebas de recursos humanos era por algo. Le daba pena tener que rechazar a tantos y no dar la oportunidad a uno más.

—¿Y ahora qué pasó? —escuchó una voz tras de ella, cuando volteó saludó al joven. Al menos él sí comprendía que tan difícil era trabajar con Adriano. Cameron no llegaba a los treinta años, hasta lucía aún más joven. Alto, guapo, de cabellos negros y una mirada azul que conquistaba a cualquiera, el maître* era un éxito con las damas en el restaurante.

—Hola, Cam. Hoy es la entrevista con los practicantes y se va.

—Ya sabes cómo es, no le gustan los nuevos, menos si son para entrenamiento.

—Si, por él y busca solo profesionales, pero debe seguir las políticas del hotel. En fin, ¿y tú? ¿Por qué tan temprano?

—No lo sé, no tenía nada que hacer. Supongo que iré a dar una vuelta.

—Mejor quédate cerca, ¿me ayudas a recibir a los practicantes?

—Si, ¿por qué no? ¿A cuántos quiere ahora?

—Solo uno. ¿Puedes creerlo?

—Pobre, esperemos no acabe de steward* esta vez.

—¡Ni que fuera tan malo! El steward, para tu información, es parte fundamental de la cocina.

—Si, pero uno viene a cocinar acá no a...

—¡Basta! No quiero escuchar más de eso. Ahora, ¿tienes idea cómo se entrevista? Se supone que estoy acá para cocinar y no para ponerme a seleccionar personal. Nunca he entrevistado a nadie.

—Pues primero pides los currículos, después se hace pasar uno por uno, se le pregunta el nombre, haces que te confirme algunos datos interesantes para ver qué tan bien se desenvuelve, y no sé cómo tendrías que hacer para saber si ama la cocina.

—Bien, eso sirve. ¿No quieres hacerlo por mí?

—No, señora, usted está a cargo ahora. Yo solo soy un maître que tiene que atender a la distinguida clientela.

—Vaya que eres de mucha ayuda —bromeó—. Bien, iré a ver como va todo para el almuerzo.

Kate dio una que otra orden y les pidió a los chefs secundarios que se hicieran cargo mientras ella estaba con las entrevistas. Todo estaba estandarizado, no habría problema en cuanto a eso. Cuando verificó que todo el mise & place* estuviera realizado se fue camino a la oficina.

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