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Habían bajado una colina, todo era verde y azul. Enfrente de ellos se extendía un enorme prado lleno de césped verde y vivo; del lado izquierdo se podían ver las montañas, eran de un color café claro y estaban salpicadas aquí y allí de nieve blanca. Del lado derecho había lo que parecía un pequeño bosque, los árboles se alzaban en toda su altura, las hojas eran verdes y unas que otras de color anaranjado. Kat respiro hondo, el aire olía a tierra, agua y naturaleza. Le encantaba ese olor, era como sentirse libre por primera vez. El cielo era de un azul celeste despejado, sin nubes. Conforme iba avanzado kat podía oír el sonido del río correr. Fue avanzando cada vez más deprisa anhelando poder tocar el agua del río con sus manos. Cerca de ahí, en el césped hacia una manta larga y cuadrada de color blanco, encima de ella había una botella de vino y dos copas junto con una canasta de campo a un lado. El corazón de Kat comenzó a acelerarse. Todo era perfecto, se veía perfecto. Se llevó las manos a la boca sorprendida y también conmovida. Dayron llegó hasta ella y sonrió con satisfacción.

-Es muy bonito- dijo Kat bajando las manos de su boca.

La sonrisa del chico se hizo más amplia. Se giró y le ofreció la mano.

-¿Vamos?

Con una sonrisa pícara Kat le dio la mano y juntos caminaron hacia el pequeño picnic. Se sentaron en la manta y Kat se quitó el sombrero y el chal dejandolos a un lado. Dayron se quitó sus zapatos y un momento después Kat lo imitó ¿porque ser tan formales? no era un espacio público, así que a ella no le dio vergüenza imitarlo.

-Bien señorita Nobal- dijo mientras sacaba la comida de la canasta.- Tenemos vino Total Marsala de 1880, el más rico si me permites. Queso, pan, un poco de papas, pollo y como postre, manzanas con mil y chocolate.

Dayron se pasó la lengua por los labios.

-Que rara combinación- frunció las cejas divertida.

El chico se encogió de hombros. Saco dos platos de la canasta y en uno sirvió papas, queso y pollo pasándoselo a Kat. Al ver la comida, Kat sintió un hambre nada propio de una dama. Comenzaron a comer, todo estaba muy rico, tenía que admitirlo. Dayron mantenía una charla tranquila y graciosa. Contaba de como le gustaba pelear y de cómo muchas veces se había cortado con su propio cuchillo tratando de cortar una simple manzana. Hacía caras graciosas mientras comía, lo que hacía que a Kat le doliera el estómago de tanto reír. Se la habían pasado toda la comida riendo y conversando, Kat nunca se pudo haber sentido más feliz.
Descalza metió los pies a un lago cerca del río, era cálida y fresca. Dayron se metió con ella y uno al otro empezaron a mojarse como niños pequeños. Las risas no sesaban, quedaron empapados. Dayron subió a una roca pequeña y se quito la camisa dejando su pecho desnudo. Giro la cabeza y miró a Kat que permanecía parada al lado de una roca mirándolo fijamente. El chico sonrío y se aventó al lago. Kay sonrío, este día era sin duda el mejor de su vida, estaba contenta, alegre, despreocupada. Pero entonces pasaron tres minutos y Kat no veía señales de él. Se adentró al lago ahora el agua de sus rodillas a su estómago. Buscó con la mirada a Dayron pero no lo veía.

-¡Dayron!- gritó.

Se empezó a poner nerviosa. Claro que si Dayron se lanzó al lago es por que sabía nada pero la duda la invadió.

-¡Dayron!

Se giró.

-¡Day...!

Unas manos la tomaron por las rodillas y la alzaron haciendo que Kat gritara. Dayron salió del agua, tenía el cabello pegado al rostro pero Kat pudo ver perfectamente que sonreía. Si grito de sorpresa cambio por una risa llena de alivio.

-¡Tonto! Pensé que te habías ahogado- dijo Kat cuando la bajo dejándola en el lago otra vez.
-Claro que no.

Dayron le acarició la mejilla suavemente mirándola con fervor. El sol se empezaba a ocultar entre las montañas dándole un color anaranjado al cielo y al agua, el color del atardecer. El viento empezó a soplar cubriendo a Kat de un aire frío, se estremeció.

-¿Tienes frío?- le preguntó rosandole los brazos.
-Si.

Dayron agacho la cabeza, luego la levantó con una sonrisa traviesa. La tomó de las manos y la adentro más al lago. Por cada paso que daba sentía fuego en el cuerpo. Ahora el agua le llegaba a la altura de los hombros. Gracias a Dios que el vestido que usaba no llevaba crinolina si no, se le alzaría la falda como un globo. Dayron la miro directamente a los ojos mientras le acariciaba los brazos bajo el agua y Kat volvió a sentir ese calor profundo que le abrazaba la piel. El chico se acercó lentamente, le besó la frente, la sien, el pómulo, la comisura de la boca, hasta que llegó a sus labios. Se detuvo por un instante, dudoso luego le dio un beso delicado y suave. Kat suspiró ligeramente contra sus labios y el sonrió. Mas adentrados en el agua, Dayron la tomó por la cintura y la volvió a besar, esta vez con más ansia a lo que Kat abrió los labios correspondiendo con la misma ansiedad.

