Capítulo XIII "París tras las sombras"

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-¿Podrías dejar de desordenarlo todo? -le pregunté al chico que rebuscaba de forma histerica en su maleta, a saber que buscaba...- ¡Zack!

-Perdón -dijo el chico cogiendo la camiseta que me había tirado- no encuentro la pulsera.

-¿Qué pulsera? -pregunté curioso ante su preocupación.

-La que me regaló Alicia en nuestro primer aniversario -dijo el chico desmoronandose sobre el suelo- no puedo haberla perdido.

-Quiza te la has dejado en tu casa -dije ofreciendo una explicación.

-No.

-¿Cómo estás tan seguro? -pregunté mirándole de reojo.

-¡Porque la llevaba en el avión! -gritó el chico mientras el enfado le invadía el cuerpo- ¡Nunca me la quito idiota!

-Está bien -dije intentado calmar al chico- ¿como es la pulsera?

-Tiene un ancla.

Me puse a buscar por la habitación con Zack, sabía a qué pulsera se refería ya que solía ver a Zack con ella puesta, era de Tom Hope, juraria que esas pulseras eran caras. Después de media hora buscando en la habitación, vaciando nuestras maletas y rebuscando entre la ropa sin mucho éxito, decidí buscar por mi cuenta por el pasillo del hotel. Zack fue a la habitación de Dani y Rafa a ver si ellos la había visto. Miré por todo el pasillo para ver si quizá se le habia caído por el camino, pero no hubo exito. Entendía por lo que debía de estar pasando Zack ahora mismo, la preocupación por perder algo tan importante para ti es desagrable. Es horrible perder algo que te recuerda a alguien, incluso aunque ese alguien esté cerca de ti. Yo tenía un libro que me regaló Bella, pero al mudarme de Málaga lo perdí y no conseguí recuperarlo. Pasé tres días llorando sin apenas comer. Ese libro era demasiado importante para mi, era uno de mis favoritos sólo por el hecho de que fue Bella quien me lo regaló. Recuerdo que dentro dejó una notita donde explicaba porque había decidido regalarme ese libro en específico, y porque era tan importante que lo guardara siempre conmigo. No pude cumplir eso último y me siento demasiado culpable.

-Se supone que no podemos estar fuera de nuestras habitaciones tan tarde -dijo Bella colocándose ante mi y dirigiéndome una preciosa y elegante sonrisa.

-¿Y qué haces fuera entonces? -dije mientras le dirigía una mirada cómplice- nunca has sido una chica a la que le guste saltarse las normas.

-Nunca es un mal momento -contestó la rubia tomándome del brazo.

-Espera -dije confuso- ¿de verdad quieres que salgamos?

-¿Acaso no te apetece? -preguntó Bella mientras me miraba atentamente.

Durante una fracción de segundo no supe que responder, pero rápidamente conseguí asentir y dirigirle una sonrisa a la chica. Salir un rato por ahi con Bella no estaría mal, y podríamos ver París de noche, dicen que es preciosa. Salimos del hotel y nos dirigimos a una heladería que había calle abajo, Bella la había visto cuando llegamos y tenia ganas de probar uno de sus helados con flores. Si, con flores, helado de frambuesa con jazmines por ejemplo. Te ponían el helado en una tarrina y encima de este te colocaban una flor. Era curioso y muy bonito de ver, además Bella parecía entusiasmada con la idea, por lo que me parecía fantástico. Seguimos caminando por las calles próximas al hotel, tampoco queríamos alejarnos mucho y aún menos perdernos. Era una noche preciosa, no había ni una sola nube y la luna lucia resplandeciente, las calles estaban levemente iluminadas por unas pocas farolas que ofrecían una tenue y encantadora luz que mejoraba aún más la esencia de Paris. Todo esto era básicamente perfecto, no podría imaginarme una situación más increíble.

-Espera un momento -dije detuviendo a la chica.

Reconocí el autobús en el que habíamos venido, por lo que intenté entrar en este aunque no tuve mucho éxito. Unos instantes después me fijé en que, ante el votante había sentado un hombre el cual permanecía recostado mientras dormía plácidamente. Golpeé la ventanilla que había en su lado hasta que se despertó, volví al lado de la puerta y le indiqué que la abriera. Tuve que disculparme por entrar en su autobús a esta hora, pero era importante. Bella me miró confusa por mi actitud, me dirigí a los asientos en los que habíamos estado y rebusqué en ellos hasta que di con la pulsera del ancla, me quité un gran peso de encima al encontrarla.

-Bella, tengo algo que decirte -comencé a decir algo aterrado- el libro que me regalaste...

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