[Parte 7]

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[POV NARUTO]

Me levanté temprano a pesar de que no tenía que trabajar ese día,  y noté que Sasuke seguía acurrucado en su lado de la cama y abrazado a la almohada.  Ayer,  Sasuke estaba tan nervioso que le invité a quedarse a dormir para que se sintiera seguro,  al menos aquella noche. 

Me levanté y me duché antes de abrir la nevera y darme cuenta de que ayer no había ido a comprar y no había casi comida en ella, era viernes,  si no compraba hoy no podría hacerlo hasta el lunes.  Suspiré y preparé el desayuno de Sasuke y el mío mientras pensaba en el ataque de pánico que Sasuke tuvo ayer,  nunca me habría imaginado que aquel chico tan frío y tranquilo pudiera vivir aquella situación.  Me asomé a la habitación y Sasuke seguía durmiendo tranquilamente,  así que me puse la chaqueta antes de coger mis llaves,  dinero y una magdalena y salir a comprar lo que faltaba,  esperaba poder desayunar con Sasuke cuando volviese,  así que intenté comprar rápido,  pero había mucha cola de gente a pesar de que aún era muy temprano y tardé más de lo que esperaba.  Volví a casa pensando en como ayudar a Sasuke con su ex pero no encontraba la forma y tampoco quería entrar en sus asuntos,  tal vez debería esperar a que él me pidiera ayuda.  Sí,  esa era la mejor opción.

-Hola señor Uzumaki. - me saludó el portero con una sonrisa,  sacándome de mis pensamientos. - Veo que últimamente tiene visitas,  me alegro mucho. -

-¿Visitas? ¿Karin ha venido otra vez?  No sabía que mi prima era una superdotada, habrá terminado sus estudios en Italia antes de lo esperado. - comenté con una sonrisa.

-No señor,  la señorita Uzumaki no ha venido por aquí.  Me refiero a un hombre de pelo gris,  ha subido y luego ha bajado preguntando por usted,  le dije que había salido pero insistió en esperarle en la puerta de su departamento. - dijo con una sonrisa de vuelta.

Aquello me resultaba raro,  yo no conocía a nadie que me puediera visitar que tuviese el cabello blanco,  sin contar al pervertido de mi ex tutor,  pero Jiraiya estaba en Corea del Norte,  o al menos eso tenía entendido.  Si hubiese venido a Japón ne habría avisado por carta.  Comencé a subir con rapidez,  tenía una mala sensación, vi que la puerta de mi casa estaba abierta así que dejé las bolsas a un lado y entré con rapidez.  Algo iba mal,  no oía nada  pero podía notar que algo no iba bien.
Fui con cuidado a mi habitación y vi a Sasuke tirado en el colchón,  atado y amordazado con una sábana intentando moverse para zafarse de el hombre que estaba encima suya.  Me apresuré a quitárselo de encima y lanzarlo contra la pared a la vez que me colocaba delante de Sasuke a modo de barrera protectora,  él me miraba asombrado y se movió hasta pegarse a mi espalda buscando protección. 

-¡Oh! ¿Quien eres tú?. - preguntó el hombre con una sonrisa mientras se incorporaba.  No parecía afectado. - Nos has interrumpido ¿sabes?  Mi marido y yo pasábamos el rato. -

Alcé una ceja y observé a Sasuke negarlo rápidamente mientras se pegaba mas a mis piernas,  incapaz de incorporarse.  Le desaté las manos y él se quitó la sabana que tenía puesta en la boca a modo de mordaza antes de levantarse y susurrarme un rapido "gracias ". Me imaginé que ese hombre era el tal Kabuto,  el ex marido de Sasuke,  tan solo verlo me hacía hervir la sangre de coraje.

- Querrás decir "ex-marido".- dijo Sasuke en voz baja,  aún cerca mía,  parece que se siente seguro conmigo. - Me maltratabas,  me humillabas,  volvías a casa borracho y me violabas,  me decías que nadie excepto tú podía quererme...  No quiero estar contigo. -

-Mira mocoso,  te casate conmigo para saldar las deudas de tu hermano,  así que me perteneces. - casi gritó Kabuto acercándose. - ¡Y vas a venir conmigo!-

Paré el puñetazo que iba dirigido a Sasuke y lo envié de vuelta a la otra punta de la habitación  antes de apartarme de Sasuke y coger de la camiseta a Kabuto para lanzarlo contra la pared y comenzar a golpear  su estómago hasta que casi vomitó sangre.  Le dediqué una mirada de odio y le sujeté del cuello hasta sacarle de la casa y apretarle un poco,  Kabuto le dio un puñetazo  en la mandíbula pero el rubio le golpeó contra la pared antes de acercar la boca a su oído.

- No te vas a volver a acercar a Sasuke ¿verdad?  No, a menos que quieras que te rompa todos los huesos del cuerpo. - susurré con rabia. Cuando le solté,  Kabuto salió corriendo y decidí volver a la habitación para comprobar que Sasuke se encontraba bien.- Oye... ¿Como estas?  Como te haya echo daño le rompo el cerebro,  aun estoy a tiempo de perseguirle. -

Sasuke negó y se sentó de rodillas en la cama mirando sus manos,  no sabía lo que pasaba pero estaba avergonzado de que le viera en esa situación.  Probablemente en su cabeza rondaba la idea de que pienso que es débil o algo así.

-Gracias Naruto. - dijo mientras cubría su desnudez con una sábana. - No me ha echo nada,  llegaste a tiempo.  Siento causar problemas. -

Negué con calma y busqué  unos calzoncillos y unos pantalones para que se cambiara y se los di antes de salir y dejarle intimidad. Calenté el desayuno de Sasuke y lo coloqué en la mesa antes de tocar la puerta de la habitación y preguntarle si estaba listo,  Sasuke no contestaba,  así que entré con cuidado y le vi totalmente vestido,  sentado en la cama y llorando.
Me acerqué a él con cautela y le abracé para calmarlo,  pero no esperaba que se pusiera más nervioso.

-Me gustas,  Naruto.  Pero no quiero ser un estorbo para tí,  así que,  gracias por todo pero... - comenzó Sasuke con voz temblorosa,  sin atreverse a mirarme. - No creo que sea buena idea seguir en contacto. -

Sasuke se abrazó a sí mismo,  como si esperase algo muy doloroso,  como si le fuese a pegar,  aquel gesto me congeló la sangre,  así que tan sólo me acerqué más a él y le abracé,  consiguiendo que Sasuke se tensara y abriese los ojos.

- Me gustas,  Sasuke.- susurré con cariño y él comenzó a temblar. - Te prometo...  Que no te pegaré  jamás,  eres una persona maravillosa y jamás podrías ser un estorbo.  Eres hermoso y valiente,  soy muy afortunado de que me hayas elegido a mí. -

Sasuke parecía asombrado,  cómo si el hecho de ser correspondido fuese un milagro.  Me acerqué con lentitud hacia él  y le besé con ternura y amor pero,  ver su sonrisa cuando me separé, fue el regalo mas grande que pudo hacerme.

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