Se besaron por un rato, Dayron acariciándola suavemente. Primero los brazos, luego los hombros, el contorno de los pechos, el vientre y al final deteniéndose en la parte baja de la espalda.
Para no quedarse corta, Kat le devolvió las caricias con la misma dulzura y deseo. Se sentía tan libre, tan atrevida cuando estaba con él; no existía pena ni duda.
Rápidamente los besos fueron ganando intensidad y urgencia haciéndose más largas en cada rose. Entre beso y beso Dayron no paraba de decirle lo mucho que la quería, la deseaba y apreciaba. Poco a poco se fueron adentrando más en el lago, Kat tomó aire y se sumergieron en el lago completamente.

Los besos fueron disminuyendo haciéndose más lentos y preciados bajo el agua. Ese momento era único, preciado y anhelado. Kat no sabía cuándo tiempo habían estado sumergidos en el agua ¿Segundos? ¿Minutos? No lo sabía. Pero lo que si sabía era que deseaba más, más de él. No sentía cansancio, ni siquiera la falta de aire, lo único que sentía en esos momentos era el deseo, la pasión de los besos. Todo era perfecto, no podría pensar que podría arruinar ese momento tan feliz, y poco a poco ese sentimiento de vacío que sentía atrás... Poco a poco fue llenándose. De Dayron. De ellos dos. De su amor.

****

Cinco de la tarde. Madeleine había pasado toda la tarde limpiando las habitaciones de los Fortnis con ayuda claro, de su hija. Y todavía después de un largo día de limpieza tenía que permanecer en la enfermería con la inconsciente de Melissa <<Que fastidio>> se dijo la anciana. Madeleine no era como toda mujer de la tercera edad. Era fuerte, audaz, malhumorada, grosera y apasionada. Pero nos siempre fue así.
Hubo un tiempo donde ella era feliz, una mujer casada con un hombre fabuloso. Un hijo que amaba y una hermosa casa allá en San Francisco. Una noche, después de un largo día con su hijo llegó su esposo de un pesado día en el trabajo, pero como siempre cenaban juntos, toda la familia feliz reunida. Hasta que ocurrió...
En medio de la noche Madeleine fue despertada por los gritos de su esposo. Cuando bajo al comedor su esposo y su hijo pequeño, Richard de sólo dos años de edad habían sido asesinados por un Demonio Mayor. Madeleine escapó de la casa sin que el Domonio se diera cuenta. En la estación de trenes de San Francisco con la lluvia y el frío un hombre se acercó ofreciéndole ayuda, el padre de Dereck. Pocas semanas después se enteró de que estaba embarazada y prometió nunca meter a su hija a ese nuevo mundo de muerte y monstruos. Por lo cual también juro vengar la muerte de su familia. Llena de odio y dolor, se convirtió en una mujer posesiva, malhumorada y dominante, pero también con el corazón y alma hecha pedazos.

Madeleine se dirigió a la enfermería a visitar a la pequeña Melissa. Abrió la puerta. Melissa aún seguía inconsciente, sin señal alguna de vida. Se acercó a ella y le acomodo las sábanas.

-No puedo creer que tenga que hacer esto- se dijo irritada.- no has despertado en días, si no vas a despertar, muerete ya. Eres un completo fastidio.

Se enderezó y fue a la barra, llenó un tazón con agua fría y una esponja.

-Michael

Madeleine se giró sobresaltada. Melissa había hablado. Se acercó a ella rápidamente, la joven tenia los ojos un poco abiertos y hablaba muy despacio.

-Kat es un... Arma- murmuro casi sin aliento.- Un sacrificio. Michael. La quieren matar... La quieren a ella... Su ritual..
-¿Que?- dijo Madeleine confundida y temerosa.- ¿Que pasa? No entiendo.
-Hay un traidor entre nosotros. Ayudela...

Sin más Melissa volvió a cerrar los ojos. Madeleine quedó paralizada, nada de lo que dijo tenía congruencia. La volvió a mirar. Lo sabía, sabia que todos esos catástrofes tenían que ver con la recién llegada. Con furia tomo el tazón y lo arrojo al suelo bruscamente.

-No permitiré que pasen más catástrofes por culpa de esa niña estúpida. Tanto ella como esta debilucha inconsciente no pueden seguir aquí. Lo arruinaran todo. No lo permitiré, no otra vez.

Una Vida Después de la Muerte.Where stories live. Discover now