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—...Y de verdad me gustas mucho

Sus cabellos dorados ondearon al ser rozados por el viento, cubriendo gran parte de su rostro durante los tres segundos que demoró en acomodarlos, suave y elegante, detrás de su oreja.

No te sientas obligado a nada pero...¿Puedes corresponderme?

Vio sus indecisos ojos temblar de un lado hacia otro, brillantes y esperanzados, a través de sus gafas.

Kageyama, al mirarlos, pudo sentir el nerviosismo ajeno en su propia piel , y supo que, otra vez, se trataba de una confesión sincera.

Y, otra vez, dudó si sería correcto darle una respuesta.

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Flor DoradaWhere stories live. Discover now