Capítulo 9

3 1 0
                                    

La luna era una pintura en el estrellado firmamento. Y como si fuera un gran foco, iluminaba como pocas veces las calles de la ciudad. Sin embargo, Alexia no había reparado en ese detalle. Solo quería llegar hasta el hospital. Le preocupaba la salud de su madre, pero también la situación de su hermana. Y se sentía inútil.Al llegar, su papá le contó que el doctor Flamini había pasado un rato antes por la habitación de Brunilda y que le había manifestado su alegría por encontrarla en franca mejoría. Al parecer, según decía, había respondido muy bien al tratamiento y su vida ya no corría el peligro que todos imaginaron al principio.Una buena entre tantas pálidas, pensó Alexia mientras su padre se marchaba con aires renovados hacia el Departamento de Policía con el propósito de solucionar la situación de su hija de 17 años. Y se le ocurrió que le dejarían pasar a ver a su madre. Pero no le autorizaron, porque los médicos consideraban que Brunilda debía descansar.Mientras tanto, Larrison trataba de armar la destrozada vida de su querida familia. Y se sentía fuerte para hacerlo. Sabía que Dios había escuchado sus plegarias. Por eso no le tenía miedo a lo que venía...Una vez en el puesto policial, Larrison pidió hablar con el comisario para interiorizarse de la situación de su hija. Pero la máxima autoridad no estaba y tuvo que esperarlo. Un par de horas después, el hombre llegó tras realizar un allanamiento y lo hizo pasar hasta su despacho.El comisario estaba firmando unos papeles y casi sin levantar la vista le invitó a sentarse. Larrison lo saludó de cortesía y le iba a pedir disculpas por molestarlo a esa hora cuando se dio cuenta frente a quien estaba. El comisario también lo reconoció en el acto y, sin mucho preámbulo, se estrecharon un fuerte abrazo.Larrison y el comisario se habían conocido en épocas de estudiantes universitarios. Ambos habían sido campeones de atletismo en distintas especialidades de los Juegos Deportivos Universitarios y ahora estaban frente a una de esas raras situaciones que suele ofrecer la vida.Enseguida trajeron a Keila hasta el despacho del comisario, porque no tenían pruebas para culparla de nada. Y dejando de lado el mal rato que había vivido la jovencita de 17 años, los dos adultos repasaron por algunos minutos esos buenos tiempos que habían experimentado en la Universidad.Después se despidieron y prometieron visitarse para seguir recordando esa maravillosa época. Y antes de que se marcharan, les contó que la situación de Mirko estaba en etapa de investigación, pero al parecer solo había sido engañado en su buena fe.

El otro camino del destinoWhere stories live. Discover now